Por Pascual Tamburri, 25 de marzo de 2013.
Yolanda Barcina ganó por un puñado de votos a Alberto Catalán, con idénticos ideología y programa. UPN sigue igual, mientras que los abertzales sueñan una mayoría alternativa.
Yolanda Barcina fue la triunfadora en el IX Congreso de Unión del Pueblo Navarro, celebrado en Pamplona bajo el original y atrevido lema «Centrados en Navarra«. UPN es el partido mayoritario en Navarra desde 1991 y ha dirigido su Gobierno en 1991-1995 y desde 1996 hasta hoy. Yolanda Barcina, que preside el Gobierno de Navarra, revalida así su condición de presidenta de su propio partido. En la política nacional, a Barcina se le supone una cierta mayor cercanía al PP y personalmente a María Dolores de Cospedal; pero de esta elección no hay que esperar grandes cambios inmediatos, ni una solución al problema institucional de Navarra, con UPN en minoría parlamentaria y toda mayoría alternativa pasando necesariamente por los nacionalistas vascos.
Ya el proceso congresual fue revelador de las tensiones existentes. Barcina venció con 871 votos (51,78%) frente a los 795 votos de Alberto Catalán (47,27%), cuyos seguidores pidieron un nuevo recuento que no ha alterado el resultado al constatar un desfase de seis votos (como lo de Rubalcaba frente a Chacón, así que el PSOE poco puede decir). UPN es un partido que presume de asambleario, y da voto a todos sus afiliados. Aproximadamente 2750 personas –que no es la cifra histórica máxima y que incluye no pocas afiliaciones hechas en los meses del precongreso- podían votar; el alto porcentaje de abstenciones y ausencias pese a la importancia del evento es revelador de la desesperanza y la perplejidad entre los regionalistas navarros de base, que no están acostumbrados a ver a su partido lejos del PP, ni a verlo en minoría parlamentaria, ni a verlo dividido en su interior, ni mucho menos a verlo implicado sin defensa fácil en casos tan poco estéticos como el de la CAN. La candidatura de Barcina resultó vencedora, es vicepresidente Juan Antonio Sola y es secretario general Óscar Arizcuren Pola (que han derrotado a los catalanistas Conchi Mateo y Amelia Salanueva), pero ahora hay muchas cosas por hacer si quieren conseguir que UPN siga siendo la principal fuerza política navarra. Más aún, que lo sea sin renunciar a sus principios, ni incurrir en personalismos, y que Navarra no se acerque, de modo más o menos sutil, a su anexión a una futura Euskalherria.
Los dos discursos del miedo
Al no presentarse a renovar como secretario general, Carlos García Adanero expresó algunos de los sentimientos que ambas partes de UPN y los muchos «neutrales» comparten. Para él, el domingo 17 fue «un día complicado» y «lo fundamental no es el día de hoy sino cómo nos levantemos mañana». La verdad es que aunque UPN ha adquirido la costumbre de las candidaturas únicas, la última vez en que hubo una –con Juan Cruz Alli– aquello dejó heridas, terminó en escisión y colocó al partido brevemente en la oposición. Nada muy deseable, y desde luego nada que deseen ni los vencedores ni los vencidos del congreso.
¿Serán capaces Barcina y Catalán de «cerrar todas las heridas y aunar junto a ellos a todo el conjunto del partido y a todos los ciudadanos que depositan su voto en UPN«? Los argumentos esgrimidos más o menos abiertamente no hacen prever un futuro inmediato fácil. Por un lado, como ha escrito un buen amigo, Barcina ha oficiado un «que-vienen-los vascos-remix«. No era chantaje, no, pero cómo se le parecía: la presidenta del Gobierno sugirió hace unos días que sin la confianza de su partido podría dimitir y dar paso a nuevas elecciones… elecciones que UPN podría no ganar y en las que con seguridad no tendría mayoría absoluta. En el aire, la amenaza hipotética de una mayoría de gobierno nacionalista-socialista. Pero Catalán llegó al mismo punto por otro camino: su principal razón para sacar a Barcina de la dirección de UPN era la necesidad de entenderse con el PSN-PSOE e impedir que el PSOE navarro se acercase a los abertzales.
Un punto o más que un punto de miedo al futuro, por los dos lados. La sensación de entrar en un nuevo tiempo ignoto. La ponencia política de Sergio Sayas, «UPN, nuestro centro es Navarra«, no dice mucho, y menos aún dice de nuevo; tras dos décadas de gobierno navarrista el hecho es que antes no se abortaba y ahora sí, que la imposición vascófona avanza más que antes, y que se habla de corrupción tanto o más que en tiempos del pobre Urralburu. El congreso y el precongreso hacen inevitable una reorganización del partido mayor incluso de lo previsto por el amigo Eradio Ezpeleta, y sobre todo el argumentario de UPN se ha quedado cojo de las antes supuestas prosperidad material de la Navarra foral y eficiencia de la Administración regional. Los que ocupan los cargos seguirán haciéndolo unos meses, ¿y después? Algo nuevo hace falta, ¿pero qué?
Catalán, o la continuación del AC sanzismo
UPN no es monolítica, como demuestra el casi 50% congresual que ha logrado Catalán, hasta ahora vicepresidente regionalista y aún presidente del Parlamento de Navarra. Catalán (Alberto), en su equipo, en sus ideas y en sus objetivos, era la estricta continuación de Miguel Sanz Sesma, presidente de UPN y del Gobierno de Navarra desde el «caso Otano» y del hundimiento del tripartito socialista con apoyo abertzale. Catalán basó su candidatura en dos cosas que Barcina, en el fondo, comparte. Una, la necesidad absoluta de ganarse la buena voluntad del PSOE de Roberto Jiménez, diciendo que más o menos toda concesión es poca (y les hemos visto actuar muchos años para saber que en eso son terriblemente sinceros). Otra, la necesidad de reconstruir y reactivar el partido… cosa más que probable, pero que no deben decir la persona y el equipo que han gestionado la vida interna de UPN desde la retirada (casi) incruenta de don Rafael Gurrea. Más que nada porque si exigen un cambio asumen que ellos mismos no han tenido la mejor gestión posible.
Ha dicho Alberto Catalán que «los afiliados han elegido prácticamente con libertad, salvo alguna presión o alguna amenaza». Eso es una forma casi elegante de decir que las espadas siguen en alto y que medio partido menos unos pocos votos es suyo… y de los suyos. Rentabilizando ese capital político, dice Miguel Sanz que él va a «reivindicar el legado de UPN, que ha tenido muchas virtudes y también errores, en una etapa en la que Navarra ha sido referente en parámetros económicos y sociales«. Este razonamiento nos devolvía a la «era del quesito», momento estelar de la teoría política en el que el señor Catalán (el hostelero Antonio) descubrió que UPN debía tener el poder como único horizonte, y la vecindad fraterna con el PSOE como única manera de garantizarlo. Y así fue cómo el maquiavelismo ribero del vecindario de don José Luis de Arrese y Magra llevó al divorcio entre UPN y PP y a UPN a su minoría más mínima de todos los tiempos… y ahora sí, plenamente en manos del PSOE. De la derrota de Rajoy en 2008 y de su pobre gestión en Navarra surgió la escisión, y de ella los magros resultados que han ido viniendo.
Barcina, o la victoria a muy corto plazo (y el quesito en la recámara)
Yolanda Barcina, victoriosa y agradecida por el respaldo obtenido, dice… no sentirse «victoriosa de nada ni sobre nadie» y ha abierto las puertas de la dirección de UPN a Alberto Catalán. Pero ella ha superado la prueba, cuando ya algunos de los suyos estaban casi haciendo las maletas de sus cargos. Dice Barcina que los únicos derrotados son «los nacionalistas vascos y sus pretensiones anexionistas», pero eso lo habría dicho igualmente Catalán en caso de ganar. Aunque Patxi Zabaleta ha dicho lo contrario, por evidente interés cizañero, no hay ninguna diferencia de fondo entre las dos partes de UPN, hay una sola ideología suponiendo que no admitiendo que haya una. No creo personalmente que baste unir a los «que creen en el Amejoramiento y en la Constitución» para tener la misma visión del mundo ni el mismo programa político, pero es que las dos partes de UPN tienen todo en común entre sí (y con la gente sencilla del PP) y no con el PSOE, nos pongamos como los pongamos. Por cierto que si tiramos de hemeroteca siempre hay un recuerdo pendiente a los fundadores de UPN y a sus primeros votantes con motivo del referéndum de 1978, así que, aunque la Constitución fuese un programa y una idea, que no lo es, no creo que sea la única bandera para UPN y quien con UPN vaya.
Barcina ha ganado, y puede mantener unida a UPN porque las únicas razones de escisión serían personalistas (aunque peores cosas se han visto), pero sigue en medio de la polémica por el cobro de elevadas dietas percibidas de Caja Navarra, que tanto a ella como a Catalán y Sanz les ha hecho muy flaco favor ante la opinión pública. A lo que se ha sumado la distribución de dietas municipales en Pamplona, aunque de eso hablan poco porque afecta a todos sin excepción. Y ahí está el verdadero problema: incluso manteniendo resultados (cosa que las encuestas no anuncian) UPN no podría formar Gobierno en solitario ni el PP bastaría como apoyo; y el del PSOE parece cada vez más dudoso, no por nada sino porque una vez legalizada y legitimada la marca política de ETA los socialistas pueden elegir con quién irse, y cualquier sombra de corrupción da pie a los de Jiménez a irse con el mejor postor. Aunque tenga las manos manchadas de sangre y de cosas aún más sucias.
Al día siguiente de la batalla, moción de censura
Dice Barcina que «nuestras puertas a la negociación están abiertas y hago un llamamiento al PSN para dotar a la Comunidad de esa estabilidad que necesitamos más que nunca en estos momentos de grave crisis económica«. Así que la presidenta, como si Catalán hubiese sido presidente, pujará por el PSOE navarro. Veremos qué prefiere Rubalcaba y qué prefiere Jiménez; de momento, en el valle de Egüés ya han elegido a los abertzales en vez de a UPN. Y es que la progresiva legalización-negociación con ETA pone las cosas cada vez más caras para UPN, ya que para los abertzales todo es ganancia y las querencias del socialismo más atávico son conocidas. La moción de censura abertzale en el Parlamento de Navarra sólo podría prosperar si el PSOE tuviese las excusas necesarias para aprobarla… pero como en el caso de Egués, los escándalos latentes pueden proporcionar esa razón extrema que por ahora no se ve. Sólo por ahora, ya que no queda ninguna razón ética o de principios.
Quien no gana es, ahora, el Partido Popular. Dice el PP de Navarra que «está dispuesto a llegar a acuerdos«, pero el verdadero problema es que ni sus resultados de 2011 ni sus previsiones actuales, probablemente menores, bastan para formar ninguna mayoría con UPN. Santiago Cervera, enzarzado ahora con el juez Fermín Otamendi Zozaya pero responsable en su momento de aquel modelo de implantación de su ex partido, no es el culpable del mal crecimiento de la criatura, sino símbolo él mismo de un sistema que sigue básicamente igual tras lo de la muralla. Unos tienen quesitos hosteleros y otros admiran a Pedro Arriola, todo con tal de no tener demasiados principios permanentes. Por supuesto que con un gran partido de derecha nacional operativo en Navarra todos los juegos cambiarían, pero no se da el caso, y a día de hoy el PP queda relegado aunque muy otras eran las metas conocidas de Cospedal.
Al día siguiente de la victoria, todos los problemas pendientes siguieron donde estaban. Todos los escándalos, en distintas fases de desarrollo, están en marcha. Todas las tribus y banderías en todas las siglas, especialmente de centroderecha pero no sólo, siguen tozuda y ciegamente. Miguel Sanz tiene razón, «el partido está dividido y hay que restañar muchas heridas, algunas profundas«. Y no sólo el suyo. Quizá la cuestión es armarse de valor para cambiar los nombres y las caras de la primera, segunda y tercera filas, sin excepción, y asumir la posibilidad de un pase purgativo por la oposición. Al final, de qué sirve que gobiernen «los nuestros» si, ilegalidades aparte, terminan haciendo lo que decía el programa de «los otros», o lo que dejaron hecho décadas atrás, y todo se justifica en un «que vienen los vascos». Pues si han de venir que vengan, que mejor es ver Navarra invadida por un tiempo que enfangada para siempre en una pocilga política tan elaborada.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 25 de marzo de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/amiga-cospedal-gano-pelos-ahora–127972.html