El día de fiesta de la ETA y su sórdido «espacio de negociación»

Por Pascual Tamburri, 29 de marzo de 2013.

ETA no se disuelve y está en las instituciones. Si no hay ‘proceso de paz’, es el momento para anular política y militarmente la banda. Si lo hubiese, Rajoy explicaría por qué.

Solemos olvida qué y quién fue Sabino Arana, el fundador del nacionalismo vasco, el racista de una raza que no era (ni es) tal, el propagandista de una lengua que no hablaba como propia, el ideólogo capitalista y burgués de un separatismo nacido del resentimiento en aquella Restauración. Solemos olvidar que antes que todo eso y mucho más que todo él se consideraba un católico, un católico furibundo, un ultramontano intransigente una de cuyas principales razones para la independencia era preservar la supuesta pureza religiosa de los vizcaínos. Y de las muchas cosas, en general malas, que Sabino Arana nos dejó en herencia una fue esa identidad paleoreligiosa del nacionalismo; algo que cada año podemos ver en su Aberri Eguna, que coincide con la Resurrección de Jesús. Profundamente lógico para quien crea que los vascos no sólo son una nación, sino además la «nación» predilecta de Nuestro Señor. Europa, Pascua de 2013 (y aún hay clérigos que juegan a las casitas con esta gente).

Hace unos días –la semana previa al Aberri Eguna siempre es intensa- la ETA nos ilustró con un comunicado protestando contra nuestros gobernantes porque «deshacer el espacio de diálogo y negociación fijado hace tiempo» sería «un paso atrás que atrasa y dificulta la resolución de conflicto«. Nótense las claves de los asesinos: conflicto, negociación, continuarlo. Pero sólo se continúa algo que existe, con lo cual se dice en público que habría una negociación o diálogo en curso. Sólo se negocia entre iguales o al menos con un mutuo reconocimiento, de modo que el simple hecho de negociar o dialogar el Estado con terroristas y sus defensores sería una victoria para éstos (de la que ETA, obviamente, tendría razón para presumir). Y sólo hay un conflicto, cuando una de las partes es soberana como lo es España, con su Estado y sus leyes, cuando la otra también lo es; una guerra es, por ejemplo, es un conflicto. Un delito (mil asesinatos, por ejemplo), no constituyen un conflicto sino un supuesto penal.

ETA dice y hace lo que siempre ha dicho y hecho; no es preocupante, no es novedoso. Lo significativo es que se hable impunemente de espacios de diálogo en el mismo sentido que hace un tiempo se hablaba de procesos de paz y nadie por la otra parte lo niegue, más que con las palabras, con los hechos. Hechos, hechos, puesto que ETA sigue existiendo y su mera existencia es delito. Hechos, además, bastante sencillos de constatar; ya que lo de Noruega no ha terminado de cuajar (parece… aunque tampoco se ha dicho con toda la claridad y contundencia posibles), el único lugar para cualquier miembro de ETA es la cárcel (por mucha pena que Thierry le dé a Pernando Barrena), con el cumplimiento íntegro de las penas. Y recordando que, en efecto, no sólo matar, secuestrar, torturar, robar y destruir son delitos, también lo es pertenecer a ETA, colaborar con ella o hacer su propaganda de cualquier forma. En este Aberri Eguna húmedo y tan poco católico ya (aunque los jeltzales se lo montan por su cuenta para poder comulgar antes, y con Sortu y Bildu van en procesión unos cuantos meapilas de misa, cilicio y rosario diarios… de los que hablaremos otro día), la resurrección, que ellos querían que fuese de la facción juvenil de su banda, debería ser la de la ilegalización sin contemplaciones de todo el tinglado.

En cuanto a Navarra, nunca las cosas han sido tan claras y a la vez tan difíciles como ahora. Claras, porque ETA sigue existiendo y sigue teniendo uno de sus objetivos irrenunciables en la inclusión de la hoy comunidad foral en el futuro Estado vasco independiente y socialista. Y porque ETA, además de existir, sigue armada y armándose, lo cual redimensiona en general y en particular el valor de su «alto el fuego unilateral«. Apoyar a ETA o a los etarras de todo tipo y condición implica compartir ese plan para Navarra; pactar políticamente con ellos, activa o pasivamente, también. Así que sabemos claramente, respecto a Navarra, que todo acercamiento a las fuerzas abertzales más o menos unidas o desunidas es o sería un acercamiento a ETA. Puede que el PSOE de Roberto Jiménez sí quiera recorrer ese camino; pero personalmente lo dudo, porque muchos de sus mismos afiliados y votantes no querrían pagar semejante precio por volver al poder. La claridad de ETA aclara pues las cosas. Aunque éstas siguen difíciles, en la medida en que seguimos teniendo un Gobierno provincial débil en el Parlamento y de bases políticas resquebrajadas. Pero no creamos que la dificultad y la debilidad nacen del alejamiento de Jiménez (que no tiene otro sito donde ir), sino más bien de la división y el personalismo en el centroderecha navarro. Que es, en este entorno más que nunca, lo que hay que arreglar.

No hay «espacio de diálogo» con unos criminales. Si lo hay, es también ilegal además de sórdido, soez y maloliente, y convierte en colaboradores de la banda resucitada a todos los que participen en él. Y si la legalidad ha cambiado o va a cambiar para dar espacio a los terroristas y sus amigos –los dioses sabrían a cambio de qué- es imprescindible que los españoles sepan de inmediato con qué razones y con qué límites se haría eso. Antes que nadie, por supuesto, los navarros tienen derecho a saber a qué diálogo quieren referirse los encapuchados. Y a actuar en consecuencia.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 29 de marzo de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/fiesta-sordido-espacio–128036.html