El peligro populista, de Perón a Chávez y de Seineldín a Bergoglio

Por Pascual Tamburri, 1 de abril de 2013.

Desde el dictador Rosas al papa Bergoglio pasando por Perón y Seineldín, Argentina ofrece ejemplos de síntesis sorprendentes. Justo lo que más parecen temer los poderosos de hoy.

Juan Domingo Perón dijo algo así como que siglo XXI encontraría a los hispanoamericanos ´unidos o sometidos´. Pues bien, entrado ya el siglo, en 2013 la mayor parte del hemisferio está, decididamente, sometido. Pero no sin matices, ni excepciones, ni atisbos más que firmes de novedades. El capitalismo económico, el demoliberalismo político y el progresismo cultural no tienen alternativas totales, y menos en eso que en Washington llaman ´las Américas´. Cuba, bajo la dictadura comunista castrista, sigue empecinada en someterse a un mundo que ya no existe. Hugo Chávez y quizás otros como él han buscado (sinceramente o no) fórmulas intermedias y originales de organización, probando y seguramente equivocándose en nuevos puntos de equilibrio que eviten algunos de los problemas del sistema político y social imperante sin caer en todos los del socialismo soviético.

A esa exploración se la llama a menudo populismo; un nombre sustancialmente despectivo que ya se usó en su momento contra el peronismo argentino, y que frecuentemente sirve también para abarcar a los distintos movimientos de protesta en varios países americanos o no, dispares en el fondo y en las formas, coincidentes sólo en dar cabida a ese descontento popular con cómo son las cosas en 2013. Con la muerte de Chávez ha crecido el interés exterior por los populismos, que a veces se presentan como una amenaza global al orden establecido.

Que sean o no un peligro, y que tengan o no un contenido ideológico real, es algo que no nos toca estudiar aquí; ha prometido hacerlo, como siempre sin complejos, el profesor Marco Tarchi en el próximo número de Diorama Letterario, y sin duda será más interesante compartir su análisis. Lo que en cambio sí es noticia e interesa comprender para comprender este 2013 es qué tienen en común personas y movimientos tan distintos, y qué hace que precisamente en este mundo en crisis (crisis antes política y cultural que económica, salvo en los análisis más cerradamente materialistas) surjan populismos tan `preocupantes´.

Hace muy poco se ha traducido en España una reflexión de Alain de Benoist sobre el fin del mundo tal y como lo hemos conocido en los siglos XIX y XX. «Sí, ese mundo tenía sus defectos y a veces era un mundo horrible, pero la vida cotidiana de gran número de personas fue por lo menos regulada por una serie de significados proporcionados por puntos de referencia. A modo de recuerdo, ese era un mundo todavía familiar para muchos de nosotros. Algunos lamentamos su fallecimiento. Pero ese mundo nunca volverá«. Para el francés, el mundo ha cambiado en todas sus dimensiones, y en todas ellas asistimos a la normalización de la lógica del mercado como única lógica posible. Muerto el comunismo, sólo el mercado otorga legitimidad y desaparecen hasta las apariencias de otras legitimidades. Según de Benoist, «en un tiempo como el nuestro, hay cuatro tipos de personas. Están aquellos que conscientemente desean hundirse más y más en el caos y la oscuridad. Hay quienes, lo quieran o no, siempre están dispuestos a soportar cualquier cosa. Luego están también los dinosaurios de derecha que viven alrededor de la situación actual a modo de lamento. Desde lloriquear hasta las conmemoraciones, se imaginan que pueden traer de vuelta el viejo orden, lo que explica sus constantes derrotas. Pero también hay quienes anhelan un nuevo comienzo. Los que viven en la oscuridad, pero no son de la oscuridad, es decir, aquellos que se esfuerzan por resucitar la luz. Los que saben que más allá de lo real, también existe la posibilidad«. Pues bien, por una u otra razón ajenos o reacios al mundo nuevo del Mercado, los populistas no son ni sumisos a él, ni nostálgicos de pasados que jamás volverán, sino hombres y mujeres que asumen vivir el presente y se plantean construir un futuro distinto desde él. Y los hay altos y bajos, mejores y peores, acertados o fallidos; y los hay también que se sirven del ropaje populista para disfrazar una simple nostalgia soviética. Pero hay, qué duda cabe, populistas – y un debate no pequeño entre ellos mismos.

Pueden buscarse precedentes al populismo desde Sodoma y Gomorra hasta nuestros días, pasando como decíamos por Perón o por Nasser en el siglo XX. No creo personalmente que la realidad del chavismo, y menos aún su reflexión política, sean lo más rico del ´populismo´, suponiendo que éste exista. Al fin y al cabo, Chávez empezó como golpista fallido contra Carlos Andrés Pérez, el amigo de Felipe González; un golpista sin contenido ideológico explícito, y sin ninguna aureola previa de héroe. Si hay un populismo con sustancia en Hispanoamérica éste es aún, al menos el más elaborado de ellos, el argentino. Un país, por lo demás, que también está ahora de actualidad.

Antes que Chávez, con metas más claras que éste, con un sustrato ideológico sin duda variado y contradictorio pero mucho más trabajado, salieron a la calle primero Aldo Rico en la Operación Dignidad de 1987 y luego en 1990 el coronel Mohammed Alí Seineldín. Con el peronismo clásico a sus espaldas (y con poco que ver con Cristina Fernández), intuían la necesidad de un pensamiento nacional, de una reformulación de la justicia social y de una alternativa contra el mundialismo. No lo lograron desde luego, pero son semillas y ejemplos de eso que podemos llamar ´populismo´, que es a día de hoy más una inquietud, una desazón ante la incómoda realidad del presente que una doctrina articulada. Si existe, ¿hacia dónde irá? No nos es dado saberlo, más allá de que ni quiere ir hacia el capitalismo que ya vivimos ni puede ir hacia pasados que ya no existen.

Un descalificación ampliamente usada contra los ´populistas´ (a menos que se declaren socialistas, o incluso si lo hacen), es la de ser retoños del fascismo. Ya se ve que este ´cadáver´, a diferencia del de Chávez, se conserva muy bien a los 70 años. Paradoja de paradojas… «Defender la patria y los valores tradicionales es para la izquierda fascismo. Preservar y promover la equidad social como parte de esos valores y como pilar de la patria, es también fascismo para la derecha liberal. Conclusión: estamos rodeados de fascistas y nosotros sin enterarnos«. ¿Es el populismo algo nuevo o «el fascismo avanza por doquier«? La verdad es que la respuesta clásica de los neofascistas más ortodoxos no dejaba lugar a dudas. Reaccionaba Adriano Romualdi con «una precisión para ciertos mitómanos del proletariado, llegados por casualidad a las filas fascistas y que, por falta de una sensibilidad ideal, parecen no darse cuenta de que todo pathos social y populista está en abierta contradicción con el ethos heroico, autoritario, jerárquico del verdadero Fascismo. El Fascismo cree en la justicia social entendida como justa superación de todo arbitrio y anarquía económica bajo el signo positivo del Estado. Pero eso es incompatible con el llamado socialismo nacional, si con este término se quiere entender un ideal escuálido, insignificante y pequeño burgués«. Y aún más agesivo fue el barón Evola, para quien sólo «con este criterio [evitar el populismo y el socialismo] el Fascismo habría podido ser una tercera fuerza, una tercera posibilidad europea opuesta tanto al comunismo como al capitalismo«. Así que nada de fascismo clásico en el populismo del 2013, que tantos miedos genera.

Bien es cierto que el fascismo del XX fue una realidad multiforme, poliédrica, sorprendente y contradictoria, una síntesis aparentemente imposible de cosas incompatibles que buscaba algo que también buscan los populismos del XXI (una salida de una realidad que se reconoce pero que se rechaza). En este sentido, sin estar claro ni que exista ´el populismo´, ni que sea una ´amenaza´, sí es cierto que hay un cierto sustrato cultural, en sentido amplio, que decididamente en parte no es el de la corrección política a día de hoy vigente. Vivimos un tiempo incierto, de cambios seguros pero de horizontes aún ocultos; somos hombres nacidos en el XX que vemos atisbos de un XXI muy diferente. Un XXI tan sorprendente como para que pueda volverse a decir algo tan heterodoxo como esto: «patria supone soportar lo recibido no para guardarlo en conserva sino para entregarlo íntegro en su esencia pero crecido en el camino de la historia. Patria necesariamente entraña una tensión entre la memoria del pasado, el compromiso con la realidad del presente y la utopía que proyecta hacia el futuro«. Y que lo dijese no Seineldín, no Perón sino… el cardenal Jorge Mario Bergoglio ¿un peligroso populista también?

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 1 de abril de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/peligro-populista-peron-chavez-seineldin-bergoglio-128083.html