Miquel Roca, cooperador necesario de una familia que vive del pasado

Por Pascual Tamburri, 8 de abril de 2013.

Se aferran a la nostalgia de la Transición para salvar la Corona. Pero llamarse Borbón ya no es ninguna garantía, en parte por una crisis nacida de la misma Constitución.

La vida de un Rey puede ser muy dura, pero no tiene por qué serlo. Don Juan Carlos de Borbón, nacido como hijo de un ex Infante (voluntario frustrado en la España nacional) y como nieto de un ex Rey (ampliamente responsable de aquella República y de sus consecuencias), lo sabe bien porque ha vivido todos los matices del caso y lo ha hecho en una familia que desde Fernando VI nunca ha terminado de arraigar en España. Muchas personas le han rodeado a lo largo de su vida. Muchos de ellos han demostrado (antes o después) ser aduladores, corruptos o simplemente amigos sólo para los momentos de gloria y prosperidad. ¿En quién puede confiar el Rey, y para qué, en un momento de crisis total, y no precisamente económica?

El Rey no puede ya confiar en quien lo designó –Francisco Franco en uso de sus poderes como Jefe del Estado y en aplicación de las leyes entonces vigentes- porque está muerto, y con él aquel mundo político del que sólo queda, precisamente, el Rey. Ante los medios de comunicación y como verdad oficiosa durante décadas, el Rey ha gozado de un gran apoyo popular entre los españoles, tanto en el pueblo en general como entre los intelectuales, los comunicadores y los personajes socialmente relevantes. Ese sustento popular y social se está deshaciendo en estos meses y estas semanas. Muchos, desde Gabilondo a Zarzalejos y de Intereconomía a El País, hablan ya sin reparos de abdicación. La gente normal va más allá, puesto que nunca el apoyo al Rey y a la Corona ha sido tan bajo; nunca, ni cuando Franco impuso la creación de esta monarquía nueva, ni cuando ella misma quiso olvidar su origen. Casi peor que tener pocos defensores es ver que entre éstos los jóvenes son muy pocos. Y eso no se arregla, como ha hecho el Gobierno de Mariano Rajoy, suprimiendo la valoración del Rey de las encuestas del CIS.

Sin legitimidad de origen ni apoyo popular masivo, al Rey le queda la fuerza de su utilidad, hacerse útil y recordar su utilidad pasada. Pero la verdad es que a los españoles, en general, o les aburre o no les interesa ni el mérito del Rey en traer esta democracia en 1978 ni su (problemático) heroísmo defendiéndola en 1981. Muchos jóvenes que nacieron mucho después de esas fechas piensan hoy que no hay mérito en haber creado y salvado un sistema que nos ha traído donde estamos. Con las instituciones, la política, la sociedad, la economía y la cultura españolas en crisis; con su propia familia abierta en canal; y con pocas amistades sinceras y reales, hay que reconocer que la posición de don Juan Carlos es muy difícil.

Se creyó que después de Manuel Prado y Colón de Carvajal lo de las amistades no podía ir a peor. Diego Torres se ha empeñado en probar lo contrario, para intentar no pagar él culpas ajenas. No es desde luego el único, ni el único problema. Ya no es una cuestión legal, puesto que hagan lo que hagan los Tribunales (y haría bien el ministro de Justicia en no pecar de cortesano) la mayoría de los españoles –esos que ya no son juancarlistas– creen que Iñaki Urdangarín delinquió, que lo hizo con la cooperación de su esposa Cristina y que de un modo u otro tanto la Casa Real (algunos de sus miembros sin discusión) como el mismo monarca colaboraron en asuntos del Instituto Nóos y zonas limítrofes. Zonas, por lo demás, minadas.

Los devotos de la dinastía recuerdan que, según la Constitución firmada por don Juan Carlos en 1978 «la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad«; pero olvidan a menudo recordar que en realidad casi todos sus actos necesitan refrendo político (por eso es irresponsable), excepto al dictar testamento y al gestionar su Casa. Y en una democracia como ésta, que es como él y sus amigos de entonces la quisieron, casi lo de menos es si hay condenas y quién es condenado: salvo una convulsión ahora mismo impensable, para los españoles del siglo XXI se siguen acumulando motivos de desconfianza moral, financiera, política y humana en una persona y una institución cada vez más aisladas.

Y no es que él mismo actúe con mucha habilidad para mejorar las cosas. Está claro que como padre tiene que ayudar a su hija Cristina ahora que está imputada, y obviamente elegirá según su criterio el mejor abogado y la mejor estrategia de defensa, que pagará con los medios de los que libremente dispone (que no son los de su pecunio privado). Pero quizá no sea lo más acertado, por varias razones, que la defensa de la duquesa de Palma se encargue a Miquel Roca i Junyent.

Roca, desde luego, goza de la amistad real desde hace muchos años. Durante la Transición fue diputado de CDC en Madrid, ejerció de puente entre la política nacional y el nacionalismo y participó en la redacción de la Constitución. Pero esa relación y ese prestigio, ¿ayudarán o complicarán a doña Cristina? Roca es corresponsable del sistema que disfrutamos, y específicamente de dos de las cosas más discutidas, como son el título II relativo a la Corona y el VIII sobre el que se crea este «Estado de las autonomías»; asuntos polémicos y costosísimos que a nadie dejan indiferentes, y que justamente en ese juicio si llega a haberlo van a debatirse. Su prestigio es indiscutible en la casta política y dentro de la neo oligarquía imperante, pero ni en lo popular ni en lo legal está dicho que su intervención ayude a salvar ni a la infanta ni a la institución. Eso sin considerar que también Roca ha intervenido en negocios, con más éxito en los mercantiles que en los políticos, como ha recordado aquí Manuel Ortega (ya en tiempos de la «operación Roca» el Rey demostró preferir suarismo, socialismo o reformismo antes que dar paso a AP…). El tiempo dirá, pero la elección de Roca dice mucho sobre la visión de las cosas del Rey, un hombre solo que no puede abdicar y que mira a un pasado que ni volverá ni los españoles idealizan ya.

Hay que entender cómo es una democracia moderna. Es probable que la infanta, si finalmente es imputada, sea incluso absuelta por los tribunales, pero la cuestión no es jurídica sino popular. Se trata del impacto de las cosas en la opinión de los españoles, que son los que deciden. Es algo, para entendernos, como lo que cuenta David Rocasolano sobre un aborto de la princesa de Asturias en la clínica Dator, algo que no es delito en esta España (con la firma de don Juan Carlos) pero que no por ser legal va a dar muchos apoyos a la Corona ni al heredero de ésta. O como lo que con bastante fundamento se analiza sobre la tardía conversión en navarro fiscal de don Juan Borbón Battenberg, una maniobra legal en 1993 pero no por eso muy estética ni entonces ni 20 años después. A la Corona le han sobrado malos amigos siempre y le han faltado buenos gestores de sus bazas políticas, sociales y comunicativas. La amistad de Qatar es un error más de imagen. Ahora mismo la cuestión es si Miquel Roca sabrá hacer lo más importante, que no es ganar el pleito sino ganar tiempo. Lo que nadie espera de él es una inmolación personal como la del marqués de Santa Cruz de Rivadulla.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 8 de abril de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/miquel-roca-cooperador-necesario-familia-vive-pasado-128216.html