Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de abril de 2013.
El pasado contado con ideologías actuales es simple manipulación. Pero la historia usada honestamente puede crear buena literatura. Sólo algunos tienen el privilegio de haberlo entendido…
Mikel Zuza Viniegra. Libro de horas. Pamiela, Pamplona, 2012. 144 pp.
Jesús María Ruiz Vidondo, 1512-1521. Aspectos militares de la anexión de Navarra. Aportación de la Provincia de Guipúzcoa, el Señorío de Vizcaya y las Hermandades de Álava a la conquista de Navarra. Prólogo de S. Napal Lecumberri. Revisión de Jesús Tanco Lerga y Juan José Lacosta Gabari. Diseño e imágenes de Javier Gil de la Puente y Santiago Casal. Evidencia, Pamplona, 2012. 90 pp. 15,00 €
La historia es, más por tradición que por desgracia, campo de batalla. Lo es porque seguramente así debe ser: consecuencias distintas dan lugar a disputas a menudo eternas. Y a eso se suman, cómo no, los recelos, envidias, disputas y peleas de todos los grupos. Y eso que no es un grupo cerrado: en España en especial casi cualquiera puede llegar a ser llamado historiador. Lo que no dice mucho de nuestro actual modelo de Facultad.
Dice mucho menos aún de los que nunca las han frecuentado, o no debieron frecuentarlas, y carecen de la visión general que, nos dijeron, el oficio requiere. Maestros, políticos y periodistas imperan, no ya en la divulgación, lo que tiene sentido, sino con variadas ínfulas de investigadores, no siempre justificadas. Es el triunfo, también en esto, de un localismo engreído y miope, una satisfacción que impide mirar más allá del monte o del río, que hace que cada pequeña comunidad se sienta el centro del mundo y tenga su propio narrador, llamado historiador, y sus propias leyendas, intocables.
Esto no es culpa del nacionalismo, pues se extiende a casi todos los rincones del país y está entre nosotros desde antes de Prat de la Riba o de Sabino Arana. Eso sí, el nacionalismo ha combatido mucho y bien la batalla de la historia, y ha usado sin prisa y sin recato desde el siglo XIX todos los recursos disponibles. Han creado mirando a largo plazo una ´memoria´; no es que sea una interpretación opinable de unos hechos ciertos, es que muchas veces los hechos que manejan son opinables, o directamente invenciones, y callan otros. Pero tampoco es culpa suya: tienen una convicción política, ven aquí un recurso eficaz para crear nación y construir voluntades, y lo han hecho. En las últimas décadas, además, han conseguir un peso académico e institucional que no tenían; y lo han conseguido tanto por su esfuerzo y su mutuo apoyo del que sobran ejemplos como por la dejación, la rendición o el egoísmo de los supuestamente llamados a detenerlos. ¿Pero cómo va plantarles cara alguien que viva en el mismo piso de Rafa Larreina ;)?
Además de lo académico, y antes, triunfan en divulgación y un ejemplo evidente es lo que ha pasado en 2012 en Navarra y en el resto de España. Nadie ha hablado del Compromiso de Caspe, menos de los Arapiles, poco o muy poco de las Navas de Tolosa (sí, sí, mucho Sancho el Fuerte… pero las iniciativas y subvenciones no han ido ahí). Eso sí, la guerra de 1512 se ha conmemorado, a menudo con dinero directa o indirectamente público, casi enteramente a gusto del nacionalismo vasco. Por supuesto que hubo posiciones universitarias y de altísimo nivel sólidamente en contra, como las de Alfredo Floristán, Isabel Ostolaza o Ignacio Panizo y ahora Jesús María Ruiz Vidondo. Pero la imagen social de esa parte del pasado ha quedado en manos de los nacionalistas, y su gestión de los medios ha sido brillante, con muy escasos intentos de respuesta, y de ellos demasiados recurrentes en viejas formas, manías y contenidos y sólo alguna joven brillante y atrevida que otro día comentaremos. Diario de Noticias y Pamiela con la colaboración de autores de perfil tan distinto y plural como Roldán Jimeno, Gregorio Monreal, Aitor Pescador, Pedro Esarte, Álvaro Adot, Peio Monteano o Tomás Urzainqui, colaboradores habituales del periódico y de la editorial, y no sólo, acaban de ofrecer en una serie de libros la versión que de aquella parte del pasado, y del final de la Edad Media, prefiere el nacionalismo para Navarra (Navarra 1512, la historia recuperada). Algo interesante es señalar que el nacionalismo, antes directamente pensando en absorber la Navarra del siglo XX en su proyecto, en el siglo XXI prefiere adular a los navarristas y fomentar una identidad navarra propia, navarrista-navarrera pero marcadamente antiespañola. Sin por ello hacer mejor historia, pero sí indudablemente dadas las circunstancias mejor propaganda política.
En medio de ese panorama y en esa misma colección, bien presentada y a su manera interesante, hay lo que podríamos llamar una flor en el desierto. Continuando con sus Crónicas Irreales del Reino de Navarra Mikel Zuza Viniegra, que es historiador y de historia sabe aunque no viva de serlo, no entra en la polémica nostálgico-política sino que hace buena y amena literatura ambientada en el pasado. En el pasado real del Libro de Horas que Zuza publica hay de todo menos resentimiento o pretensión de construir el presente desde un pasado imagina. Acompañado una vez más de sus amigos Carlos de Viana, Juan II de Aragón, los reyes Catalina y Juan de Albret, Fernando el Católico, y hasta Germana de Foix, Mikel Zuza despliega ironía, pasión y sentido común que nos devuelven el gusto de leer. Desde el conocimiento a menudo exquisito de los detalles del pasado, esos rincones que demasiado a menudo hemos dejado para los eruditos locales, Zuza sitúa en él personajes y tramas de ficción. Cuentos e historias en los que no se oculta su opinión sobre el pasado, pero con dos enormes virtudes. Ante todo, es buena y amena literatura, bien escrita. Además, respeta la amplitud y verosimilitud del mismo pasado, que usa a su gusto pero no pretende definir rígidamente; agramonteses y beaumonteses no son catalogados ni usados sin escrúpulos como «buenos» y «malos» antecesores de los proyectos de hoy. Por último, es prudente en cuanto a sus propias certezas y las de los demás, sabiendo que no todo lo que sabemos, creemos saber o ignoramos sobre el pasado tiene ni la importancia ni la veracidad, pasa bien o para mal, que nosotros mismos creemos.
Este libro nos muestra a un buen escritor de ficción que es a la vez un buen, y por tanto humilde, historiador. Relatos históricos que no pretenden hacer historia sino usar para bien y no para mal, para ilusionar y no para zaherir, una parte del pasado y una parte del conocimiento que de ese pasado tenemos. Recordábamos aquí hace un tiempo la opinión sobre el pasado del profesor Franco Cardini, para quien «narrar los acontecimientos… del reino de Navarra utilizando conceptos del tipo ´conquista´ u ´ocupación´ española es más y peor que simplificar o confundir: Crea una barrera casi insuperable para la comprensión no ya antes de que se formasen los Estados nacionales, sino más bien sin que existiesen, cuando eran sólo uno de los muchos futuros posibles para el futuro de la organización política del continente«. Y es algo que Mikel Zuza hace con agrado y elegancia, para el lector y supongo que para él mismo: escéptico como es justo, sabe que la Navarra de aquellos tiempos ni era nación ni era Estado, y nunca lo fue… y en general que aplicar al pasado los conceptos y prejuicios del presente, o peor aún los que pretendemos imponer para el futuro, no sólo crea falsedad histórica sino aburrida, enfadada y rústica literatura que no fascina. Y ésta sí lo hace.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 19 de abril de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/ironia-pasion-sentido-comun-devuelven-gusto-leer-128420.htm