El hombre que quería llegar lejos y aún no es perdonado

Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de mayo de 2013.

El aniversario de la derrota nazi estimula nuevas investigaciones y ediciones, y una pregunta siempre sin respuesta. ¿Cómo fue posible? ¿Sería posible en otras circunstancias algo similar?

Ian Kershaw. Un amigo de Hitler. Inglaterra y Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial. Traducción de Yolanda Fontal Rueda. Península, Barcelona, 2013. 464 pp. 25,90 €.


Hans Fallada [Rudolf Wilhelm Friedrich Ditzen]. El hombre que quería llegar lejos. El gran sueño de un hombre, las mujeres de su vida y el precio del dinero. Traducción de Rosa Pilar Blanco. Maeva, Madrid, 2013. 656 pp. 22,90 €.

Leer, escribir, investigar y pensar a golpe de aniversarios y eventos mediáticos es uno de los peores vicios de nuestro siglo. Parece sin embargo inevitable, y al menos esta costumbre evita que algunas partes de nuestro pasado sean condenadas por la investigación histórica y por la ficción literaria al olvido. En todo caso, cada mes de mayo Europa recuerda oficial y oficiosamente la derrota del III Reich, convertida en suceso fundacional de la nueva Europa de la que disfrutamos aún hoy. El tema tiene siempre una enorme popularidad entre los lectores, y en consecuencia los editores y los escritores le dedican un interés que otros periodos históricos no suelen merecer. Aunque las décadas pasan, la cosa va a más, quizá porque nuestra Europa sigue remitiéndose a aquel momento para explicarse a sí misma. Así que tendremos que mirar allí para entendernos a nosotros mismos.

El profesor Ian Kershaw escribió hace ya bastantes años su monumental biografía de Adolf Hitler, que tradujo y publicó Península en España. En Kershaw, con todos los matices que se quiera añadir, continúa una larga tradición británica de investigación honesta, documentada y objetiva, que tanto ha hecho por impedir el dominio mundial de las escuelas estructuralistas y marxistas y sus prejuicios. Obviamente su Hitler es muy distinto del de David Irving, del de Alan Bullock o del de Werner Maser, como diferentes son sus fuentes, pero el intento de situarse en la época, en el lugar y de evitar obsesiones es similar. A Kershaw debíamos ya, además, una síntesis breve y eficaz de la ideología nazi. Península nos facilita ahora una edición de algunas de las monografías de Kershaw sobre historia nazi, dando respuestas a algunas de las preguntas que siempre se hacen a los historiadores.

Rozando lo ucrónico, por ejemplo, ¿qué hubiera pasado si Hitler hubiera encarado su guerra sin el objetivo de exterminar la población judía europea? ¿O si realmente lo hizo así? En sus Decisiones trascendentales Kershaw buscó una respuesta científica a cada una de las preguntas cruciales de los años 1940 y 1941, de las que ésta es sólo la más veces repetida. ¿Quién y por qué perdonó la vida a las Fuerzas Armadas británicas en Dunkerque y su secuela? ¿Era o no sincera la alianza con Stalin? ¿Por qué nunca se recuerda que fue Hitler el violador del Pacto Tripartito, al negociar con la URSS a espaldas de Italia y de Japón? Difícilmente podía esperarse, después del abandono de 1939, que Japón desperdiciase en 1941 su «oportunidad dorada», con la Royal Navy empantanada y la US Navy a la intemperie. ¿Las decisiones de Hitler fueron ideológicas o sólo nacionalistas alemanas? Quizá entender al canciller sirva para entender al país tantos años después.

Ian Kershaw ha hecho lo posible por entender a Hitler, ofreciendo sobre todo información de primera mano que da lugar a una comprensión sorprendente del momento. En El final, Alemania 1944-1945, también recién editado, el británico ahonda en el hundimiento del régimen nazi y en los aspectos humanos de aquellos meses, meses fundamentales porque marcaron la vida de Europa y del mundo hasta hoy. Es seguro que Alemania no luchó por destruir el Imperio británico ni el dominio europeo del mundo, pero lo logró, tanto como el eclipse, ahora terminado, del poderío germano en el mismo continente. Alemania pudo conseguir otro final y luchó por él, pero los norteamericanos, por voluntad de Roosevelt y cortoplacismo de Churchill, crearon un monstruo comunista transcontinental que podría haberse evitado. En todo caso, cómo murió el nazismo permite comprender muy bien, entre otras cosas, su personalidad y sus orígenes.

Millones de personas murieron aunque sabemos que sus muertes podrían haberse evitado. En Un amigo de Hitler, Kershaw analiza las relaciones entre Inglaterra y Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial a través de la correspondencia y las relaciones de lord Londonderry. Un magnate conservador, militar de carrera, marqués, terrateniente, primo de Churchill y ministro del Aire cuando la RAF fue rehecha para combatir, Londonderry, como muchos otros británicos, no era un nazi en ninguno de los sentidos posibles, del mismo modo en que no lo fue Neville Chamberlain, ni lord Halifax y ni siquiera, a su modo, tampoco sir Oswald Mosley. Rompiendo uno de los viejos tabúes, Kershaw hace ver que había muchos británicos notables en su momento que, sin ser ni germanófilos ni pronazis, creyeron posible evitar una nueva masacre como la de 1914; y esto con dos convicciones firmemente arraigadas, que la historia demostró muy realistas: una victoria británica no era ni mucho menos segura, y sí era más que probable, incluso en caso de victoria, que el precio fuese la destrucción del Imperio. En el fondo, Churchill sabía que tenían razón, y lo sabía la familia real, pero en 1940 consideraron rotos los puentes que Londonderry y otros como él quisieron crear y mantener. ¿Qué habría sucedido si sus sugerencias hubiesen encontrado más prudencia y menos ambición?

Cuando un hombre quiere llegar lejos…

Justamente la ambición y su precio en la vida es lo que Hans Fallada (nom de guerre de Rudolf Wilhelm Friedrich Ditzen) retrata en El hombre que quería llegar lejos. Maeva nos ofrece también en este mayo una colosal obra de ficción, en su primera edición española, que nos lleva al Berlín de las primeras décadas del siglo XX, el escenario de muchas decisiones trascendentales que afectaron a Alemania y al mundo. No fue Berlín la patria del nacionalsocialismo, pero sí uno de los escenarios de su crecimiento y de la formación de sus dirigentes de segunda y tercera fila.

La maduración, éxitos y fracasos de Karl Siebrecht en esta novela no son necesariamente identificables con ningún personaje histórico, pero son un gran drama que permite entender en qué ambiente nació y creció el partido de Hitler. Fallada, novelista de éxito en la Alemania de antes de la guerra, no es innecesariamente cruel y sí se empeña en ser ecuánime y realista. Una sociedad llena de ambiciones y de pasiones hace que muchas cosas, incluso a veces la ética, se sacrifiquen a la codicia. El Berlín de Fallada es el de Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin y es también uno en el que se comprende el juicio de valor sobre el protestantismo y el capitalismo de Max Weber.

No es sencillo leer a Hans Fallada si uno odia lo que cree saber del siglo XX. Sí es en cambio grato y apasionante hacerlo cuando uno aspira a entender un mundo como aquel, que nos es cada vez más ajeno y lejano en el tiempo, pero al que seguimos atribuyendo, año tras año, muchas de las causas de nuestro modo de vivir. El nazismo murió; las consecuencias en las que nació no son, en cambio, irrepetibles.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 3 de mayo de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/hombre-queria-llegar-lejos-perdonado-128687.htm