El 15-M aprisiona al PSOE en un campo de minas dos años después

Por Pascual Tamburri, 12 de mayo de 2013.

Ellos eran los puros, los justos, los indignados. Tanto se indignaron que llevan dos años movilizándose contra todo. Y los socialistas, que esperaban aprovecharse, son los más castigados.

El cálculo de Alfredo Pérez Rubalcaba y su equipo era evidente, de tan sencillo. Con el PSOE alejado de los jóvenes, de los trabajadores y de los perjudicados de la crisis, porque para casi todos estaba claro que la culpa de la crisis la tenían las políticas de José Luis Rodríguez Zapatero, la movilización canalizada en torno al 15-M de 2011 era difícil de gestionar. Había que esperar, esperar sobre todo a que la indignación se volviese contra Mariano Rajoy y el PP, por los inevitables sacrificios que harían falta para salir del atolladero. ¿Y entonces, qué? Entonces, canalizar hacia el PSOE (y manipular cuando fuese posible) esa misma indignación y aprovecharla para volver al poder. El entrismo, un clásico de la izquierda.

Dos años después, el 15-M se le ha ido de las manos al PSOE. Si el descontento de la gente es un quebradero de cabeza para Rajoy, sobre todo por sus problemas de comunicación con sus propias bases y sus votantes naturales, para el PSOE es un drama y para Rubalcaba una angustia cotidiana. El sueño era poderse servir de ese descontento para generar votos y recuperar la popularidad perdida con José Luis Rodríguez Zapatero. Pero el movimiento social indignado es abiertamente contrario al sistema -o eso dice al menos- y no trata tanto de cambiar las cosas como de derribarlas. Algo que puede beneficiar a fuerzas políticas y sociales que están fuera del poder y de las instituciones, pero que sólo puede perjudicar a siglas tan arraigadas y conservadoras como pueden ser los sindicatos UGT y CCOO y el gran partido de poder, el PSOE.

El PSOE, como sabe bien la generación de Rubalcaba y de Griñán y como tiene bien presente la parte mejor formada de la siguiente generación (la de Juan Fernando López Aguilar, para entendernos), es un partido institucional, nacido para conquistar y gestionar el poder y que ha hecho exactamente eso desde la Transición. No es un partido dado a broncas callejeras, ni a propuestas alternativas a las instituciones constitucionales. Claro que a Rubalcaba le gustaría tener el apoyo de los votantes indignados, pero sabe perfectamente que no puede convertirse en una fuerza extremista, radical y descentrada si no quiere correr el riesgo de perder el centro y con él todas sus posibilidades de volver a La Moncloa.

El 15-M ha creado un debate feroz dentro del PSOE. Unos, como Beatriz Talegón abiertamente y como el mismo Rubalcaba en la sombra aunque no tanto, creen que se han acercado demasiado a los movimientos sociales, y que al hacerlo han perdido legitimidad para lo verdaderamente importante y rentable que es la oposición en las instituciones y en las urnas. Pero otros, quizá más para quitar de en medio a Rubalcaba que porque lo crean de verdad, creen que no se ha cuidado lo suficiente a los indignados, y que eso ha permitido que IU crezca con los votos del 15-M.

Las espadas están en alto, pero tendrán que elegir uno de los dos caminos. No elegir, o quedarse a medias, beneficia a corto plazo a la extrema izquierda y a medio y largo, aún más, al PP. Porque el 15-M ha hecho perder votos a Rajoy, pero muchos más a Rubalcaba, y eso hace que el castigo de estos dos años sea para los socialistas.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 12 de mayo de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/aprisiona-psoe-campo-minas-anos-128832.html