El viaje secreto más inesperado se pone de moda

Por Pascual Tamburri Bariain, 21 de junio de 2013.

Huimos de la civilización industrial y nos refugiamos en sus bordes, en sus espacios abusados y en sus desiertos exteriores. Porque no nos basta lo que produce, sino que su vida nos ahoga.

Luisgé Martín. Donde el silencio.Imagine Ediciones, Madrid, 2013. 216 pp. 15 €.


León Lasa. Viaje a la Antártida. Sotavento – Almuzara, Jaén, 2013. 264 pp. 21 €.

Es característico de nuestra cultura, tanto como haber sido capaz de construir gloriosos espacios urbanos, el amor por los espacios vírgenes –alabanza de aldea y menosprecio de corte, en nuestros clásicos. A medida que somos más ricos y desarrollados, a medida que los espacios rurales son menos y están más abandonados, curiosamente de las entrañas últimas de la civilización moderna surgen individuos deseosos de regresar a la vida de nuestros antepasados, y de volver a vivir en ese mundo rural perdido y en esas tierras de nuevo vírgenes o casi tras su abandono. Las fronteras de la civilización son cada vez más atractivas según nos hacemos más y más civilizados.

Mucho antes de nosotros y de los románticos ya hubo filósofos clásicos, y desde luego fue moda en Roma, que buscaron un sentido al regreso al mundo rural perdido y abandonado. Esa frontera interior de nuestro mundo lleva dos siglos creciendo sin cesar, puesto que cada vez la modernidad se ha perfeccionado más según su propia lógica, y por tanto se ha alejado más de la naturaleza. Más aún, cada vez hay más razones diferentes y más tipos humanos diferentes que cultivan las virtudes reales y supuestas de los espacios abandonados (cada vez más) y de los salvajes (cada vez menos). Y esto tanto en la literatura como en la práctica.

«Donde el silencio» de Luisgé Martín nos propone, en la misma España y de la mano de Imagine Ediciones, una serie de retratos de espacios rurales revitalizados y de los pioneros que los han decidido ocupar. Martín viaja, a la vez contando, reflexionando, valorando y haciendo a su modo poesía, entre Ávila y Segovia, de Guadalajara a Lugo, de Asturias a Zamora, y llega a Lacabe, en Navarra. En todos estos puntos de nuestro país, y en muchos más, aventureros contemporáneos de distintos orígenes han encontrado un nuevo horizonte. No sólo han viajado fuera de la asfixia urbana moderna, sino que se han instalado más allá de sus fronteras y tratan de buscar una vida distinta.

Son miles los pueblos de España los que han sido abandonados al convertirnos en un país moderno y supuestamente rico e industrial. Son sólo unas decenas, pero cada vez más, éstos a los que nos hace viajar Luisgé Martín, pueblos que vuelven a vivir, no su vida perdida sino la que buscan allí los viajeros que salen de la rutina y la zozobra en la que quizá sus padres o sus abuelos quisieron probar fortuna. Y no hace falta ser un falso colono en la bella y destrozada Ruesta, uno puede ser un verdadero enamorado de una vida verdaderamente rural.

¿Cuál es la principal diferencia entre ese nuevo-viejo mundo rural y el urbanita? Para Luisgé Martín y para muchos de los protagonistas de su relato, la serenidad, el silencio, la calma. La vida moderna, con todas sus virtudes, tiene un precio; y hemos de entender que no es una herejía huir de ese precio aunque sea pagando el precio alternativo del aislamiento, de la inaccesibilidad, de la supuesta pobreza. Hace mucho que hay aventureros y rebeldes en estos pueblos, pero desde luego la crisis los hace más atractivos y hace más comprensible la escapada. No hemos educado a las últimas generaciones para que valoren las ventajas de los pueblos ni para que vivan en ellos, pero sí saben, quizá por instinto, comprender la riqueza y los méritos de los pueblos antes abandonados o de los espacios nunca ocupados.

Un viaje a uno de los últimos confines del planeta

El desarrollo industrial nos ha hecho identificar ciudad y normalidad, pueblo con marginalidad y los límites de los espacios ocupados, directamente, con algo anormal y peligroso. Sin embargo, del mismo modo que los pueblos se vuelven a ocupar porque volvemos a entender su riqueza no necesariamente económica, los extremos el mundo aumentan un atractivo que nunca han dejado de tener. Europa y América han sido cuna de viajeros y exploradores durante milenios, viajeros por el placer de viajar, de conocer, de descubrir, no por lucro sino por reto. Aún hoy las altas cumbres, Siberia, los desiertos, la Patagonia, la estepa de Kazajistán, la selva del Amazonas, crean en los europeos una inevitable expectación. No son «nuestros», pero entendemos que de nuestra sociedad salgan, y nunca dejen de salir, aventureros que acepten el desafío. León Lasa publica ahora para Almuzara – Sotavento, su imagen de cómo la Antártida es aún uno de esos bordes atractivos.

«Los límites. Viajar hacia los límites. Hacia los extremos de un mundo que se comprime día a día, que no sólo se hace más pequeño, sino que, además, se trueca todo él en una tierra conocida, previsible, donde la aventura es casi una quimera y la sorpresa algo que rara vez ocurre. Hace unos doscientos años las manchas blancas en los mapas terráqueos suponían casi la mitad de la superficie del globo. Hoy son inexistentes. Hemos llegado a los confines de nuestro planeta, a todas las rincones. No queda nada. Y aunque, como digo, no es posible ya la incertidumbre, la emoción, la tensión de lo desconocido, si es verdad que todavía restan lugares cuya mera evocación nos produce un atisbo de expectación, de pálpito: podría citar Siberia, o quizá Patagonia, o Kazajistán, puede que el Amazonas. También, la Antártica«.

El relato del viaje de León Lasa a los bordes del continente antártico es también la narración de cómo y por qué nuestro mundo no nos satisface, no nos basta, nuestra cultura al menos va unida a mucho más que la ciudad, el negocio y la opulencia. Así como unos necesitan y recuperan el silencio de lo profundamente rural otros buscan y conquistan la incertidumbre de lo profundamente lejano y de lo profundamente difícil. Y eso hace concebir muchas esperanzas, porque esas tentaciones viajeras revelan que nuestra cultura no ha terminado de morir, que de nuestras filas salen jóvenes que heredan los viejos caminos y que reverdecen las viejas pisadas. Quizá esa tentación, impulsada por la crisis, ignorada por el mercado, necesite sus cantores y sus poetas. De momento, en estos libros y con gran atractivo, ha empezado a encontrar narradores. Porque cantamos al caminar.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 21 de junio de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/viaje-secreto-inesperado-pone-moda-129657.htm