Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de junio de 2013.
Publicado en La Gaceta.
Hace muy pocas semanas el consejero de economía de la Comunidad de Madrid reanimó una polémica que parece eterna, al declarar en público que Navarra –entre otras regiones- disfruta de privilegios. Se armó buena, y de hecho sigue ahí armada: tirios y troyanos se han apresurado a certificar su “navarridad” proclamando que la Comunidad Foral no tiene “privilegios” sino “derechos” históricos bajo el nombre de fueros.
Sea pues. Algo tendrán estos nuestros fueros cuando personas tan diferentes coinciden en arroparse en ellos para calzar sus carreras políticas. Ya no se estudia así, y menos los aspirantes a políticos profesionales, pero un fuero era en la Edad Media y ha seguido siendo después un derecho privativo de alguien. O sea, un ius proprium, es decir, y sin ánimo de ofender salvo al que no entienda, un privilegio.
Un privilegio no es nada malo, o no tiene por qué serlo. Navarra, como casi reliquia de su turbulento final de la Edad Media, conserva en vigor una serie de normas y de leyes fiscales diferentes a las de otros españoles. Fueros, es decir privilegios, garantizados a través de los siglos por líderes hoy tan malfamados como Fernando el Católico y Francisco Franco. No hay que enfadarse, señores políticos de 2013, incluso si son privilegios y desde luego nada tienen que ver con la igualdad legal de los españoles.
Estoy seguro de que Enrique Ossorio no ha querido ofender a nadie al hablar, sí, de privilegios. Y de que está de acuerdo con el parlamentario regionalista Sergio Sayas cuando dignamente anuncia que “el Fuero es nuestra peculiar e histórica forma de ser España”. Es que Navarra es España antes de que hubiese ningún fuero escrito, me temo, y seguirá siéndolo incluso cuando por el camino de la igualdad lleguemos a la uniformidad, una meta posible aunque no segura.
Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de junio de 2013.
Publicado en La Gaceta.