Un invento que cambió la historia y que sigue escribiéndola hoy

Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de julio de 2013.

Con la escritura empieza la historia. La capacidad de transmitir saber de un lugar a otro y de un tiempo a otro sigue maravillándonos, investigándose y generando una espléndida literatura.

Georges Jean. La escritura. Memoria de la humanidad. Traducción de Pilar Guerrero Jiménez. Coordinación de Cristina Rodríguez Fischer. Blume – Descubrir la Arqueología, Barcelona, 2012. 160 pp. 7,90 €.


Glenn Cooper. El fin de los escribas . Traducción de Pilar de la Peña Minguell. Random House Mondadori – Grijalbo, Barcelona, 2013. 384 pp. 19.90 €. E-book 13.99 €

La Paleografía y la Diplomática (como la Epigrafía, la Numismática y las demás viejas y casi entrañables ´disciplinas auxiliares´) no puede decirse que hayan sido muy populares en España. No lo han sido ni siquiera entre los historiadores, quizás por su dificultad intrínseca, quizás por la castración de los contenidos académicos, quizás por la preponderancia patológica de la historia contemporánea, que cree no necesitar de estas ciencias. También es verdad que no somos muchos los que hemos disfrutado de alguien tan inolvidable (y tan cargado de saber y de saber enseñar, pese a la supuesta aspereza) como don Santos García Larragueta.

¿Qué seríamos sin escritura? Leyendo al profesor Georges Jean (normalien y no chartiste, y por eso quizá lingüista y no paleógrafo) nos podemos hacer una idea. Durante muchas decenas de miles de años hubo vida humana sobre la Tierra pero vida sin escritura y por ende sin historia. Sin capacidad de memoria que no sea oral, los humanos somos –seríamos y quizá seamos en el futuro- prehistóricos. Escribir no es sólo dejar una marca de algo, es recordar y transmitir, conservar lo que es, lo que fue, lo que no fue, lo que pudo o no pudo ser. Las civilizaciones que lo han sido de verdad – es decir, que han hecho historia- han escrito, a veces inventando y reinventando cómo hacerlo, otras recibiéndolo de otras civilizaciones cercanas o lejanas. Si algo demuestra la escritura es que no estamos todos jugando en la misma liga… ¡Qué libro hermoso, divertido, sugestivo y bien ilustrado, en la mejor tradición francesa!

Ideogramas, jeroglíficos, imágenes y sonidos, hasta llegar a los alfabetos y su triunfo casi universal (pero no rápido, no total, no sin sombras). Esta obra de difusión de la historia de la escritura incluye una historia de los documentos, de sus formas y de sus usos, y unas reflexiones que sirven de hilo conductor sobre la relación entre el peso de la escritura y la importancia de cada cultura o de cada nación incluso. M. Jean hace accesible al lector culto pero no especialista una historia que afecta a todos y que todos deberíamos en cierto modo comprender, también porque con el triunfo de los nuevos soportes electrónicos estas décadas implican un cambio quizá mayor que el que supuso la invención y extensión de la imprenta de tipos móviles… pero no mayor que la escritura en sí misma.

Sugiere además un problema paralelo que durante milenios no lo ha sido pero que los contemporáneos, y más aún los españoles, nos hemos empeñado de complicar aún más; además de múltiples sistemas de escritura distintos, varios de ellos aún vivos y de una historia apasionante de conocer, usamos diferentes lenguas, unas habladas, otras escritas, en diferentes combinaciones. David Bellos escribió –también en francés- una historia de la traducción (´Un pez en la higuera´, que en 2012 ha publicado Ariel y traducido Vicente Campos) que abre muchas de las ventanas que necesitamos ahora mismo para respirar y complementa algunas de las cuestiones que ya sugería Georges Jean. Lo bueno de las grandes cuestiones históricas, transmitidas o no al gran público, es que nunca terminamos de darles una respuesta definitiva, pero las aproximaciones pueden ser buenas o muy buenas, como es el caso.

No nos engañemos, amigos, si algo vamos a aprender de la historia de la escritura es que sin escritura no hay historia, y que pueden cambiar los soportes, las lenguas, las materias y los instrumentos escritorios, pero sin leer y escribir no se puede aspirar a ser un humano libre. Y por esa razón no puede aceptarse por más tiempo que haya quien termine la primaria sin escribir correctamente. Las letras no nos hacen dioses, pero poseerlas impide que otros se hagan dioses para nosotros.

Las letras, un campo infinito para la imaginación

El fin de los escribas es cierre de una trilogía de ficción, escrita por Glenn Cooper (La biblioteca de los muertos y El libro de las almas), una larga fantahistoria con avances y retrocesos en el tiempo que se basa justamente en esas tres cuestiones cruciales: la importancia de la escritura en la historia humana, la libertad de los humanos con o sin un depósito escrito del saber y de la memoria, y la transmisión, edición, traducción y uso o usos de ese saber. Cooper combina un buen conocimiento de la historia con una gran capacidad de desarrollar tramas paralelas de ficción. ¿Sirve la historia para hacer atractiva la ficción o es la ficción, la fantasía y hasta los amores los que hacen de vehículo para que la historia llegue a lectores que si no normalmente no se acercarían a ella? No creo que nunca lo sepamos, ni que una cosa pueda separarse de la otra.

El descubrimiento de una documentación histórica convence a los humanos de un futuro no muy lejano de lo inevitable e inmediato del fin del mundo. Sin embargo, la historia no es completa, y humanos a lo largo de los milenios han conservado memoria escrita de la propia identidad humana, más para guardar conciencia de la libertad de los humanos que para hacer poderosos a los poseedores del saber. Pero esto hay que leerlo, hay que apasionarse con la novela y hay que ver cómo Cooper nos lleva adelante y atrás en los siglos… y en las sorpresas. ¿Terminará el mundo en 2026? Habrá que leer para saberlo.

Comparto en esto la sugerencia de don Eduardo Sanz, quien cree que el mensaje de la trilogía de los escribas, y en especial de este su tercer volumen, es que es mejor no saber el futuro completo, sino llegar a él, o quizá que nunca sabemos ni sabremos de verdad el futuro completo, que siempre puede cambiar, que lo decidimos cada momento. Es decir, que sí somos libres; nunca sabes que decisión te llevara por un camino u otro,aunque sepamos o no el final; y ninguno está solo en el mundo ni decide todo sólo por sí mismo.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 19 de julio de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/invento-cambio-historia-sigue-escribiendola–130250.htm