Por Pascual Tamburri, 23 de julio de 2013.
Gasto público sin control, malas inversiones, buenas comisiones. Pero lo han hecho tan mal que han liquidado en unas pocas décadas lo que en otros países ha durado siglos.
Las cosas empeoran en la legislatura que empezó en 2011. Que si ya estaba complicada por la crisis económica y por la situación política se ha vuelto del revés con los sucesivos datos del CIS y con el nerviosismo que cunde entre los cargos públicos de los grandes partidos. Aunque no por igual. Aparte de que la crisis es de ideas antes que económica o política.
Una cosa se daba hasta esta legislatura casi por segura: cuando un partido político ha ganado una mayoría absoluta, tiene luego otra. Eso ha dado a UCD, PSOE y PP series de al menos ocho años de poder para tomar decisiones (bueno, la UCD, en eso como en todo, no dio la talla). Y seguramente el PP quería concentrar lo difícil y después recuperar consensos para las generales de 2015. Sólo que los tiempos se aceleran, y se acusa a Rajoy de convertir España en una democracia como la de Weimar o la italiana del 46.
PP, UPN y PSOE quedarían hoy en el punto más bajo de su serie histórica de intención de voto. Es inevitable asociar esta desconfianza popular con la gestión del poder, con la corrupción, con los errores de la Corona y de otras instituciones y con lo que más preocupa a los españoles de todos los signos: seis millones de parados en una España envejecida nos colocan en peor posición que Italia y a nuestros políticos con peor imagen que aquéllos. La verdad es que ni en la Alemania de Cabaret ni en la Italia de la vieja DC he visto como aquí un aeropuerto mal emplazado y gigantesco; ¡un circuito de carreras en medio de la nada!; plazas de funcionario durante años a mansalva, como si las regalasen (y de hecho…); un pabellón inacabado de precio desconocido y de uso aún más desconocido; un canal a medio hacer del que ahora se pretende no hacer la segunda parte pero a cambio duplicar la primera y que los agricultores de ella paguen los gastos comunes de los nuevos usuarios de todo tipo (ingeniería agrícola a la carta política); un tren sin principio ni fin, que ni es de transporte ni es de alta velocidad, que no ahorra significativamente tiempo pero que sí ayuda significativamente a ciertas empresas amigas; una apuesta energética basada en propaganda, populismo, buenismo… y subvenciones; barrios sin acabar sin vender y sin ocupar, testimonio de todo lo que la Administración dejó hacer a los Ayuntamientos y éstos hicieron. No es como para estar orgulloso de tener eso aquí, tras largo y tolerante gobierno centroacomplejado.
¿Es tan terrible ir hacia un escenario político italiano? Italia, sin mayorías absolutas, con una clase política malfamada, forzada a alianzas imposibles y a Gobiernos inestables, se convirtió en la quinta fuerza potencia industrial y financiera del mundo. No creo que vayamos tan lejos, ni a dejar de tener mayorías, pero tampoco es seguro que no sea el fin de España como potencia europea. No sería malo tener dirigentes de la envergadura del difunto Giulio Andreotti. Nunca presumió de repartir sobres. Y sí sería desastroso sería dejar a la IU valdérica al frente de la izquierda o a la derecha eternamente huérfana sin siglas, líder ni proyecto. Eso en Italia no pasaba, ni pasa.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 23 de julio de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/ademas-corruptos-tontos-torpes-politicos-sospechosos-130251.html