El malvado delfín de Hitler, un personaje siniestro y casi desconocido

Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de agosto de 2013.

Los humanos somos capaces de lo mejor y lo peor. Las grandes crisis colectivas sirven para conocernos. De ahí quizá el éxito editorial de las novedades sobre la Alemania nacionalsocialista.

Robert Gerwarth. Heydrich. El verdugo de Hitler. Traducción de Javier Alonso. La Esfera de los Libros, Madrid, 2013. 584 pp. 33,90 €.


Götz Aly. ¿Por qué los alemanes? ¿Por qué los judíos? Las causas del Holocausto. Traducción de Héctor Piquer Minguijón. Crítica – Memoria, Barcelona, 2012. 336 pp. 23.90 €. E-book 15.99 €

Para los españoles de 2013 el mal tiene muchos rostros, desde Luis Bárcenas a José Antonio Griñán, desde Pedro Arriola a David Cameron y desde Artur Mas a Arnaldo Otegi. Pero ninguno de ellos es la encarnación absoluta y permanente del Mal, todos ellos o casi pasarán en unas décadas al olvido histórico. Por graves que hoy parezcan a unos u otros sus culpas, son males menores, que rozarían la ridiculez en su mediocridad si no fuese por la cercanía del dolor. Algo que no sucede con algunos de los que aún hoy representan en la memoria oficial de Occidente el Mal Absoluto. Así como con Adolf Hitler se ha acuñado incluso la nueva figura retórica de la ´reductio ad hitlerum´, cada vez más presente en nuestra vida pública, o con nazis como el comandante Adolf Eichmann la investigación moral se ha apoyado en una explicación de la historia, otras figuras permanecen más ocultas y otras preguntas permanecen sin responder. Pocos han recordado hasta hoy científicamente la trayectoria del general Reinhard Heydrich, y pocos se han detenido, ni en la vida de éste ni en la de otros, en tratar de entender las causas de la historia de los judíos de Europa en el siglo XX; que ha trascendido pese a no dar esa respuesta como la imagen permanente del Mal.

Es verdad que durante unas décadas, pasada la simple propaganda de guerra, han prevalecido las respuestas de la profesora Hannah Arendt a propósito del escasamente jurídico juicio de Eichmann. La maldad desmedida, incluyendo la canalización y masificación de la muerte, ya no se ve como un «regreso al pasado», un retorno de la vieja barbarie, sino como una forma extrema de modernidad industrial, en la que el Mal se sirve y depende a la vez de la tecnología y de la burocracia, y sirve a la economía. Todo ello según una lógica moderna, tan moderna como la de nuestros pequeños malvados, criminales y corruptos actuales.

Reinhard Heydrich no fue precisamente un caso sencillo, ni fácil de reducir a un esquema ideológico preconcebido. Sólo desde una gran distancia o desde grandes prejuicios el presidente de la Conferencia de Wannsee puede ser visto como un simple devoto extremo de una ideología, como quisieron presentarlo en principio Wighton y Joachim Fest. Quizá acertó más Gunther Deschner al quererlo ver como un tecnócata descreído y sin límites morales, dispuesto a todo por el poder. Ya simplemente eso sería moderno. La investigación de Robert Gerwarth que ahora publica en España La Esfera de los Libros va más allá en la comprensión de Heydrich como resumen de muchas de las razones del nacionalsocialismo, respuesta de muchas de las preguntas sobre el mal del siglo XX y rostro, si se da por bueno su estudio, del mal moderno.

Reinhard Heydrich, un alemán joven en los años 20 y 30 del siglo XX, demasiado joven para luchar en la guerra de 1914 y expulsado de la Marina militar de la República, se integró en el partido nazi en los años oscuros. Tras un ascenso difícil en un entorno complejo y lleno de rivalidades, se convirtió en uno de los líderes y responsables de la seguridad interna del partido y del Estado, acumulando cargos en las SS, en la Gestapo y en el Gobierno del Reich. El apoyo, por diferentes razones, de Heinrich Himmler, de Joseph Goebbels y del mismo Hitler, lo llevaron a lo más alto del poder en el momento de máximo poder de aquella Alemania. Muchos nazis lo vieron como rival; otros como traidor a sus amistades; y se le llegó a considerar un posible sucesor de Hitler. Tan peligroso pareció que los servicios secretos ingleses organizaron su asesinato –técnicamente, también un crimen de guerra- en 1942. En la memoria histórica actual, su participación en los orígenes de las SS, en las luchas políticas de la época de Weimar, en la Noche de los Cuchillos Largos contra los propios nazis disidentes, en la gestión policial nazi, en la resolución que se quiso dar al problema judío y en el gobierno de la Bohemia y Moravia checas le dan todas las bazas para convertirse en un malvado sin remedio, en el Mal mismo.

Pero lo que Robert Gerwarth hace es algo más que contar la vida de un personaje tan interesante, es situarlo en su contexto y sobre todo explicar sus razones: cómo un hombre inteligente, reconocidamente con una inteligencia superior a la media y superior a la de sus rivales y compañeros, puedo implicarse sin piedad en una serie de atrocidades que infundían terror a otros nazis. No fue un borrego en un partido de masas, porque no era un mediocre al que un partido totalitario diese identidad o infundiese ilusiones, al revés; aunque era un nacionalsocialista convencido no era un fanático ajeno a toda razón, sino que mostró abundantemente sentido común; pese a proceder de una clase media con muchos problemas no fue ambicioso de simple riqueza material, ni fue un corrupto; ¿fue simplemente una representación de la maldad moral, en su interpretación clásica de raíz cristiana? Probablemente la respuesta haya de ser compleja y la encontremos en esta biografía.

Los hombres y mujeres modernos no son malvados en el sentido tradicional, no pueden serlo. Heydrich no encarnó la reacción, el regreso a una Alemania anterior a la democracia, sino la pura modernidad, la visión del hombre más propiamente moderna, nacida de la Ilustración, coronada en la Revolución Francesa, extendida a lo económico, lo moral, lo político y lo social con el liberalismo y el socialismo. Sólo si el hombre es considerado y se considera a sí mismo pura materia, un instrumento, despreciable en sí mismo, no trascendente, puede hacer de sí y de los demás, amigos o enemigos, todo. El general Heydrich tuvo una personalidad compleja y fuerte, es cierto, y fue parte de un movimiento política e intelectual en parte moderno como el nacionalsocialismo, es cierto, pero no es eso lo que lo lleva a poder ser la representación del mal, sino a que precisamente en su tiempo y su lugar él fue uno de los mejores representantes de la visión moderna –despiadada, orientada al progreso- de las cosas. No fue el único en su bando, ni en los demás, lo que explica por qué la maldad no desapareció con su muerte sino que se extendió por el mundo con su derrota. Una biografía interpretativa interesante y polémica como pocas.

Cómo explicar lo inexplicable

Pocos asuntos han dado lugar a tantos libros como el tratamiento a los judíos en la Alemania de Adolf Hitler, tanto desde el punto de vista histórico como del propagandística y del filosófico y moral. Es aún hoy una cuestión crucial del pasado ya no tan reciente, no porque presta legitimidad a la fundación de un Estado (el de Israel), sino porque ha servido para dar una explicación breve –el Mal frente al anti-Mal, ya que no el Bien– de los sistemas políticos, sociales, económicos y culturales imperantes en el mundo desde 1945. Siempre será más fácil explicar lo malo que era el otro y así hacer más fácil que se disculpen los errores de uno. Pero a Götz Aly no le ha bastado; él, como muchos otros, judíos o no, ha querido ir más allá, y explicar sin enfangarse en el reproche moral ´¿Por qué los alemanes? ¿Por qué los judíos?´. Las causas del Holocausto, y de la cuestión judía en general, sirven también para ver cómo en un país moderno, en tiempos de crisis extrema –no sólo económica- el Mal tiene un recorrido más sencillo de explicar que en un país premoderno.

Aly, con ´La utopía nazi´, ya entró a fondo y con polémica en dos cuestiones siempre abiertas: si hubo en el pasado y puede haber en el pasado responsabilidades colectivas o sólo individuales; si y el progreso moderno implica más o menos Mal. Götz Aly evita cuidadosamente, en el asunto judío-alemán, recurrir a la propaganda, a la simplificación, a la condena o a la abominación. A la vez, explica cómo y por qué precisamente la moderna, avanzada, progresista Alemania supo darse colectivamente un racismo –para lo cual, no faltó quien retorciese la idea de raza-, y un antisemitismo con un problema judío diferente que el de otras partes del mundo.

Más que ser polémico por evitar una condena colectiva de los alemanes sin negar la explicación de por qué asistimos al deshumanizado siglo XX, Aly lo es por haber presentado en la misma Alemania sus ideas y conclusiones científicas sin ponerse los frenos habituales. Lo cierto es que es muy difícil ver cómo los seres humanos llegan a los límites de su propia humanidad, y es especialmente difícil entender cómo una era que presumía de especial progreso humanitario ha dado los frutos que conocemos. La carga del mal no la llevan sólo los alemanes y judíos de los 40, la compartimos todos los europeos contemporáneos y no precisamente sólo por esto. «Lo queramos o no, somos los testigos y llevamos la carga», le dijo Primo Levi a Jean Samuel que lo cita en el libro ´Me llamaba Pikolo´ que Plataforma Editorial publicó en Barcelona en 2009. La deshumanización de lo humano ¿es causa o consecuencia del triunfo del Mal? A esa pregunta final Aly no responde, y quizá no seamos capaces de hacerlo, aunque el psiquiatra Viktor E. Frankl dedicó su vida intelectual a intentarlo. ¿Qué hace ´El hombre en busca de sentido´ (reeditado otra vez por Herder en 2012 e interpretado por Elizabeth Lukas en 2008)? Justamente eso, el hombre de hoy ha perdido el sentido que tenía su vida, de hecho niega que la vida tenga un sentido, y por ende o asume las consecuencias o busca alternativas falaces y materialistas. Si no hay sentido, tampoco hay límite; o si elsentido lo ofrece un régimen el límite es el de ese régimen: por eso mismo ni Aly, ni Arendt, ni Gerwarth ni por supuesto Frankl mantendrían en prisión al ultracentenario Erich Priebke, pero una democracia moderna lo hace, como lo podrían hacer los también modernos comunistas y nazis. Y al final, es más fácil probar la veracidad de un sms que la mendacidad de una idea racista moderna. Por eso, si las crisis favorecen la visibilidad del Mal, también estimulan las reflexiones sobre el por qué de ese mal.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 9 de agosto de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/malvado-delfin-hitler-personaje-siniestro-casi-desconocido-130572.htm