Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de agosto de 2013.
Publicado en La Gaceta.
España empezó 1986 con una gran ilusión y muchas esperanzas. La entrada aquel 1 de enero en lo que entonces se llamaba ‘Mercado Común’ (la admisión de nuestro país en la CECA, el EURATOM y la Comunidad Económica Europea) supuso una victoria política para el PSOE de Felipe González y una explosión interna de consenso y alegría. El fin de las barreras económicas con nuestros vecinos garantizaba, según la versión oficial y las oficiosas, la prosperidad, el desarrollo y todas las venturas que imaginar cabía. A más libertad comercial, más riqueza, se creía.
Veintiocho años después lo que ahora llamamos ‘Unión Europea’ tendrá veintiocho Estados miembros y habrá avanzado mucho más en el camino de lo que ahora se llama ‘integración económica’. Lo que hay que preguntarse es si el precio que España ha pagado para llegar a este punto ha valido la pena, o qué luces y qué sombras ha tenido. Hay una buena razón, aparte de nuestra crisis política y económica, para revisar el proceso de integración: estamos a las puertas de una mayor integración económica con Estados Unidos, una mayor integración económica entre las dos orillas del Atlántico que se insiste en presentar como garantía de más libertad y por ende de más crecimiento. ¿Es eso así, y será gratis?
El presidente Barack Obama ha vuelto recientemente a remover las aguas de lo que hasta hace poco se llamaba TAFTA (TransAtlantic Free Trade Agreement) y ahora parecen preferir llamar TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership). Lo uno por lo otro, de lo que se trata es de acordar entre Estados Unidos y la Unión Europea la supresión de las barreras aún existentes a la libre circulación de bienes, servicios y capitales entre los dos grandes bloques comerciales. La UE es mayor en volumen que Estados Unidos, y en conjunto acumulan más de la mitad del PIB mundial, pese al crecimiento reciente mucho mayor de otros países y bloques.
De hecho, los aranceles y barreras tradicionales son muy bajos o casi no existen entre EEUU y UE. En la práctica, las mayores barreras prácticas son burocráticas, reglamentarias o jurídicas, como se lo puede explicar cualquier exportador norteamericano de carne hormonada o de maíz transgénico, o cualquier exportador europeo de vino o de cerveza. Por no hablar de los problemas con las marcas. Europa es hoy y ha sido durante décadas un continente financieramente dependiente, en el que sólo ha habido pequeños y breves ejemplos de ruptura de los acuerdos de Bretton Woods de 1944. Allí se definió el modelo económico que a grandes rasgos hoy toda Europa aplica y nadie discute, y allí se estableció el predominio económico de Estados Unidos que una integración económica mayor o total no haría más que confirmar. Si España pagó con dependencia y desindustrialización su integración en un mercado común y la aplicación del modelo existente, ¿qué pagará ahora con la integración de ese mercado en otro aún mayor?
Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de agosto de 2013.
Publicado en La Gaceta.