Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de agosto de 2013.
¿España ha dejado de ser católica? Quizá en 2013 Manuel Azaña tenga la razón que no tenía en 1933. Pero hay una oleada de conversiones, más oculta pero no más débil que el anticlericalismo.
Lorenzo Fazzini. Nuevos cristianos de Europa. Prefacio de Lucetta Scaraffia. Traducción de Lázaro Sanz. Ediciones Cristiandad, Madrid, 2013. 240 pp. 18,00 €.
Andreu Navarra Ordoño. El anticlericalismo ¿Una singularidad de la cultura española?. Cátedra, Madrid, 2013. 320 pp. 14,00 €.
Lorenzo Fazzini ha hecho un retrato de un nuevo cristianismo del que raramente se habla en España. Para los medios de comunicación y para la opinión pública sumisa y globalizada, la Iglesia es sólo una institución, con una serie de ritos y de inercias, con un público fiel, viejo y en retroceso; a veces, además, un conjunto de movimientos y realidades presentadas como sombrías, poderosas y atractivas sólo para personas en busca de sentido y de fe. La fe, como tal, se ignora.
Sin embargo, los testimonios que Fazzini reúne son los de diez casos totalmente actuales de personas que han llegado al catolicismo, unos desde otras religiones, otros desde otras iglesias cristianas, y la mayoría desde el descreimiento, el agnosticismo o la militancia atea. Razón común de todos ellos: no la «utilidad» social del catolicismo, no la caridad o como quieran llamarla ahora los progres, sino simplemente la fe, creer lo que no vimos y el deseo de vivir y morir conforme a esa fe… algo que en el libro que publica en España Cristiandad vemos en los diversísimos testimonios de Éric-Emmanuel Schmitt, Marco Tosatti, Jean-Claude Guillebaud, Janne Haaland Matlary, Marcello Pera, Gabriele Kuby, John Waters, Fabrice Hadjadj, Joseph Pearce y Giovanni Lindo Ferretti.
Lo más notable no es la realidad –siempre presente, y a veces heroica como en los países musulmanes o en la misma India- de quienes se convierten de una religión al catolicismo, sino la de quienes, nacidos en países e incluso en familias de raíz católica la abandonaron, vivieron fuera de la Iglesia y a menudo contra ella… y luego vuelven a ella, porque en ella encuentran el sentido de sus vidas. El catolicismo crece, ciertamente, pero no sólo por la demografía americana ni por las conversiones en lo que antes llamábamos «misiones», sino porque las aristas de la sociedad atea y materialista son ellas mismas caminos hacia la fe para muchos, cada vez para más. La sangre de los mártires sigue haciendo cristianos, cierto, pero en la variedad de este mundo globalizado nos toca ver cómo el dolor del vacío y la incoherencia de un humanismo de espaldas al Hombre reverdece las ramas de una fe que, quizá minoritaria, está más viva y ciertamente vive más ilusión que la anti-fe. El comunismo fracasó en esta batalla que el materialismo liberal creía haber ganado… pero las cartas siguen sobre la mesa, y uno de los jugadores mira esto con la perspectiva de milenios que sólo él puede tener. Y para ver eso en su contexto europeo servirá leer a las personas elegidas por Fazzini.
El siglo XX ha terminado, ¿y el XIX?
El retorno a la fe cristiana y a la Iglesia católica es sólo una de las corrientes de ideas y de personas relacionadas en nuestros días con la religión. Otras caminan en otras direcciones, quizá más mediáticas o más progresistas a veces. Lo que no se ha conseguido, ni en los países más «avanzados» en lo material es… hacer que la religión pase a ser una realidad social, cultural o humanamente insignificante. Negada por los Estados, perseguida de hecho o de Derecho por las nuevas versiones de la legalidad, la religión, y el catolicismo en particular, sigue estando en el centro de la pista.
Andreu Navarra tiene la enorme virtud, en su síntesis elaborada para Cátedra, de detallar cómo el anticlericalismo es una realidad aneja al cristianismo, quizá más al catolicismo español, pero no necesariamente contraria a la fe como tal. Desde el punto de vista de los anticlericales de los siglos XVIII y XIX, la España de hoy sería el país –legalmente- de sus sueños, con una verdad oficial progresivamente separada de la misma existencia de lo religioso, un Estado oficialmente laico y laicizante. Ahora bien, la verdad es que la victoria teórica del anticlericalismo «histórico», la separación de lo oficial y de lo eclesial sin negar la libertad de credo, y el avance el materialismo «vital» mucho más allá de donde nunca llegó el materialismo histórico no ha dado un triunfo total al anticlericalismo más radical.
La cuestión, en la que Navarra entra a fondo, es valorar qué anticlericalismos hay o ha habido, y con qué matices. Un anticlericalismo cristiano, pidiendo un retorno de la Iglesia y sobre todo del clero a sus espacios propios, ha existido siempre, ligado a un clericalismo no menos fuerte que pedía justo lo contrario. Pero desde el XVIII hay anticlericales anticristianos, que no piden la reconducción de la Iglesia sino su destrucción, sea física en los casos más brutales sea moral en muchos otros, más cercanos y más recientes.
La próxima beatificación en octubre en Tarragona de cientos de mártires de la Guerra Civil es el mejor testimonio de que la virulencia del anticlericalismo más radical aportó a la Iglesia justamente la pureza y la santidad que quizá faltasen, aunque también alargasen la agonía de ciertas formas de clericalismo patológico. Clericalismos y anticlericalismos se alimentan, y Navarro da muchos datos para entender cuántos era, o son, unos y otros. Lo cierto es que es poco probable una persecución religiosa como la de 1931-39, pero vivimos hace décadas una forma mucho más insidiosa y lamentable de lucha contra la fe sin derramar sangre a la vista. Ahora bien, lo que vemos con Fazzini es que también en ciertas circunstancias esa forma de anticlericalismo… termina enriqueciendo a la Iglesia. Cosas que nunca deja de ser interesante comprender en lo que tengan de comprensible.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 23 de agosto de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/cristianismo-vuelta-casa-varios-anticlericalismos-130755.htm