Por Pascual Tamburri, 26 de agosto de 2013.
Si un grupo de españoles o una parte de España deciden no serlo, no sólo cambian su identidad (o la inventan), sino que niegan la de todos. Sin concesiones, no hay derechos históricos.
En medio del escándalo regional del «derecho a decidir«, grupos localistas y nacionalistas de varias zonas de España atribuyen a éstas una identidad colectiva y asocian a ésta la posibilidad de elegir un futuro políticamente separado de España. La afirmación de ese «derecho» implica necesariamente negar la existencia de España. Lo cual es tan legal en nuestra democracia como afirmar la existencia de la Atlántida o negar la de América, pero no ha de confundirse la libertad democrática de ignorar la verdad (en el pasado y en el presente) con la inexistencia de una verdad histórica.
El meollo de la cuestión es histórico antes incluso que político. Es necesario saber qué es España, y por qué lo es, y cuál es su raíz y su identidad. Sólo sabiendo eso, o negando directamente que exista España más que como agregado temporal de elementos, podremos atribuir unos u otros derechos y deberes a sus gentes y a sus partes. A este debate se han dedicado algunos de nuestros historiadores desde la Ilustración, y luego pocos de nuestros políticos y con mucho menor estilo, conocimiento y éxito.
El debate no ha terminado, y eso que en él ha participado lo mejor del último siglo de historiadores, empezando y no acabando por don Ramón Menéndez Pidal, don Claudio Sánchez Albornoz o don Luis García de Valdeavellano. Al final, sean cuales sean los matices que las distintas escuelas de Historia aporten, si España existe –con la forma de cada época histórica- sus partes sólo existen en tanto que tales partes, y si alguien las separa lo hace negando la identidad del conjunto y de las regiones y comarcas. A la inversa, para que una parte de España sea soberana –es decir, pueda «decidir» sola- las partes tendrían que ser anteriores y superiores al todo, y ese todo sería poco más que una maligna imposición franquista.
Si exceptuamos la propaganda tribal periférica, historiadores españoles de lo más diverso coinciden justo en esto: en que las regiones son posteriores en la Historia e inferiores en el Derecho a la actual Nación Estado. No se trata de negar la existencia en el pasado de la diversidad regional (no precisamente la actual, además), sino de asociar esa diversidad de matices a una gran comunidad milenaria que va más allá de los individuos que la compusieron y la componemos, más allá de los detalles territoriales, de las aportaciones culturales y de las interpretaciones. Porque España es y porque sus partes son, ninguna de éstas puede decidir hoy «no ser«.
La Constitución de 1978 fue miserable con las verdades permanentes y tampoco consiguió lo que pretendían algunos, como se ve. En España sólo hay una nación (en los términos modernos, que son posteriores a la misma existencia de España), sólo hay una voluntad, sólo hay una soberanía. A la inversa: desde el momento en que un poder soberano español admita sin resistencia interna que una parte de España (una parte del pueblo español, por las buenas o las malas, y una parte del territorio español) puede «decidir«, no sólo decidiría la posible secesión, sino también la descomposición de toda España o el estallido de un conflicto civil. Sean cuales sean las prudentes y pacatas consideraciones económicas tan de moda, eso debe quedar claro para todos, para que nadie «decida» por su cuenta, ni por la de los demás.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 26 de agosto de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/irse-espana-tolerarselo-existen-derechos-historicos-130793.html