Por Pascual Tamburri, 6 de septiembre de 2013.
Mariano Rajoy tiende puentes al catalanismo más prudente, mientras que Artur Mas está en manos de ERC y de todos los independentistas. Él mismo ha creado su propia pesadilla.
Artur Mas es hoy más que nunca un hombre aislado. Llegó a la presidencia de la Generalitat catalana sin mayoría parlamentaria, a pesar de que el desastre socialista le ponía las cosas muy fáciles. Y pretendió consolidarse como heredero lejano de Jordi Pujol sirviéndose a la vez del victimismo nacionalista contra «Madrit», de la crisis económica y de los votos independentistas. El resultado es que ha dado su palabra a unos de que no violará la Ley y a otros de que convocará un plebiscito secesionista de imposible legalidad. Vamos a ver en breve cuánto vale la palabra de Mas.
Los independentistas catalanes son, según las encuestas, cada vez más numerosos sin ser mayoría en el viejo Principado. Esquerra Republicana de Catalunya y grupos aún más radicales y antisistema plantean la creación inmediata de un Estado catalán independiente, con aspiraciones expansionistas sobre Aragón, Valencia, Baleares y, cómo no, Andorra, Francia y hasta la Cerdeña italiana. La fuerza electoral y parlamentaria de esos grupos se debe a décadas de gobiernos regionales, indistintamente de CiU y el PSC, que han educado ya a más de una generación de catalanes en la idea –pura ideología- de que España es para Cataluña una realidad lejana y opresora. Todo el nacionalismo, por suaves que en otros tiempos hayan sido sus formas, es responsable de que una cadena fanática se esté forjando alrededor de la Cataluña real.
Artur Mas no puede quejarse de Mariano Rajoy, que siempre ha tendido puentes al diálogo con la Generalitat dejando claro que no hay espacio legal posible para romper la nación española ni para cancelar la igualad entre los españoles. La reciente y discreta entrevista entre los dos líderes no podía abrir la puerta a un referéndum por la independencia en 2014 por la sencilla razón de que su simple convocatoria, sin tener en cuentas sus posibles resultados, su aplicación y su validez, es una ofensa directa a España y sus leyes, sin concesión posible. Atado por sus palabras y sus alianzas, Artur Mas tiene ahora que elegir entre entregarse por entero a los secesionistas, y convertirse en uno de ellos, o ganar tiempo a la espera de que su propia coalición, dividida e investigada, recupere el aliento.
En 2014, aunque todos los que creyeron en Artur Mas se unan para pedirlo encadenados en la Diada, no habrá ningún referéndum legal y no podrá haber ninguna vía legal para la autodeterminación o la negación de la españolidad de Cataluña. Ya las elecciones regionales de 2012 tuvieron el tono plebiscitario con el que Mas amenaza para 2016, y el resultado no favoreció por cierto a CiU, y mucho menos a la Cataluña del seny y la prudencia. Incluso el expresidente de la Generalitat José Montilla, uno de los responsables de la conversión de los socialistas al nacionalismo y de los nacionalistas al separatismo, reconoce hoy que la región pasa por «el periodo de mayor exaltación nacionalista y, a la vez, los momentos de mayor pérdida de autogobierno».
El fracaso de Artur Mas y el avance de sus aliados extremistas no se compensa con una cadena humana envuelta en banderas antiespañolas. Es el momento de negociar, visto el fracaso político, social, económico y cultural del Estatut socialista y nacionalista, un marco razonable para que la región catalana retome su papel histórico en la vanguardia de España. El único papel posible que no lleve a todos a la catástrofe y a Rajoy a la necesidad de recordar todas las leyes y todas las partes de la Constitución.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 6 de septiembre de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/mesias-catalan-predicador-tres–130952.html