Por Pascual Tamburri, 13 de septiembre de 2013.
La llegada del expresidente andaluz supone un paso más en el descrédito de la Cámara Alta, que pasa de ser hogar de jubilados a refugio de (casi) imputados.
El jueves José Antonio Griñán fue elegido por el Parlamento andaluz miembro del Senado de España. El político socialista que perdió las elecciones regionales frente al PP y que eligió gobernar con apoyo de los comunistas de IU, y que después se ha visto implicado en el escándalo de los ERE, no deja la política. Del poder, los privilegios y la inmunidad de la Presidencia pasa a la condición también privilegiada de senador. Su nombramiento pone en discusión no sólo su honestidad y la del PSOE -puesto que no haría falta una inmunidad supletoria si su inocencia fuese segura-, sino también la verdadera utilidad de la Cámara Alta de las Cortes.
La Constitución española de 1978, a diferencia de la republicana de 1931 por ejemplo (acaba de publicar una jugosa comparación Rafael Escudero Alday), crea un poder legislativo bicameral, teóricamente con una representación política de los ciudadanos en el Congreso de los Diputados y un Senado que, perdido su contenido aristocrático tradicional, debería representar la opinión y voluntad de las regiones.
En la práctica, no es así. El verdadero poder político, empezando por la investidura gubernamental, está en el Congreso; y el Senado lamentablemente sirve a algunos partidos para dar entrada en las listas a políticos profesionales, y a algunas Comunidades Autónomas para dar colocación, y no mala, a políticos a los que creen ya amortizados. Se lleva treinta y cinco años debatiendo la inutilidad o no del Senado, pero los mismos políticos que se benefician de él deberían reformarlo, lo que nos ha llevado a un eterno círculo vicioso.
El caso de los ERE andaluces y la presión de la juez Alaya sobre José Antonio Griñán y Manuel Chaves marca un paso más en la degeneración del Senado de España. Dimitido al verse acorralado por la acumulación de corruptelas, Griñán ha dejado de ser presidente no por bien de Andalucía sino por conveniencia del PSOE. Y éste, su partido, lo coloca en el Senado no para elevar el nivel intelectual o político de la Cámara sino para que Griñán, como Chaves, conserve su condición de aforado, no pueda ser imputado por supuestos delitos ante un tribunal ordinario y tenga una serie de protecciones y de privilegios que un español normal, y mucho menos un delincuente común, no tendría.
Lo angustioso de este caso y de otros para nuestra democracia es que el Senado pasa de ser un órgano con funciones limitadas y «cementerio de elefantes» para políticos con muchas horas de vuelo a un auténtico «refugio de pecadores», instrumento para que los que pudieron delinquir como aforados sean –si lo son- encausados también con todas las prebendas del aforamiento.
El PSOE acaba de negarse a votar una Ley de Transparencia que trata de limpiar esta democracia. Sus líderes sabrán por qué. Sabrán también sus razones para manipular un órgano constitucional en beneficio de sus presuntos corruptos, que presumen sin pudor de su aforamiento. Si realmente pudiesen presumir de inocencia su actitud no sería ésta.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 13 de septiembre de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/grinan-entra-como-elefante-cacharreria-politica-senado–131059.html