El 18 Brumario de Luis Bárcenas

Por Pascual Tamburri Bariain, 15 de septiembre de 2013.
Publicado en La Gaceta.

Hay un gran consenso entre los dirigentes de primera fila de la política nacional al afirmar que el caso de Luis Bárcenas pone en peligro a España, o al menos al sistema democrático. Consenso amplio, pero no total. Unos le reprochan lo que hizo y otros lo que no, unos lamentan lo que dijo y otros lo que calla, pero el consenso es innegable. Muchos medios de comunicación y analistas distinguidos lo creen así: Bárcenas, como Gürtel, Campeón, Palau, la CAN navarra, la Casa Real, los ERE andaluces y tantas otras revelaciones negarían la legitimidad de ejercicio, si no la de origen, al régimen constitucional. Que para muchos de sus protagonistas se identifica tal cual con España.

Algunos llaman miedo a lo que acabamos de llamar consenso. Digamos que los afectados por las distintas revelaciones se reparten por casi todo el espectro de partidos políticos, de manera que hay dos vías de salida naturales para este enredo. Puede ocurrir que efectivamente, Bárcenas y otros como él ‘tiren de la manta’ allí donde haya manta de la que tirar y el descontento masivo, sumado a la crisis económica y a la desesperanza política, social y moral, desmonte el orden que ‘nos hemos dado’ hace una generación. Y puede ocurrir, al contrario, que para evitar ese desmontaje, las grandes fuerzas políticas, económicas, sociales, ideológicas y mediáticas lleguen a un modus vivendi en el que se atenúen o anulen las fuerzas de los escándalos, y todo permanezca como está con algún retoque externo, o no tanto.

Una España dejada a la furia popular tras Bárcenas sería una en la que los dos grandes partidos se hundiesen, muy lejos de cualquier mayoría, y surgiesen fuerzas más o menos ocasionales y extremistas, junto al extremismo siempre presente de comunistas e independentistas. Una España de nuevos políticos y mayorías, en la que nadie tuviese valor de oponerse a declaraciones unilaterales de independencia, en el que la clase política quedase anulada por unos jacobinos nacidos de sus culpas. Una España de conflictos y de grandes cambios constitucionales e institucionales, ya que habría un reconocimiento general del fracaso de lo existente. Ni siquiera ‘una’ España, ya que sólo con las armas se podría impedir que los cambios incluyesen el troceamiento.

La otra opción –que algunos ven ya en marcha- sería combinar la búsqueda de chivos expiatorios –Bárcenas mismo, como en su tiempo lo fueron Vera y Galindo- y culpables a medias junto a suaves tratamientos judiciales o personajes más relevantes para evitar ‘males mayores’ (por supuesto, nada que ver con las recientes caricias togadas a Blanco, a Barcina, a Matas o a algunos etarras). Poco a poco, las aguas volverían a su cauce, el fin de la crisis devolvería la ilusión y los partidos convivirían sin destruirse a la italiana. Y a los nacionalistas, concesión aquí y allá, quizá con una forma de ‘estadito asociado’ como paso intermedio que permitiese contar seráficas milongas a quien las quisiese oír.

Claro que no creo que los poderes de nuestro Estado vayan a consentir ninguna de estas dos malas opciones, ni que los políticos vayan a optar, defendiendo su interés individual, por ninguna de ellas. Pero si lo hacen deben encontrar quien se les oponga. Con o sin manta de la que tirar.

Por Pascual Tamburri Bariain, 15 de septiembre de 2013.
Publicado en La Gaceta.