Por Pascual Tamburri Bariain, 27 de septiembre de 2013.
Trovadores y juglares, como bardos y monjes del mester de clerecía antes y poetas del dolce stil nuovo después, son raíz común de Europa. Martín de Riquer fue el catalán que los retrató.
Martín de Riquer. Los trovadores. Historia literaria y textos. Prólogo de Pere Gimferrer: ´Todos somos trovadores´. Ariel Letras, Barcelona, 2012. 1760 pp. 70,00 € (Tapa dura con sobrecubierta). 44,00 € (Rústica con solapas)
Jordi Balaguer . La Maldición de Gryal. El Amante de la Luna (Libros 1 y 2). Toro Mítico, Córdoba, 2012. 608 pp. 20,85 €
En septiembre de 2013 España ha perdido a uno de los grandes maestros de su literatura. No porque el profesor Martín de Riquer fuese reconocido como uno de nuestros grandes creadores –que bien podría haberlo sido, si pensamos en la calidad de su prosa- sino porque sin él ni conoceríamos ni entenderíamos la literatura europea como la entendemos hoy. La investigación, las ediciones y la búsqueda de nuevos textos, autores e ideas han hecho que desde la Alta Edad Media al Barroco Martín de Riquer haya dado la vuelta a nuestra percepción de la literatura y de su impacto social. Nunca se vio a sí mismo como un romántico o un idealista, y se esforzó por parecer y ser un investigador realista y sincero; quizá por eso la luz que ha dejado sobre la épica y la lírica medievales o sobre el mismo Quijote tiene aún más importancia. Es fácil incurrir en un vicio viejo de siglos y tratar de explicar el pasado desde los prejuicios del presente; es mucho más difícil y meritorio hacer llegar al presente un conocimiento objetivo en lo posible y hasta descarnado del pasado.
Y no porque el profesor De Riquer (padre) no haya nacido y vivido en el mismo siglo de Ezra Pound y de Octavio Paz, sino porque no ha sido un poeta sino un investigador de la literatura toda y de la poesía en parte. En sus Trovadores, que quizá él pensó más para sus estudiantes, no sólo encontramos un retrato completo de todo un género, sino que nos ofrece una interpretación del mismo y de su sentido y de su impacto social. Por eso mismo, más que un historiador de la literatura es ahí, como fue en gran parte de su obra, un historiador a secas, un cronista de las sociedades a las que se refería, un narrador de ideas, de pasiones, de modas y de modos. La trova en este caso, como los juglares antes y hasta la literatura monacal al mismo tiempo, y luego los primeros poetas de lo que llamamos Renacimiento, no dejan de ser expresiones de un mundo que ya no conocemos y que corría el riesgo, en otras manos y en otras plumas, de ser contado como no fue, de ser descrito como no quiso ser, y de ser utilizado para justificar movimientos del presente que nada tienen que ver con su realidad lejana.
Creo, como Pere Gimferrer, que la obra de Martín De Riquer tiene dos vertientes o dos públicos, uno sus estudiantes y discípulos otro todos los demás que nos hemos beneficiado de su trabajo y de su saber. Los Trovadores es una piedra angular en nuestra comprensión de la literatura medieval, pero también de la Edad Media entera: quién sino un sabio honesto pudo reconocer sin pudor la realidad mayoritariamente gibelina, a veces herética, a menudo obscena de aquellos creadores, y hacerla accesible a los interesados y más aún a los poetas de su siglo. Con los trovadores cambia la poesía, su forma y su fondo, de un modo que aún hoy nos afecta; sólo entendiéndolo podemos entender qué sucedió entonces y también qué sucede hoy. Y es una historia que nunca podrá contarse sin atender a la opinión del profesor De Riquer.
Pero también Martín De Riquer es historia. Lo es para muchos de nosotros, qué puedo decir yo si una de mis abuelas me regaló en la primera comunión su edición del Quijote; pero me refiero también a su misma vida, tan incómoda de contar en estos días de zozobra. Porque amantísimo de Cataluña, de lo catalán y en especial de su lengua y su literatura, fue español y no sólo por voluntad sino por eso que han dado hoy en llamar esencia. No creo que si el señor Mas llegase a tener su consulta pudiese haber contado con el voto del profesor De Riquer; y desde luego no cuenta con su ejemplo de hombre hondamente catalán y hondamente español, quizá más por su vida y por su obra de investigador y por su largo papel de embajador de España en el mundo europeo de las letras que por haber combatido en el Tercio de Montserrat en 1939, algo que seguramente será ilegal recordar por esa mal llamada ´memoria´.
Luego está, inolvidable, el impacto contemporáneo de la obra de De Riquer. Descubrió, hace ya muchas décadas, antiguos y nuevos tipos de poesía, que de perdidos han pasado a ser vanguardias. Gracias a él nos conocemos mejor a nosotros mismos y somos menos torpes a la hora de comprender, de crear y de recrear unos siglos no tan oscuros y no tan malignos como la vulgata liberal e ilustrada nos ha impuesto. Los trovadores, entre otros, son importantes para nuestra definición actual de literatura. Y por eso mismo encuentro gratificante el florecimiento en la más reciente modernidad de generaciones de poetas, trovadores y contadores de historias que no sólo se remiten al ambiente de aquel pasado sino que arraigan en él y en sus valores el eje de sus historias. Hay algo de permanente en la belleza, y si no en ella sí en su búsqueda. Valga por todos, grato y recentísimo, nada poético en esto pero sí gran contador, Jordi Balaguer Miralles y su saga «El Amante de la Luna«, con la que Toro Mítico nos lleva a una Barcelona y una Cataluña que nadie puede jurar que fuesen tan terriblemente peores que las de hoy. Es más, mejor no comparemos porque es difícil decir cuál fue el tiempo pasado que fue peor, y eso que hablamos del siglo que mató, ay, a Conradino, esa pérdida que aún nos marca a más de la mitad de los europeos aunque no lo sepamos.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 27 de septiembre de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/poesia-amor-belleza-eterna-cuando-literatura-busca-modelos-131308.htm