Nos engañan como a chinos

Estamos acostumbrados a pensar en 1989 como en el año que vio el fin del marxismo, o casi. Quedan para los libros de historia, o lo que sea que enseñemos en los que por costumbre llamamos aún Institutos, la imagen impresionante del 9 de noviembre y de la violación del muro de Berlín por los civiles del Este, y el recuerdo aún más áspero del golpe en Rumanía y de la muerte de los Ceaucescu en diciembre. En pocos meses se desmontó el bloque comunista que Stalin había construido sobre cimientos de muerte y dolor y en pocos años la Unión Soviética que Lenin había creado sobre otros millones de asesinatos. Parecía el fin.

Vista al frente al siglo breve

El historiador marxista Eric Hobsbawm definió el siglo XX como “el siglo breve”, y en efecto lo fue en cierto sentido. Aunque para todos los que seguimos a Dionisio el Exiguo el siglo empezó al terminar 1900 y terminó al empezar 2001, el siglo en términos políticos, sociales, culturales y económicos arrancó en 1914 y se cerró en 1989. Nada es igual después de empezar la Primera Guerra Mundial, y nada pudo ser igual después de caer el Muro de Berlín. Otra cosa es que esos cambios totales y en todos los frentes hayan sido especialmente buenos para España, para Europa y para eso que antes llamaban, pobres ilusos, la civilización cristiana.