Por Pascual Tamburri, 1 de octubre de 2013.
La secesión de una región no es legal ni conveniente, pero ya se ha hecho antes de ir Mas a mendigar Bruselas, pues Francia dio la independencia a una región. Que por eso salió de la CEE.
El 19 de septiembre Esperanza Aguirre dio una alegría a muchos cuando dijo que «no le escandalizaba» que «se quisiera conseguir la independencia de Cataluña«, sino que se quisiese hacer fuera de la ley. Es decir, que dentro de la legalidad vigente no le escandalizaría, y aunque no le gustase le parecería legítimo si el marco legal (constitucional en este caso) lo permitiese. Esto es una expresión completa, clara y moderna de lo que se ha dado en llamar «patriotismo constitucional«. Es decir, que la Constitución crea y garantiza la unidad de España. Pero la Constitución se puede cambiar.
José Manuel García-Margallo también ha dicho que una eventual secesión de Cataluña «no es posible» constitucionalmente y dejaría a los catalanes fuera de la Unión Europea. El ministro de Asuntos Exteriores, que por lo demás no es ni lerdo ni analfabeto, asegura que la secesión es una hipótesis no prevista en el derecho europeo ni en el internacional. Eso es así, salvo en el caso de la URSS por determinadas razones históricas sucias y sangrientas, que ni compartimos ni visto el resultado queremos compartir, y en el caso del Reino Unido por otras razones históricas que a causa de la naturaleza no totalmente contemporánea de sus instituciones no podríamos compartir aunque quisiésemos. Pero las leyes, y mucho más los tratados internacionales, se pueden cambiar.
Sobre la Unión Europea se han dicho algunas cosas y se han callado otras. Se ha dicho que «la secesión… sería una acción realmente perjudicial para los intereses de los catalanes«, ya que se verían «excluidos de la Unión Europea». Eso es así, a día de hoy y como bien se lo han hecho notar a Artur Mas en Bruselas, pero tampoco es tan evidente que salir de la UE, del euro y del gobierno bruselense sea el mayor de los males. Y además puede dejar de ser así, ya que basta que los Estados miembros acuerden otra cosa para que el resultado sea totalmente distinto. ¿Puede estimularse el patriotismo español apelando a la conveniencia europea y al posible veto español una nueva adhesión de la región segregada? Intelectualmente es una chapuza; además, no es nada evidente la conveniencia incluso material de estar en la UE para una potencia de tercera o cuarta fila; y sobre todo, ¿quién cree que un Gobierno puede a la vez ofrecer «diálogo sin fecha de caducidad» y amagar con el uso sólido de todos los mecanismos internos y externos de defensa de la unidad nacional?
En cualquier caso, no sería la primera vez que una región de un Estado miembro se separa de dicho Estado. En el único caso jurídicamente claro habido hasta ahora, dicha región dejó de pertenecer a las instituciones europeas, pero porque entonces tanto los separatistas como el Jefe del Estado matriz estaban de acuerdo en no querer esa adhesión. Así que Argelia, la vieja Argelia Francesa, no puede tomarse tan a la ligera como modelo.
Entre 1952 y 1956 Francia formó parte del primer grupo de países de la CECA, el EURATOM y la CEE, hoy UE. Algunos de aquellos socios tenían aún imperios coloniales (como Francia, Bélgica y los Países Bajos) o algún territorio administrado en nombre de la ONU (como Italia). Desde el principio quedó claro que los socios habían de ser los Estados con sus territorios metropolitanos, no las colonias. Por eso, por ejemplo, Gibraltar no pertenece a la UE y nunca ha pertenecido; pero por eso mismo Francia, considerando colonias sus territorios africanos, americanos, australes y muy agónicamente asiáticos, dejó claro que los Departamentos de la Argelia mediterránea eran metropolitanos, eran parte constitutiva de Francia y lo habían demostrado ampliamente en dos recientes Guerras Mundiales. Eran, por tanto, europeos.
No todo el mundo pensaba así, y había en Argelia una guerrilla nacionalista y comunista, el FLN, contra la que luchaban con furia pero sin apoyo político los militares franceses. Al fin y al cabo, no se trataba de defender una colonia, sino de defender una parte de Francia poblada en gran parte por franceses de origen y en la que incluso los habitantes de origen local eran ya ciudadanos de la República. ¿Cuál era la situación? Una región de Francia compuesta de varias provincias donde un movimiento político usó tanto la política como el terrorismo y la guerrilla para conseguir la secesión; y donde otro movimiento político usó las mismas armas para que su tierra siguiese siendo Francia, como lo había sido desde 1830 o desde que sus abuelos y bisabuelos llegaron a aquellos Departamentos como emigrantes.
El 13 de mayo de 1958, ante el terrorismo y el separatismo y viendo la impotencia del Gobierno de Pierre Pflimlin, una gran parte de la población de la Argelia Francesa y una parte del Ejército se alzaron contra aquel estado de cosas y pidieron un Gobierno fuerte que conservase lo que la Constitución decía preservar: la integridad de Francia. Fue la la operación Resurrection, liderada por Raoul Salan y a la que dio rostro, entre otros, Jacques Massu. Y para encabezarles llamaron a un general alto, inteligente, enormemente pagado de sí mismo y políticamente ya derrotado, amortizado y jubilado entonces: Charles De Gaulle.
De Gaulle llegó al poder de la mano y con las bayonetas de los defensores de Argelia Francesa; pero rápidamente se convenció de que lo mejor (materialmente) era aceptar la secesión, lo que ahorraría a Francia (la Francia restante) dolor, gastos y preocupaciones. Sin duda, un hombre moderno. Constitucional. Alguien que «no se escandalizaba», que ponía la economía, la riqueza y el bienestar por encima de todo, y que lo mismo que apeló a unas leyes para negar la independencia estuvo dispuesto a cambiarlas para hacerla posible. Es lo que tiene el patriotismo constitucional, como bien le recordó a menudo su gran enemigo François Mitterrand: el mismo que ilusiona a los patriotas y promete dureza efectiva contra los terroristas e independentistas, el mismo que usando el golpe del 13 de mayo llega al poder el 1 de junio de 1958, asume los plenos poderes, reforma la Constitución y pacta en secreto, dialogando es de suponer, la independencia con el FLN. ¡La Francia unida y constitucional hablando de igual a igual con Ahmed Ben Bella, alguien que había matado más gente que Valentín Lasarte! Precisamente por ser un «patriota constitucional» de Francia, De Gaulle fue capaz de dar la independencia a la que legalmente era una región más de Francia, y lo hizo anulando los derechos y libertades que estaba llamado a defender; y esto provocando unos cientos de miles de muertos y un exilio de unos dos millones en definitiva. Pero, eso sí, él no se escandalizó del secesionismo y dialogó con él.
Es muy cierto que ni los separatistas catalanes ni los abertzales están y nunca han estado al nivel de apoyo, de fuerza y de movilización de aquellos argelinos. Pero también es verdad que lo que buscan hoy, como siempre, es una mesa de «diálogo» como la de Evian de 1962 con los terroristas y genocidas del FLN. Una mesa en la que representantes de un Gobierno, a ser posible de derechas para mantener el orden, negocien la independencia. Mientras haya quien crea que leyes, constituciones e intereses mercantiles, o la pertenencia a la UE, son el mejor escudo para preservar la unidad, habrá quien crea que la independencia es perfectamente alcanzable sin ni siquiera violencia física. Más aún: en esta hipótesis, que no es Argelia, sería el propio Gobierno de la España residual el primero en votar a favor de la permanencia del Estado separado en la UE, o de su incorporación a la misma. Porque no sólo ha habido separaciones en la UE, sino que además en cuanto alguien usa el argumento equivocado se convierte en el mejor embajador de los que supuestamente eran sus adversarios.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 1 de octubre de 2013, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/cataluna-necesita-gaulle-para-argelina-131364.html