Amor secreto y elegancia imparable en un mundo consciente de decaer

Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de octubre de 2013.

Pensamos en la Europa anterior a la decadencia como en una sociedad enemiga feroz de los gays. Pero la literatura y las clases superiores eran elegantemente tolerantes y epicúreas.

Pensamos en la Europa anterior a la decadencia como en una sociedad enemiga feroz de los gays. Pero la literatura y las clases superiores eran elegantemente tolerantes y epicúreas.


Alan Hollinghurst. El hijo del desconocido. Traducción de Francisco Pardo. Anagrama. Panorama de narrativas, Barcelona, 2013. 600 pp. 25.90 €. Ebook 16,99 €.

El verano de 1913 fue el último de paz antes del fin de Europa. Porque en la guerra de 1914 Europa, además de desangrarse, entregó el testigo de su supremacía mundial a los advenedizos en torno a su casi cadáver. Era, sin más, la decadencia. El fin de una civilización o, sin ir tan lejos, el fin de una época. Una época a la que desde hace un siglo venimos llamando ´bella´, y que en muchos sentidos lo fue, pero que a la vez hemos cargado de ciertos prejuicios éticos y morales. Los partidarios de la ideología de género la juzgan muy negativamente, por ejemplo, por considerarla una época rígida, sin libertad; quizá llaman libertad a la que tenemos un siglo después, donde pensar, sentir y parecer fuera del rebaño –del nuevo rebaño, del rebaño plebeyo y sumiso en lo realmente peligroso- no sólo no es libre sino que está cada vez más duramente castigado.

Alan Hollinghurst retrata con cariño y conocimiento el largo y no necesariamente positivo camino que Europa ha retratado entre aquellas vísperas del horror –en parte exquisitas, en parte detallistas, siempre educadas- y este sombrío anochecer supuestamente libertino y sin embargo en las antípodas de aquella dorada amplitud de posibilidades. El hijo del desconocido es una narración que en ningún momento aburre, justamente porque no se obsesiona con uno solo de sus muchos aspectos y nos deja una imagen sólida e indeleble de todos. Sin ser ni novela social, ni relato universitario, ni historia de literatos y artistas, ni historia de guerra, ni cuento de amigos, ni vida de familias, ni película de la decadencia, ni tampoco literatura de, por o para gays, lo es todo ello. Hollinghurst arranca su historia con la entrada de Cecil Balance, aristócrata y poeta, en la vida de la familia Sawle, de buena clase media y hogar de su amigo, compañero de college en Cambridge y amante George Sawle.

Contra lo que podíamos pensar no hay rigidez, no hay intolerancia, aunque sí hay unas formas patricias, a veces sublimes, y el relato de una amistad, una relación, un amor y la belleza amada en sí misma, más allá y por encima de lo meramente biológico. Poético en ciertos puntos, divertido en muchos, Hollinghurst gustará a los que disfruten de la vieja Europa, de la vieja elegancia, de las viejas formas y de las grandes historias. Es, es verdad, en el fondo, una historia tan vieja como la naturaleza humana, la historia de lo bello amado, conseguido, perdido y recordado; una historia sencilla en sí, complicada por quienes la recuerdan y mitifican, pero una historia que absorbe a Cecil y George como pudo absorber a Antinoo. Emocionante, entretenido, hermoso, pero no sectario. Si a usted le gusta, y se lo deseo, no es usted una persona perfectamente integrada en la corrección moral de nuestros días.

En agosto de 2008 se publicó en Valencia y comentamos aquí la opera prima del periodista navarro Íñigo Sota Heras, Las distancias cortas. Decíamos entonces sobre la literatura de contenido gay que «la literatura no tiene por qué juzgarse en función de orientaciones sexuales«. La verdad es que la trama de la breve novela de Sota pecaba sólo –aparte de la brevedad- de su inevitable contemporaneidad, y quizá por eso de tratar la homosexualidad no con la elegancia de hace un siglo sino con la rapidez de hoy. A esa rapidez, por alguna razón, la llamamos libertad. «El candor, la pasión, la decepción, el desamparo, la amistad, el amor, el abandono, los proyectos, el afecto, la angustia, la maldad; la grandeza de lo humano y sus bajezas, el sacrificio y el egoísmo, los errores no por previstos más evitables, los hallazgos no por inesperados menos luminosos: todo lo humano está presente en la gran tradición literaria occidental, sea como reflejo de la realidad existente o como ejercicio de la imaginación y de la voluntad. Como todas las artes, la literatura deja un amplio espacio a la opinión y a las diferencias de gusto, pero indudablemente existe buena y mala literatura. Siempre ha sido así y siempre será, al margen de modas y de tendencias» .

Pues bien, si en «Las distancias cortas difícilmente tendremos un icono homófobo ni deberíamos tenerlo homófilo, porque los personajes –Edu, Aritz, Edén, Jaco, Fénix– son de carne y hueso, y no rozan la perfección pero tampoco carecen de explicación en sus humanas miserias«, con razón hay mucho más que decir de El hijo del desconocido de Alan Hollinghurst. La elegancia con la que Hollinghurst retrata desde el siglo XXI las clases altas y medias de la Gran Bretaña imperial, la sorprendente libertad de ideas, de sugerencias y de actitudes que su trama refleja es también una ventana a un mundo, de casas, de vidas, de Universidades, de viajes y de guerras que ya no existe. La hipocresía puritana que se llevó por delante a un Oscar Wilde y a otros no es muy diferente de la hipocresía ultratolerante del mundo de Chueca y asociados; y sí es en cambio muy diferente de un mundo en el que los hombres podían, con estilo, compartirlo todo y hacerlo en el centro de la sociedad más poderosa del país más admirado. Y es que la supuesta tolerancia que vino después de estos George y Cecil no deja de basarse en «los prejuicios falsamente progres» de los que hablábamos aquí en otro caso. La verdadera libertad, como la verdadera belleza y la verdad, es otra cosa, y Alan Hollinghurst las ha recogido en una trama que muchos disfrutarán leyendo y que a no pocos hará bien leer para ampliar una visión de las cosas que, mucho me temo, es hoy bastante más estrecha de miras que hace un siglo, pese a presumir populacheramente de lo contrario.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 18 de octubre de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/amor-secreto-elegancia-imparable-mundo-consciente-decaer-131678.htm