Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de noviembre de 2013.
Publicado en La Gaceta.
Rafael García Serrano murió en octubre de 1988 y se han cumplido 25 años de su muerte sin que ni siquiera en su Navarra querida se le recuerde conforme a sus méritos. Porque es uno de los autores malditos pero inevitables de la prosa española del siglo XX. Vanguardista en géneros, temas y rumbos y castigado por sus ideas, muchos le deben mucho. El rencor de unos, la cobardía de otros y la ignorancia de casi todos se unen para que escritores con méritos mucho menores le sigan aún hoy siendo preferidos en los medios oficiosos y oficiales.
García Serrano participó en aquella vanguardia universitaria que puso cara a la falange de los primeros pasos. Simplemente eso, considerando qué pocos fueron, qué duros fueron los tiempos y que era nacido en la siempre difícil Pamplona, sería bastante para recordarlo. Pero además convirtió la vanguardia de ideas en vanguardia literaria, y toda una generación quedó marcada por su Eugenio. Es verdad que ‘Eugenio, o la proclamación de la Primavera’, ya no aparece mencionado ni en los manuales de literatura española, pero no es menos cierto que esa censura responde a razones políticas y no a que nadie se atreva a negar la calidad y originalidad de la obra o de su autor. Es sólo una injusticia más del tiempo que vivimos, una que no sucedería si Rafael García Serrano se hubiese hecho comunista en 1935, o si hubiese descubierto sus anhelos democráticos en 1975.
Durante el franquismo Rafael García Serrano trabajó, y no especialmente bien pagado, como periodista y como escritor. Siempre innovador, siempre atrevido, siempre leal a sí mismo, vio cómo muchos hicieron fortuna a su alrededor y vio cómo muchos de los mismos medraron aún más cambiando de opinión política justo a tiempo. Él no lo hizo.
Si Eugenio marcó una época, La Fiel Infantería y todo el ciclo literario de García Serrano sobre la Guerra de 1936 marcaron otra. Estamos acostumbrados a pensar en aquellos tres terribles años como si sólo pudiesen entenderse como una película de buenos y de malos a la luz de la Ley de la Memoria Sectaria de José Luis Rodríguez Zapatero, pero cualquiera que lea a García Serrano verá aún hoy que no es así. Buenos o malos, los españoles resolvieron en el campo de batalla sus problemas, y es indignante ver cómo se priva a los españoles del siglo XXI de la posibilidad de comprender qué hicieron sus bisabuelos. Conozco a unos cuantos biznietos navarros de los compañeros de aventuras del alférez García Serrano en aquellos Tercios y Banderas que no saben qué hicieron sus ancestros, y que se avergonzarían si lo supiesen… puesto que han crecido y sido educados en una región y en un país donde los libros de Rafael García Serrano son tabú. No deben serlo.
Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de noviembre de 2013.
Publicado en La Gaceta.