Dos siglos de arte con dos filos, dos almas y dos mentiras

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de diciembre de 2013.

Las artes cambiaron radicalmente entre 1850 y 1950, y de nuevo hasta hoy. También la música, en gran parte gracias a Richard Wagner. ¿Es mejor el arte contemporáneo? ¿Es ideología?

Thomas Mann. Richard Wagner y la música. Edición de Erika Mann. Prólogo de Willi Schuh. Traducción de Ana María de la Fuente Rodríguez. RH Mondadori De Bolsillo, Barcelona, 2013. 208 pp. 9,95 €. eBook 6,99 €.


Odilon Redon. A sí mismo. Diario 1867 – 1915. Traducción de Elena Villalonga. Elba, Barcelona, 2013. 28 pp. 21,00€. eBook 15,99 €.

Para las artes, el mes de noviembre de 2013 empezó con el presunto hallazgo, en un piso de Schwabing, Munich, de unas 1500 obras de arte que se consideraban desaparecidas desde la Segunda Guerra Mundial y que sin embargo habría conservado Cornelius Gurlitt, hijo de un galerista de la época, que no habría sido descubierto hasta 2011. Según el Focus alemán y el Daily Mail británico, en lo que tengan de fiables en este tipo de noticias, hasta 300 de las obras procederían de la famosa exposición nazi de Arte Degenerado, y habría obras perdidas de Picasso, Renoir, Matisse, Emil Nolde, Franz Marc, Otto Dix, Paul Klee, Oskar Kokoschka y Marc Chagall, entre otros. Artistas todos polémicos, todos activos en la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. No por casualidad, porque lo cierto es que todas las artes experimentaron en esos dos medios siglos y en gran parte por obra de ellos y de otros como ellos cambios profundos e irreversibles.

Irreversibles, pero no por ello pacíficos. Si en las artes figurativas la polémica empezó en el siglo XIX y no ha terminado en el siglo XXI, en torno a la objetividad de la belleza y de la calidad artística, y en torno al impune ascenso a ´arte´ de ciertas obras y autores que, al margen de opiniones, carecen de genio, de calidad y de capacidad, más aún dura en la música. Y la cosa se complica con los admiradores, cada músico en este caso, haya tenido después de su muerte. El caso más llamativo, en este su segundo centenario, es quizá el de Richard Wagner. Wagner, de quien hoy los medios de comunicación sólo recuerdan la afición póstuma de Adolf Hitler; Wagner, que sin embargo fue un revolucionario, un gran introductor de cambios y de novedades, para nada convencional ni tradicionalista, y ni siquiera fácil de tratar. Polémico y espinoso, en suma.

La hija de Thomas Mann nos proporciona, ahora reeditada por Mondadori De Bolsillo, una visión singular de la opinión con dos filos del gran Thomas Mann sobre el genial músico de Leipzig. En la literatura de Mann están los temas de Wagner, la continuidad, la herencia, la familia, la maldición y la redención; también aparece su estilo, el estilo centrado en un tema una y otra vez recurrente y guía del resto. Mann, nos lo cuenta él en varios ensayos breves escritos en distintos momentos de su vida, amó la música y el arte de Wagner, se entusiasmó con él, lo imitó incluso en la medida en que supo superar los límites de su tiempo y de su oficio sin caer por ello en la tentación de la destrucción total, de la negación del pasado y de la adoración de lo nuevo por ser nuevo y no por ser bello, hermoso y admirable. Y es que Mann era, también, un artista, y no un acólito de las artes o supuestas tales de nuestro tiempo.

Los románticos, Wagner como Giuseppe Verdi, y sus admiradores modernísimos, Mann como Filippo Tommaso Marinetti, rompieron con la sumisión al pasado, pero buscaron unas artes del futuro que supiesen a la vez heredar y crear, sin valorarse solo por ser de hoy. La cuestión más dolorosa de contemplar en los distintos escritos de Thomas Mann es cómo el escritor cambió su opinión pública sobre Wagner y su genio según creció la asociación aparente entre la herencia musical y artística de Wagner y la política nacionalsocialista. Asociación por lo demás discutible, porque el arte de la Alemania nazi no fue wagneriana, porque a Hitler de verdad lo que le gustaban eran las operetas vienesas, afición inconfesable pero muy real, y porque si Wagner preconizó un cambio éste no fue ni el que muchos de los nazis iniciaron ni menos el que en realidad trajeron. Y a pesar de esto, Mann criticó a Wagner, un Wagner ya más que muerto, más por una cuestión política de su tiempo que por su propio criterio y opinión que, ahora lo sabemos, fueron siempre admirativos.

Pueden los críticos y analistas aprender mucho de Thomas Mann: no ignorar las opiniones ajenas, pero no someter las propias a ellas, ni menos a circunstancias pasajeras. Y no es que sea fácil conservarse independiente frente a la presión del mundo, y menos aún del mundo de los artistas, tan sometido a tensiones, a presiones y a cambios. El pintor francés Odilon Redon, un simbolista una generación posterior a Wagner pero en parte de su tiempo, pagó un alto precio por ser distinto, por conservarse independiente, por no seguir las modas ni aceptar la corrección política y artística de su tiempo. Redon vivió para crear belleza a su modo, y quizá por su inteligencia o por su clarividencia participó en el parto del primer surrealismo. ¿Y qué tienen que ver los surrealistas con los wagnerianos, diremos? Mucho, porque unos y otros se enfrentaron a un entorno hostil entre los profesionales y los supuestos entendidos, y unos y otros acabaron creando movimientos artísticos alternativos. Frente a nuestra monótona manera de estudiar el arte dividido en movimientos y en períodos, quizá debamos aprender a comprenderlo según sus calidades: porque lo que realmente distingue a los artistas es su calidad, y su capacidad de aportar; y un mismo movimiento reúne a genios y a mediocres, excepto, naturalmente, cuando la mediocridad se ha impuesto como verdad oficial y estamos a la espera de un genio que rompa los dogmas ya apolillados.

Ahora lo estamos esperando, no sólo para la música, y esperamos hacerlo con más consistencia y valentía que el por lo demás magnífico Thomas Mann. Porque sí hay arte degenerado –ya discutiremos cuál- y artistas que no son tales pese al aplauso oficioso y oficial.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 13 de diciembre de 2013, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/siglos-arte-filos-almas-mentiras-132672.htm