El fascismo que (de verdad que no) viene

Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de diciembre de 2013.
Publicado en La Gaceta.

Nos está poniendo al día Fernando Vaquero Oroquieta, con información abundante y un análisis preciso en La Tribuna del País Vasco, de esos “numerosos movimientos políticos cara a las próximas elecciones a celebrar en España, es decir, las europeas del año próximo. Plataformas de uno y otro signo…”. Hay un amplio espacio político libre y desorganizado (por reconocimiento de parte, si el Partido de mayoría absoluta es de centro y sólo de centro, deja huérfano o considera garantizado sin esfuerzo a todos esos, pocos o muchos, que llaman o son llamados de derechas). Ese espacio tiene unos referentes y unos movimientos en curso en Europa, y tiene también una larga, variada y poco conocida historia en España. Una historia que sin duda él nos hará conocer mejor.

Que hay un mundo militante y votante del PP que empieza 2014 sin rumbo es una evidencia. Dicho en palabras de José Javier Esparza que no admiten enmienda, “el paso adelante que ha dado Santiago Abascal es, sin duda, el de un hombre valiente, pero es también mucho más: este caballero ha puesto voz a la indignación y al escándalo de millones de votantes del PP que se sienten clamorosamente traicionados y que aún no han sido atontados por las nubes tóxicas del marhuendismo. Es muy posible que Abascal se quede solo, porque los partidos, ya digo, son instancias de reparto de poder, no foros de debate político. Puede que el aparcero de nuestra historia termine crucificado, como ha de sucederle a todo redentor en un pueblo que no se quiere redimir. Pero puede también que esta voz despierte la conciencia de muchos; quizá de la mayoría. Ojalá hubiera en España más Santiago Abascal”. Y ese sentimiento, que existe y que afecta a lo medular del PP, aún no se ha medido.

El instrumento clásico de combate político contra las opciones que reclaman ese espacio es siempre el mismo, por cierto durante décadas con mucho éxito. Basta señalar que esas fuerzas, viejas o nievas, unidas o separadas, son una “extrema derecha”, cuando no un “fascismo”, para privarles ante el sistema político de cualquier legitimidad o posibilidad, aunque sus votos sean millones, aunque sus soluciones acumulen consensos, aunque sus líderes sean los únicos respetados. Estudiada en su momento con genialidad por Alain De Benoist y técnicamente por el profesor Marco Tarchi, la “reductio ad Hitlerum”, sigue perfectamente en vigor entre nosotros: si algo es llamado fascismo, e incluso derecha, todo el resto queda legitimado, el resto de problemas dejan de existir, esas siglas, líderes y respuestas desaparecen de lo presentable. Es probable que estemos en puertas de un nuevo sarpullido de esta falacia.

Y es una falacia. No hay fascismo que venga a España, esto no es Roma 1922. Claro que tenemos gente que quiere algo que no existe, o que existe en embrión o desorganizado, o que querría otro PP –o quizá sólo el de antes, qué se yo-, pero no teman ustedes, no están preparando la invasión de Abisinia. Quieren menos aborto y más patria, más justicia social y menos negocios, mejor educación y menos desigualdad regional, más ahorro y menos inmigración a favor de los grandes negociantes… pero eso no es fascismo, eso estaba en el programa que muchos de ellos han votado. No hay fascismo que venga.

En cambio, y en medio de un estruendoso silencio de los medios oficiosos, la que sí avanza es la extrema izquierda violenta. Muy violenta y muy impune , con agresiones sistemáticas como en la Complutense, con grupos cuasiterroristas con o sin la excusa del fútbol, con abertzales quemando cosas sin ser detenidos y con armas y medios de ETA en sus manos. Ahí sí que hay un peligro para la convivencia, pero de ese no hablan ni las izquierdas ni los centros.

Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de diciembre de 2013.
Publicado en La Gaceta.