Por Pascual Tamburri, 3 de enero de 2014.
No sólo hay Cataluña, Mas y 1714. En 2014 afrontamos muchos aniversarios y centenarios, muchos de ellos más importantes y menos recordados por los políticos y sus historiadores.
Artur Mas ha conseguido que todos los medios y casi todos los políticos hayan empezado 2014 hablando del tricentenario de la victoria borbónica en 1714. Ha conseguido también que nos hagan recordarla mal, a modo de derrota catalana y victoria española, cuando no fue sino una guerra civil sucesoria en España, con las grandes potencias implicadas. El nacionalismo ha vencido cada vez que no se le responde que su versión póstuma de 1714 es falaz, reconstruida al servicio de una ideología y para nada describe qué pasó en 1714 en aquella Barcelona y en aquella España.
Pero el centenario de 1714 no está prohibido, al revés, se le está dedicando más tiempo, más esfuerzo y más dinero que el que tuvieron en 2012 las Navas de Tolosa o la Constitución de Cádiz, guste o no asuntos mucho más trascendentales para todos que los caprichos póstumos de los contadores de historietas nacionalistas.
¿Y por qué no conmemoramos en 2014 el bicentenario de 1814? Es el año en el que Fernando VII demostró ser exactamente el mismo villano de Bayona, el año del Manifiesto de los Persas, del manifiesto de Elío y del «¡Vivan las caenas!». Año, tanto en la Península como en América, muy importante y muy desgraciado por varias razones. Año del que nadie dice nada, quizá por respeto a la naturaleza generosa, bondadosa y bella de la Casa felizmente reinante. O quizá porque no hay nacionalismo que lo haya querido manipular. En 1814, también, nació en Reus Juan Prim, otro centenario de este año que llega con su pequeña polémica, pero que al menos va a tener un cierto recuerdo público.
¿Se dan cuenta ustedes de qué ridículo es lloriquear ante una versión manipulada de 1714 y olvidar institucionalmente en España otros aniversarios bastante más notables? Sin necesidad de remontarnos a los Césares ni a Ordoño II en 914, llega ahora el 75 aniversario de 1939. Cierto que en España no vamos a celebrar unos «75 Años de Paz» (entre otras cosas porque no lo han sido, especialmente las últimas décadas), pero algo habría que hacer recordando el final de la Guerra Civil de la que aun quedan algunos, poquísimos, excombatientes, y bastantes consecuencias. Claro que para entrar en este tema el Gobierno tendría que cumplir su viejo compromiso de liquidar la «Memoria Histórica» zapaterista y soviética, y no estoy seguro de que existan ni la voluntad política ni el coraje físico de hacerlo.
Pero la verdad, si quieren un aniversario que merece un recuerdo este 2014, y mucho más que un recuerdo, es el de 1989. Seguro que no es muy del agrado de los creadores progres de la «Memoria Histórica», pero llegan los 25 años del hundimiento cósmico del mayor monstruo asesino de la Historia, el bloque comunista, a partir de la caída en noviembre del Muro de Berlín, y con episodios poco edificantes pero que no deben ser olvidados como la revolución rumana y el asesinato de los Ceaucescu. Yo entiendo que una gran parte de la progresía madura fue educada en la adoración reverente de la superioridad moral y política de la URSS y del marxismo, y una gran parte del centroderecha creció con un complejo patológico de inferioridad ante los asesinos del Gulag, de Katyn, de Budapest y de Praga… pero hace 25 años se demostró que aquello era un cadáver maloliente. ¿Por qué no celebrarlo, en vez de gimotear con Mas?
Al menos será algo digno de ser celebrado. Porque en 2014, también, llegan el primer centenario y el 75 aniversario del doble suicidio europeo del siglo XX. 75 años en verano de la torpeza franco-británica, en agosto del pacto germano-soviético, en septiembre del cheque en blanco a Polonia y del reparto de ésta entre nazis y comunistas, y después del brutal chantaje soviético a Rumanía, Lituania, Letonia, Estonia y Finlandia. No es para celebrarlo, peor habría que recordarlo, también en España, que nos afecta. Y más aún nos afecta la locura colectiva del verano de 1914, en cuyas consecuencias aún vivimos. Pocas cosas fueron iguales después de la Gran Guerra, tampoco para los neutrales como nosotros. No hablo de los sórdidos beneficios de horteras especuladores como sir Ramón de la Sota, sino de la destrucción de una era europea y su sustitución por otra en la que Europa dejó de ser vanguardia, centro y modelo del mundo, dejó de gobernar éste, y no está muy claro que para el mundo en general o para Europa y España en particular haya sido mucho mejor. Eso sí es un centenario, hombre, y no los títeres de Artur Mas.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 3 de enero de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/racismo-intelectual-centenarios-discriminados-132944.html