El centenario más sangriento de un año lleno de ¿malos? recuerdos

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de enero de 2014.

Europa murió hace un siglo. España no participó en la guerra de 1914, pero sufre sus efectos. Pese al silencio oficial, hay que considerar el centenario para entender nuestra época.

Canal Historia. La Gran Guerra. La Primera Guerra Mundial al descubierto. RH Mondadori Plaza & Janés, Barcelona, 2013. 544 pp. 19,90 €. Ebook 11,99 €.


Jean Echenoz. 14. Traducción de Javier Albiñana. Anagrama, Barcelona, 2013. 104 pp. 12,90 €.

Parece, si uno se fija en las noticias de ediciones y reediciones, que el centenario de la Gran Guerra en 2014 está revolucionando las librerías españolas. No es así, en realidad. Hay unas cuantas novedades y algunas traducciones y reediciones más de libros fundamentalmente anglosajones y quizá en menor medida franceses, pero en el fondo seguimos un tanto indiferentes a aquel desastre colectivo. Es cierto, España no combatió, pero nos afectó entonces y aún hoy vivimos en sus consecuencias. Hay entre los españoles cultos no ya distancia sino incluso ignorancia básica al respecto. Quizá de entre las novedades divulgativas con sólida y amplia base documental y académica es el libro de David Stevenson, publicado por Debate, 1914-1918 Historia de la I Guerra Mundial. Bien organizado, rico en detalles, en información, explica términos e ideas que seguramente las generaciones más recientes necesitan. Para estudiantes, para personas con amplitud de formación y de miras que quieran ampliar éstas, para quien aprecie el valor del orden en la narración y más aún en la investigación histórica.

Sin embargo puede ser en la divulgación más reciente, quizá la novedad que más puede interesar al público español de 2014 es el libro que han presentado Canal de Historia y Plaza y Janés. Mucho más divulgativo, quizá menos detallista pero más accesible para todos (para todos los que quieran leer un libro, claro), La Gran Guerra. La Primera Guerra Mundial al descubierto es el volado a papel del estilo de un excelente reportaje documental. Es material jugoso y nada aburrido de History Channel, para ver más que aprender cómo cambiaron las cosas de brutalmente en unos pocos meses, de la gloria a la guerra y de la guerra rápida a la guerra eterna. Además de la guerra en sí misma, y de la diplomacia y política paralelas, algo más del gusto actual como pueden ser las dimensiones económica, social, cultural y de la vida cotidiana. Grandes líderes y personas comunes unidos, es probablemente el libro más adecuado para regalar a alguien que quiera iniciarse en la época, o para el que se pregunte cómo una Europa en un siglo de gloria y poder se lanzó a aquel abismo.

Para aficionados con mucha curiosidad, hace décadas también Plaza y Janes ofreció un libro que no se ha reeditado pero que tendría éxito en 2014 y que sería un probable triunfo en la red. La Primera Guerra Mundial en fotografías y documentos, de Hans Dollinger y con prólogo Werner Conze, fue en 1969 una idea atrevida: contar la historia del conflicto, de sus causas, estallido, desarrollo, consecuencias y debates, a través de textos originales de los protagonistas, de fotografías, mapas y gráficos, dejando que ellos mismos hablasen. Fácil de leer, formativo y enriquecedor. Daba mucho más que un texto o una investigación al uso, y lo hace aún hoy. Seguramente el texto de Canal Historia se complementaría muy bien con aquellos materiales.

También en 1969, Gallimard publicó la síntesis de Marc Ferro, La Gran Guerra (1914-1918), que después tradujo Alianza Editorial. Innegablemente académico e indudablemente francés, ordena y resume las grandes cuestiones aún abiertas, aunque también opine sobre ellas, por qué no. Su maestro y prologuista, Pierre Renouvin, ya había publicado en 1955 con Hachette (y en España con Akal) su Historia de las Relaciones Internacionales, que en este asunto como en muchos otros ofrecía y sigue ofreciendo una masa abrumadora de nombres fechas, datos y asuntos pendientes. Aún hoy, aunque no a todos guste, un gran manual -¿tenemos una Universidad en la que un libro así pueda usarse aún como manual?-, y gran historiador y un gran escritor. Más moderno pero no tan documentado, Eric Hobsbawn da en su Historia del siglo XX, en Crítica, una visión personal y su propia selección de datos relevantes. Es muy cierto que el siglo XX empezó en Sarajevo y terminó de alguna manera también en Bosnia, en la guerra de los años 90. Después, Crítica ha editado La Primera Guerra Mundial de Michael Howard, que se centra más bien en la guerra en sí misma, sus campañas y batallas. No está de moda pero es ridículo rehuir la cuestión.

Digamos lo que queramos, el punto de partida del estudio de la guerra y del siglo fue y sigue en cierto modo siendo The Real War (1914-1918) publicado en 1930 por sir Basil Liddell Hart y reeditado después como A History of the World War (1914-1918). Liddell Hart fue conocido desde el final de la guerra, en la que combatió, como un teórico militar, y desde muy pronto como historiador de los conflictos. Ambas cosas son, como es fácil entender, interdependientes. Sin embargo, Liddell Hart tuvo el grave problema de no sostener opiniones políticas convencionales en su país entre las dos guerras, y sus libros no están escritos –ni en lo militar, ni en lo histórico- para el nivel cultural del gran público de nuestros días. Así que fue y es la base de la investigación posterior, por un lado, y de la divulgación, por otro. Winston Churchill, con La crisis mundial 1911-1918, presentada como «su historia definitiva de la Primera Guerra Mundial» en la edición que hace ahora mismo Penguin De Bolsillo en España, es quizá literaramente más afortunado, pero extremadamente parcial en lo político y lo diplomático (no lo olvidemos, es el Primer Lord del Almirantazgo en la escabechina de los Dardanelos); puede que por eso y por lo que pasó después, sea hoy más citado que leído, pero hay que ser cauteloso con su engarce de los sucesos y más aún con sus suposiciones militares. A menudo, muy a menudo aún hoy, sin citarlo. Liddell Hart combina lo militar y lo diplomático –con la enorme ventaja, para la objetividad, de no dar por sentado que habría una Segunda Guerra Mundial-, mientras que Hew Strachan se lanzó hace ya más de una década a una obra colosal sólo o casi sólo militar, quizá abusando de saber qué ha sucedido en el siglo posterior. Algo que los protagonistas evidentemente no podían hacer, y que en cambio Max Hastings ha tratado de evitar, dando espacio a la gente normal de la época en su 1914, El año de la catástrofe, que de algún modo actualiza y académicamente eleva lo que ya hace mucho hizo Dollinger.

En 1914. De la paz a la guerra, Margaret Macmillan ha retomado el estudio del estallido de la guerra y de sus primeros pasos, renovando a su manera la decisiva obra de Los cañones de agosto de Barbara Tuchman, que tiene ya más de cincuenta años y no los aparenta, así como Les causes de la Première Guerre Mondiale, de Jacques Droz, acaba de cumplir los cuarenta. Volvemos una y otra vez a los mismos puntos: qué causas remotas tuvo aquello, qué contexto político y diplomático, qué mecánica en su estallido, por supuesto qué culpables y qué consecuencias.

En cuanto a las consecuencias, quizá una parte que ha merecido más interés en los últimos tiempos que antes es la económica. Niall Ferguson fue incisivo y polémico sobre las causas de la guerra en The Pity of War, mientras que en la Historia Económica del Siglo XX de Crítica Gerd Hardach se ocupó de las causas y desarrollo económicos de la guerra y Derek H. Aldcorft entró a fondo en las consecuencias. Puede que una de las mejores cosas del libro de Churchill ya citado (no se engañen ustedes, el Nobel se lo dieron de Literatura y en 1953 porque con ese currículum no podían darle el de la Paz) fue inspirar entre otros muchos Las consecuencias económicas de la Paz de John M. Keynes. Qué duda cabe de que hay mucho y bueno que leer (aunque, como siempre, no todo sea igual de bueno).

Pero a veces se echa de menos sentir lo que sintieron aquellos hombres que combatieron, aquellas mujeres cuyas vidas cambiaron, la gente normal de aquel verano. Anagrama ha publicado 1914, de Jean Echenoz, una narración breve, casi dudo si llamarlo novela, en el que personajes de ficción sirven para hacernos llegar las sensaciones, vivencias y dolores de aquellas personas. Intenso, despiadado y realista, es fácil de leer y un buen regalo. Quizá sea más comprensible así cómo aquellos jóvenes, educados en la idea de progreso material, fueron voluntarios a un matadero que ellos pensaban breve, porque la experiencia y los líderes así se lo dijeron, y que se encontraron con el mayor cambio posible en sus vidas y en la de Europa. Llena más al lector que el quizá más famoso John Boyne y su Quedaos en la trinchera y luego corred.

Al leer a Echenoz no he podido evitar pensar en mi abuelo, él mismo nacido en 1897 y oficial de complemento de Artillería en la generación del Isonzo, el Carso, el Piave y Vittorio Veneto. Un hombre de aquella generación. Y también en los nacidos en 1997, que hoy en parte cursan 1º del llamado Bachillerato y estudian esta época con desgana –amplia, con excepciones-, inconscientes de que la Historia puede llamarles a vivir cosas inesperadas, terribles, duras incluso. Ya lo hizo entonces, nada impide que lo haga mañana. Es la Historia, sí, y esta breve que no fácil novela de Echenoz nos acerca a ella. Quizá más fácilmente, para la población civil no especialmente interesada en el pasado ni en la lectura, que los libros de Historia. Aunque hay más vehículos para el saber un siglo después, hay menos lectores interesados en las memorias de Ernst Jünger, esas Tempestades de Acero que marcan una adolescencia si se leen a tiempo, o incluso las mucho más aburridas historias de Erwin Rommel de joven tenientillo en sus Sturmtruppen.

Ahora, sobre si las guerras son o no un juego habría mucho que decir. La Gran Guerra no lo fue para la generación que la vivió, desde luego, pero dio en su momento lugar a grandes juegos. Hace tres décadas, casi nada, los yanquis de Victory GamesGreg Costikyan, Bob Ryler– desarrollaron en Pax Britannica la Gran Política mundial «desde 1880 hasta la Gran Guerra«, y garantizo que no sólo fue un juego divertido sino que permitía conocer sin gran esfuerzo la realidad de esa geopolítica en la base de 1914. Una joya, probablemente más ameno aunque menos preciso técnicamente que The Guns of August, presentado por Avalon Hill en 1981, sobre el desarrollo militar de la guerra en los frentes europeos. También un magnífico cadáver. ¿Por qué? Porque lo que era divertido, incluso apasionante, para los relativamente pocos jugadores de juegos de guerra de hace una generación y media, no lo es ni en consola ni en PC para la mucho más numerosa generación de la PS4. Y por eso, junto a los libros de investigación y los de divulgación sobre la guerra, no ha surgido una oleada de juegos que acerquen a los jóvenes de hoy la guerra de hace cien años. Sería todo un experimento convertir en videojuegos aquellos clásicos de papel y cartón, pero me temo que no van las cosas para ahí. Así que, excepto frikis que siempre serán bienvenidos en esta sede, recomiendo a quienes estén interesados en 1914 desde este 2014, que empiecen por leer uno de estos libros, y quizá lo apasionante del tema lleve a algunos a más lecturas, a vídeos, a despertar ese interés que parece tan dormido en las raíces de este mundo.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 10 de enero de 2014, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/centenario-sangriento-lleno-malos-recuerdos-133111.htm