Por Pascual Tamburri, 24 de enero de 2014.
El diagnóstico y tratamiento de niños y jóvenes con TDAH ha revolucionado en unos años las familias, la sanidad y las aulas. Pero su descubridor murió creyendo que era un invento.
Si alguien visita un Instituto en 2014 después de 25 años sin ver un aula, notará algunos cambios esenciales. Aparte de los legales, de los curriculares, de los relativos al material docente y al estilo de los docentes, le llamarán la atención algunas diferencias radicales en los alumnos y su entorno. Su actitud, conducta y respeto, salvo que se fuercen, han cambiado. Sus consumos, más que a menudo tolerados en silencio por comodidad pese a sus consecuencias comprobadas, han cambiado. El número y el poderío de los psicólogos y orientadores han cambiado. Y estos tres últimos cambios (disciplina, consumos, apoyo profesional) han tenido mucho que ver con la aparición y reconocimiento de una enfermedad psiquiátrica antes ni imaginada, y aún discutida al menos por una minoría consistente de profesionales: el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), que afecta a un porcentaje creciente e insólito de alumnos, y que recibe no sólo un tratamiento médico sino también a veces unas discutidas y discutibles medidas pedagógicas.
El semanario alemán Der Spiegel, seguido por muchos artículos en revistas científicas y las redes sociales, publicó «unas declaraciones de Leon Eisenberg, el psiquiatra que descubrió el TDAH, que no dejan indiferente a nadie que viva o trabaje con niños«. Eisenberg dijo, siete meses antes de morir, cuando contaba ya con 87 años, que «el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia» .
¿Cómo nació el TDAH? «Los primeros intentos por tratar de explicar que había niños con TDAH sucedieron en 1935. Por aquellos tiempos, los médicos habían tratado por primera vez a niños de primaria con un carácter inquieto y con dificultad para concentrarse en lo que se les pedía, bajo el diagnóstico de síndrome post-encefálico. Fue un intento que no cuajó porque claro, la mayoría de esos niños nunca habían tenido encefalitis«. Muchos años después Leon Eisenberg «volvió a hablar de dicha enfermedad, pero esta vez con otro nombre, ´reacción hipercinética de la infancia´. Bajo dicho diagnóstico pudo tratar a alumnos difíciles, probando diferentes psicofármacos con ellos. Empezó con dextroanfetamina y luego utilizó el metilfenidato, droga con la que consiguió su objetivo y que hoy en día prevalece como tratamiento de elección: los niños enérgicos se transformaban en niños dóciles» (Y quizá también en adultos más manejables, ¿eh?).
El Manual de Pediatría DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico) incluye la enfermedad desde 1968, ahora llamándola Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). «El logro de Eisenberg y sus colaboradores fue conseguir que la gente creyera que el TDAH tiene causas genéticas, que es una enfermedad con la que se nace. Él mismo dijo, junto con las palabras en que decía que era una enfermedad inventada, que la idea de que un niño tenga TDAH (entendemos que la idea de que un niño sea muy movido y sea un alumno problemático) desde el nacimiento estaba sobrevalorada. Sin embargo, al conseguir que esto calara en la población y en los padres, el sentimiento de culpa desaparece, los padres se sienten aliviados porque el niño ha nacido así y el tratamiento es menos cuestionable. En 1993 se vendieron en las farmacias alemanas 34 kg de metilfenidato. En el año 2011 se vendieron 1.760 kg» .
¿Existe de verdad el TDAH? Eisenberg, «uno de los más famosos profesionales de la neurología y de la psiquiatría del mundo, decidió confesar la verdad meses antes de morir afectado de un cáncer de próstata, añadiendo que lo que debería hacer un psiquiatra infantil es tratar de determinar las razones psicosociales que pueden producir problemas de conducta. Ver si hay problemas con los padres, si hay discusiones en la familia, si los padres están juntos o separados, si hay problemas con la escuela, si al niño le cuesta adaptarse, por qué le cuesta, etc. A todo esto añadió que, lógicamente, esto lleva un tiempo, un trabajo y acompañado de un suspiro concluyó: prescribir una pastilla contra el TDAH es mucho más rápido» .
Al final, tener o no tener TDAH depende de una observación que en el fondo es subjetiva. Y así vemos las cosas que vemos, en los diagnósticos, en los tratamientos y en las medidas. «No digo que ninguno de estos niños no tengan nada. No digo que no necesiten ayuda, porque es muy probable que muchos de ellos tengan muchos problemas, pero nunca he creído en la existencia de un trastorno que afecte al 10% de los niños y mucho menos he creído en la cura milagrosa del metilfenidato, porque si bien los niños cambian su comportamiento, los problemas que hicieron que el niño funcionara de un modo no aceptado siguen ahí«. Especialmente, sobre los orígenes de determinadas conductas, deberíamos reflexionar sobre las consecuencias de una educación laxa, indisciplinada, y en las aún mayores en la pubertad y adolescencia del consumo tolerado social y políticamente de drogas de varios tipos… si le dejas desde la infancia comportarse sin normas, con todo a su alcance y pudiendo llegar a estados mentales basados en la química, luego no esperes de él que sea «normal». Y no cambies las normas para él, claro.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 24 de enero de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/leon-eisenberg-hombre-cambio-educacion-invento-tdah-133377.html