Por Pascual Tamburri, 31 de enero de 2014.
¿Y si la Unión Europea no es Europa, si hay más Europas posibles, si Bruselas y Estrasburgo sólo son el negocio de algunos profesionales de la política? En mayo se lo diremos.
No estoy seguro de que Nigel Farage tenga razón al decir, como le hacía decir este mismo mes El País en una encuesta tan agresiva como siempre, que «la Unión Europea es un eructo en la cara de la historia«, pero sí es claro que el líder del Partido por la Independencia del Reino Unido acierta al decir que «la UE es un viejo sombrero raído… una solución de 1970 para un problema de 1940 que ha sobrepasado su fecha de caducidad… un intento de sumergir a los Estados nación en una marea de hiperregulación… tratando de salir adelante mientras el número de Estados nación no deja de crecer en todo el mundo«. Y ahí, el tan despreciado UKIP no sólo se coloca en vanguardia del populismo del siglo XXI sino que le da un contenido intelectual completamente coherente y mucho más que meramente nacionalista.
También en España en La Tribuna del País Vasco se recuerda la existencia de la antiipolítica antisistema, además de la «nebulosa de partidos que suben con fuerza, populistas y eurófobos, con un proyecto fieramente nacionalista y antiinmigración, cuando no directamente racista o filonazi«. Entre esas «fuerzas políticas que han sabido suavizar su discurso y ya no van solo en busca del voto joven y violento, sino del de las clases medias cada vez más irritadas con las consecuencias de la crisis y su gestión por parte de los líderes europeos», junto a Marine Le Pen se incluye la exitosa candidatura de Nigel Farage en Reino Unido. «Farage presume de que su mujer es alemana, explica que trabajó para la banca francesa, recuerda que muchos de sus colaboradores son negros u homosexuales: con ese tipo de argumentos alegres como los colores de una verdulería suele explicar que no es racista, que no es homófobo, que no es antieuropeo sino anti-UE, que no es el mismísimo diablo«. Lo cierto es que el Partido por la Independencia de Reino Unido se ha convertido gracias a su programa antiinmigración y antiUE en el enemigo más peligroso de David Cameron. Pero no de Europa.
Farage, respondiendo a El País, dice exactamente lo que su electorado británico quiere oír: que «los imperios multinacionales, como la UE, no funcionan bien. Al final colapsan«. No sobra ni una palabra ni una letra en la respuesta, porque el UKIP no es antiimperialista, sino contrario a los imperios que no sean el británico. Son nacionalistas, pero de su nación y no de otras; y predican el santo egoísmo, junto a la santa intransigencia. Sin embargo, ser contrario al mundialismo de los lobbies de Bruselas y sus empresas y logias no es ser enemigo de Europa. Europa, como historia, como identidad y comunidad, es mucho más que la ocurrencia de Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi y Robert Schuman. Mucho, mucho más. Afortunadamente.
Una cosa es evidente: a medida que los británicos llevan más años en la Unión y la Unión es mejor conocida por ellos, en parte gracias a sus eurodiputados incluyendo los del UKIP, más británicos hay contra su pertenencia a la Unión. Se les puede descalificar y llamarlos fascistas o directamente «lunáticos, locos, racistas«, cosa que hizo el primer ministro David Cameron, pero la verdad es que Farage tiene cada vez más apoyos y Cameron cada vez menos. Cuanto más libre y numerosa es la inmigración extranjera en Gran Bretaña peores son las condiciones de vidas de los británicos y más británicos hay dispuestos a votar a Nigel Farage. «¿Por qué debería el contribuyente británico financiar el sistema de salud, educación y bienestar de inmigrantes que no han aportado nada al Estado? Lo que nos gustaría es un sistema como el de Australia o Canadá: poder elegir el número y el tipo de personas que vienen a trabajar al Reino Unido. Y no podremos hacerlo mientras seamos miembros de la UE. Por eso queremos salir» .
A medida que la Unión tiene más competencias y se ejercen de modo más opuesto a las identidades nacionales, más europeos hay dispuestos a votar a un partido antiUE, antiglobalización, nacionalista o identitario. Nigel Farage es sólo un buen ejemplo de algo que se extiende por toda Europa, excepto España, o quizá sin excepción ya: los europeos que más conocen y quieren a su país y a Europa más tienden a querer salir de la Unión. Porque esta UE, así, no es la única versión imaginable de Europa, ni la que más conviene a España.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 31 de enero de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/rancia-anticuada-contra-europa-libre–133493.html