Por Pascual Tamburri, 3 de febrero de 2014.
¿El dinero público ‘no es de nadie’, como dicen los socialistas? ¿O es ‘de los que pagan impuestos’, como se oye a veces? La verdad es que es de todos, de la Nación y no de los políticos.
El potencial dinamizador de una inversión pública en una zona es la excusa universal de las obras institucionales ruinosas. Estamos más que acostumbrados a que las autoridades, nacionales, regionales o locales, antes, durante o más bien después de una construcción que no termina de demostrar ni su necesidad, ni su utilidad, ni mucho menos su rentabilidad recurren a una idea discutida y discutible: «el retorno al entorno».
Este concepto es propio, sobre todo, de las democracias, que presumen de que el dinero público, como todas las decisiones, pertenece al pueblo. Así que se invierte en beneficio de la gente y a ser posible según la voluntad de la gente… o eso se dice, porque luego, a la hora de la verdad, ni lo uno ni lo otro, y el dinero público parece patrimonio exclusivo de según qué tipo de políticos. Sólo que en las democracias se miente mucho hasta llegar a ese punto, como hemos ido viendo. Ninguna manera más pintoresca de mentir que ésta de los «retornos al entorno».
El concepto tiene su parte casi folklórica, todo depende de quiénes sean los políticos que a uno le caen en suerte. Supongamos que vivimos en la comarca «X», y que pedimos al gobierno regional que nos construya un estupendo polideportivo con piscina. En años de vacas gordas, si tenemos un alcalde hábil y bien relacionado, nos lo construyen, financiando el gobierno regional el grueso de la inversión y dejándonos, a los ayuntamientos implicados, un porcentaje menor que nos vemos en condiciones de pagar, junto a los gastos de gestión y mantenimiento. No se considera un gasto, sino una inversión, porque la instalación generará, nos dicen, más actividad económica, más impuestos, más puestos de trabajo y empresas a su alrededor. Así que ese dinero público repercutirá en su entorno y creará, sólo con aparecer, riqueza y trabajo.
Ah, pero llegan las vacas flacas, y aquellos dineros que tenían que venir de la capital vienen mucho más lentamente, y a crédito de ciertos bancos y cajas que cobran su interés. Además, el dinero municipal cuesta más de sacar, y tiene también un coste bancario añadido. A él hay que añadir el coste mensual de gestión, que además repercute en menos usuarios de los esperados que están menos dispuestos a pagar de lo esperado. Menos actividad de la esperada implica menos repercusión de la deseada, menos puestos de trabajo, menos empresas y por tanto más coste puro y duro de la inversión inicial.
En Navarra, la consejera de Economía, Lourdes Goicoechea, tiene un equipo de colaboradores que va de dimisión en dimisión y que en los tres últimos ejercicios se ha visto acorralado sin Presupuestos por un PSOE para nada dialogante (salvo con los abertzales), constructivo ni institucional. A todos sus problemas se une éste: una serie muy larga de obras públicas y gastos públicos que se han tratado de justificar por su repercusión positiva en el entorno, y que se han convertido en otros tantos pozos sin fondo de un dinero público que no es precisamente abundante. ¡Y eso que, cosa que no tendría por qué, el Ministerio de Hacienda ha dado generosamente a Navarra su parte del IVA de Volkswagen mucho antes de tiempo!
Qué duda cabe de que es muy bonito tener, en la Ribera de Navarra, un parque temático como es Sendavida, que, con sus atracciones y sus animalitos, hace que vaya a Arguedas un turismo que de otro modo no existiría. Pero si hacer que 140.000 personas vayan a ese lugar de la Ribera costó el año pasado más de 9 millones de dinero público perdido, a sumar a la inversión no recuperada, es como para pensárselo. ¿Se genera un «retorno al entorno»? ¿Y vale la pena? ¿Y entre los turistas «retornados» incluimos todos los escolares y visitantes públicos o semipúblicos movilizados con otro dinero público o semipúblico?
Sin ánimo de señalar, o sí, algo parecido pasa con Los Arcos y su circuito en pura pérdida y sin actividad empresarial; o en Noain y en su terminal estupenda para un aeropuerto casi sin vuelos; o en una Universidad pensada, ampliada, sostenida y extendida con criterio político esencialmente; o en un muy muy lento TAV que va de la nada a la nada sólo para que sigan en movimiento algunas constructoras amigas de los correspondientes amigos; o en un Pabellón Navarra Arena que sólo sirvió para liquidar las piscinas de Osasuna pero que nadie consigue pagar, ni terminar, ni encontrar la utilidad; o en el mismo Osasuna, enorme deudor de Hacienda tratado con la benevolencia cómplice y populista de la que se excluyen empresas y ciudadanos de a pie (pero claro, qué mejor «retorno al entorno» que dar dinero público a este Osasuna para que lo dé a su hinchada batasuna, contrate chicos formados en la izquierda violenta o pague a Patxi Puñal mientras firma manifiestos a favor de la ikurriña; total luego los malos seremos los que lo digamos). Será que hay una «marca navarra», para cuya promoción qué más necesario que una embajadita amiga en Bruselas, poblada y financiada por supuesto (casi) sin consideración de nombres. Y qué decir del intento de financiar con dinero y suelo públicos la ampliación de una Universidad privada, o de dilapidar en obras caras e innecesarias un dinero que ni siquiera se tiene ya. Seguramente «retornos al entorno» todos ellos que sirven para intentar justificar el derroche masivo de dinero de todos.
¿Hay que ahorrar? Bastaría con no tirar de largo y no vivir por encima de nuestras posibilidades… sobre todo porque no estoy yo muy convencido de que sea función esencial de la Hacienda de una provincia mediana sostener un centro de esquí (y su hostelería aneja) dándole a base de «semanas blancas» lo que los ciudadanos libremente no le dan de su bolsillo; o sostener un centro de turismo de aventura (y su hostelería aneja) a base de «semanas verdes»; y un centro de vela y demás a base de «semanas azules» (afortunadamente menos frecuentes… bastante lógico, esto es Navarra, no Canarias). ¿Hay que recortar? Bastaría sólo con no gastar lo que no se tiene, lo que nunca se tuvo, lo que en caso de haberse tenido tenía mejor uso que éste del «retorno al entorno».
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 3 de febrero de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/eternos-retornos-entorno-teoria-ruinosa-segun-para-quien-133558.html