Ni Cultura, ni Educación, ni Universidad, ni José Ignacio Wert

Por Pascual Tamburri, 4 de marzo de 2014.

La Cultura está en manos de enemigos de Wert, no todos ellos funcionarios nombrados por el PSOE. La Educación zozobra sin que se toquen ciertos errores clave, y más en la Universidad.

No creo que haya en el mundo un Ministerio de Educación y Cultura tan polémico, y a la vez tan complaciente con sus enemigos de dentro y de fuera, como el que le ha tocado en suerte a José Ignacio Wert. Ni Estados Unidos ni Rusia, ni Francia ni Italia, fuese cual fuese el partido gobernante, consentirían por ejemplo que en la web del Museo del Prado (meollo de las Artes en España) se analizase el 2 de mayo de 1808 como un momento en el que «grupos exaltados del pueblo de Madrid, instigados por sectores reaccionarios de la nobleza y el clero, se levantaron en armas«. ¿Es esta la historia de España, contada científicamente en un espacio oficial? ¿O es, una vez más, una rendición blandengue a los prejuicios progres, por miedo a parecer defensor de la identidad nacional española?

Si por lo menos las blanduras, rendiciones, concesiones y aperturas le valiesen a Wert para seguir siendo ministro y tener poder. Pero lo odian por lo poco que ha intentado hacer, con lo cual ni ha cambiado las cosas ni ha conseguido tener menos enemigos. Mala inversión. Y si eso pasa en la Cultura, qué no pasará en la Educación.

La verdad es que a Wert lo más grave que puede reprochársele en Educación no es lo que ha hecho, sino justamente lo que ha dejado en pie del sistema que heredó. O sea, hasta que entre en vigor la LOMCE, todo, y luego casi todo. No hay nada especialmente malo en la LOMCE salvo que no deja de ser un parche sobre un sistema fracasado, que se ha demostrado malo excepto con un criterio ideológico y cuyos efectos empezamos a pagar ahora. Y lo mismo que vale para Primaria y Secundaria valdría, con ciertos matices, para la Universidad, donde sin terminar de aplicarse una reforma ya se está hablando de la siguiente, faltando en el trasfondo lo mismo que a los otros períodos del sistema: una definición clara de objetivos, sin dejarse llevar por otros vericuetos.

El mismo Ministerio de Educación reconoce el fracaso del actual modelo universitario, basado en la multiplicación de plazas y de centros universitarios, la supuesta orientación «utilitaria» o «económico-laboral» a los universitarios y la confusión interesada entre el derecho al acceso a la enseñanza con el derecho al éxito en los estudios… con la consecuencia evidente de la reducción del nivel, inherente a un neonato «derecho a aprobar y a titularse«. Un gran porcentaje de graduados universitarios españoles está en el paro. Pero quizá más grave es que más de un 40% de los titulados que sí trabajan lo hacen en puestos por debajo de su cualificación teórica, y casi un 17% directamente está dedicado a trabajos manuales que no requieren ninguna titulación.

¿Eso qué implica? Desde un punto de vista capitalista, que el Estado está haciendo una mala inversión, ya que subvenciona total o parcialmente los estudios de una gran masa de titulados que luego no ha hacer «rentable» esos títulos. Pero lo verdaderamente grave de la confesión ministerial no es eso, sino que hemos dejado completamente de valorar la función primigenia y fundacional de la Universidad –la transmisión, conservación y creación del saber-, engañando a los jóvenes con la idea de las «salidas» y a la vez convirtiendo las Universidades en lugares de adquisición de competencias profesionales lucrativas (algo que, cuando lo han sido, ha sido secundario).

No deberíamos estar evaluando al Ministerio, ni menos a «sus» Universidades, por su precio unos, ni por su capacidad para recortar otros, ni por la «rentabilidad» de la «inversión» medida en colocaciones, en puestos de trabajo, en crecimiento económico. Estamos hablando de personas, de los jóvenes de este siglo. El sistema es malo si les enseña a valorar su educación, sus vidas y las decisiones que tomen en ellas sólo en función del «éxito» económico. Es la imposición totalitaria de una ideología materialista de dos filos. Una ideología fracasada en Cultura y radicalmente fracasada en Educación.

No por gastar más o menos una Universidad o un Instituto es peor. No es un centro de FP, ni una oficina del INEM, ni el sistema educativo será mejor por tener más miembros o más centros. Quizá haya que dar formación a quien la quiera por sí misma, y tenga la capacidad para recibirla con éxito. Quizá no sea más que otra muestra del fracaso del «café para todos». Quizá, sólo quizá, los que fallan, unidos de la mano, son los prejuicios igualitarios, utilitaristas y economicistas inherentes al sistema que conocemos. Lo peor no es tener muchos o pocos universitarios y bachilleres, ni que parte de ellos termine de reponedores en un supermercado. Con ser malo eso, lo peor es tener estudiantes de Bachillerato, de Grado, de Master y hasta de Doctorado que estudian por «ascender», por «ganar», por «colocarse», no por amor a su saber ni voluntad de crecer en su interior o de servir a la comunidad.

Amore Scientie Facti Exules, señor ministro. Le digan lo que le digan sus asesores neomarxistas y/o neoliberales, que en gran medida son los que hicieron para sus antecesores la fracasada legislación que ahora se le reprocha, injustamente, a usted. Los porcentajes demuestran el fracaso. La desilusión general de las aulas más aún. Cambie usted el rumbo… no le van a querer más por no hacerlo.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 4 de marzo de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/cultura-educacion-universidad-jose-ignacio-wert-134050.html