Por Pascual Tamburri, 7 de marzo de 2014.
no nos engañemos, no es que Rubalcaba sea un patriota y Jiménez un inconsciente; es que Bildu era, de momento, un mal negocio en Navarra y una pésima inversión ante las europeas.
Unos ganan y otros pierden. Algunos salen más o menos como empezó todo esto. Pero hay que reconocer que la política navarra, desde Luis Roldán en Laos hasta el suicidio de Roberto Jiménez ante las cámaras, da para 25 años de telenovela cómica.
Al menos sería cómica si no la hubiesen pagado muchos con su vida y su salud y todos cada día con los impuestos. Porque, eso sí, la clase política se ha retratado una vez más, enterita, y se ha convertido en el mejor argumento para suspender la autonomía foral y nombrar un delegado del Gobierno plenipotenciario. A Ignacio González mismo, sin ir más lejos, ya que está foralmente de moda hablar mal de él.
Vencidos
El primero y principal, Roberto Jiménez, «el PSOE en Navarra soy yo», el de «o se va o la echamos». Tan dramático. Tan seguro de sí mismo, o tan seguro de que no tenía nada que hacer, que no se ha dejado salida. La Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, o sea Alfredo Pérez Rubalcaba, o sea el secretario general elegido contra su amada Carmen Chacón, anunció en la noche del miércoles un acuerdo para «no formalizar la presentación de una moción de censura».
Nada con Bildu, y en esto Bildu era indispensable. Pero no nos engañemos, no es que Rubalcaba sea un patriota y Jiménez un inconsciente; es que Bildu era, de momento, un mal negocio en Navarra y una pésima inversión ante las europeas. Nada más.
Vencidos, y no menos notables
Miguel Sanz Sesma, expresidente de Navarra, entrañable amigo del nuevo Beau Brummel, Antonio Catalán, pidió en público a Barcina que convocase las elecciones anticipadas que Jiménez no podía conseguir sin Bildu. Todo el PSOE quería elecciones para salvar la cara, y en esto el presidente de honor de UPN iba con los aliados que forzaron la escisión de 2008 de tan malos resultados; por eso se ha lanzado a decir en público esa locura de «tengo información fidedigna de Madrid», porque nadie dudaba que su informante era del PSOE y no del PP.
Y elecciones no las va a haber; porque el tiempo corre a favor de Barcina, moderadamente, y contra sus enemigos dentro de UPN, inmoderadamente. Que los hay, y no es secreto, si en Ferraz dicen sin pudor que «cargos de UPN nos llaman a nosotros para contarnos lo que está ocurriendo en Navarra».
¿Vencedora, Barcina?
Ni disuelve ni dimite, para desesperación de catalanistas, socialistas y abertzales. UPN tiene 19 de los 50 diputados, 23 con los aún 4 del PP. Así no hay modo de legislar, pero la responsabilidad es del PSN-PSOE que en la Cámara va siempre con los nacionalistas.
Es verdad que los manejos del gobierno regional eran tan antiestéticos como los de toda la política provincial hace mucho; pero no ilegales, y Barcina no puede ser imputada (en una Comunidad que ha tenido ya cuatro presidentes ante los jueces en lo que llevamos de democracia).
Barcina tiene ahora mismo cuatro retos para hacer real su victoria: purgar y unir su partido con mano de hierro, anular y absorber lo que va quedando de PP en Navarra, convencer a Ferraz de que su única opción es ella y llegar dentro de año y pico a las elecciones en mejor situación mediática y económica. Veremos.
Ángel García Sanz, investigador cualificado de la política navarra de estos dos últimos siglos daba buenos ejemplos por los que «para ser duradero cualquier pacto, explícito o sobreentendido, debe estar bien asentado y obedecer a algo más que al mero cálculo aritmético para conseguir parcelas de poder». El problema es que en la pequeña política foral de estos tiempos se piensa a corto plazo (excepto los abertzales) y más por rencillas personales que por principios.
Qué principios, por Dios, en un entorno donde se puede ser numerario del Opus Dei y dirigente en una coalición independentista, socialista y abortista, o donde se hacen los negocios más insólitos, quizá legales pero escasamente presentables, con dinero público.
¿La victoria de Barcina es total? Depende de ella y de las siguientes elecciones. ¿Supone que en Navarra nunca ha habido corrupción? No por cierto, sólo que en este caso no la ha habido probable y punible. ¿Es una derrota socialista? Total, salvo que parte de la misma UPN se sacrifique para salvar al PSOE.
¿Es una victoria del PP? Sí en lo nacional, pues Navarra y Bildu facilitan la campaña, no en lo provincial, con todos los focos en UPN y un PP sin proyecto definido. ¿Es una derrota nacionalista? Que nadie se haga ilusiones, no lo es. Los socialistas han demostrado todas sus debilidades, los abertzales en cambio toda su fortaleza. Saben dónde van, y no han perdido nada.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 7 de marzo de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/cinco-secuelas-sainete-navarro-seguiran-martirizando-psoe-134119.html