Discípulos frustrados de Maquiavelo, hijos espúreos de… Haushofer

Por Pascual Tamburri, 11 de marzo de 2014.

Tras unas décadas de desprestigio de la ciencia política y de la geopolítica, una generación de políticos y opinadores las retoman en Crimea. Aunque sea sin saber nada de ellas.

Los últimos movimientos de la política nacional e internacional nos han descubierto a todos la verdadera envergadura de la formación política y geopolítica de nuestros políticos de nivel medio, periodistas, tertulianos, cargos electos, líderes nombrados a dedo y demás figuras habituales en los medios y en las instituciones. Muy triste, desde Navarra a Crimea.

Gracias a la tormenta de Navarra hemos descubierto que Roberto Jiménez no es, decididamente, ni Charles de Talleyrand-Périgord, ni Klemens von Metternich, ni lord Castlereagh, ni Benjamin Disraeli, ni Otto von Bismarck. En suma, el líder socialista se mantiene dentro de lo que cabía esperar en la pequeña política provincial de las últimas décadas, corta de miras, escasa de cintura, torpe de movimientos, sobrada de palabras, corta de hechos, confusa de amistades y, ay, sospechosa de dineros y negocios. No es el único, no es el primero, no es el peor, pero es el que se va a llevar la fama esta temporada. Fama de ser menos capaz de lo que él creía ser y de lo que otros esperaban que fuese, fama de ser político con minúsculas en una política con minúsculas en una provincia que necesita algo más.

La Geopolítica que vuelve… recortada

Pero mientras hemos conocido a fondo el alcance de Jiménez y sabemos que no es Maquiavelo y ni siquiera Kissinger, ha surgido toda una nueva generación de seguidores del viejo Secretario de Estado. La geopolítica, considerada casi un pecado intelectual durante más de medio siglo, está de moda gracias a Ucrania, a Crimea y a Rusia, y ha llenado páginas de prensa y horas de emisión como nunca antes. Seguramente sin la hondura y preparación que cabía desear, pero con un sorprendente interés.

Es una historia de innovación intelectual que empezó quizá con Friedrich Ratzel y su Geografía Política de 1897, en la que se empezó a definir la relación entre espacio y poder. Poco después, sir Halford J. Mackinder (1861-1947) definió el concepto decisivo de Heartland, estos días tan manoseado, que otorga el dominio mundial a quien se haga con el control de la masa continental euroasiática… o al menos prevé una lucha por el predominio mundial entre las potencias marítimas (Estados Unidos, como previó el almirante Mahan) y la potencia continental (anteayer, Alemania, ayer, la URSS, ¿hoy Rusia?) .

La cuestión geopolítica más elaborada, y seguramente la menos entendida en nuestras constantes tertulias crimeanas, viene dada al añadirse a la idea de «espacio» de Ratzel y a la de «isla mundial – potencia oceánica» de Mackinder la de «combinación Norte – Sur» de Karl Haushofer. La potencia hegemónica, o las que aspiren a serlo, no sólo necesita una dimensión territorial suficiente y una libre salida al mar (dos cosas que se debaten ahora en Ucrania, en efecto), sino además una amplitud transhemisférica (que explica muchas cosas en África, Hispanoamérica y el Medio Oriente) .

Quién le iba a decir a Haushofer que casi setenta años después de muerto, y después de tanto desprecio e insulto, su saber iba a estar de moda, no ya entre los políticos sino incluso entre periodistas y civiles de la calle. No estoy muy seguro de que el presidente Obama ni el ministro Margallo estén en esta materia a la altura de los políticos de hace dos generaciones (o al menos a la de Putin); y sí estoy seguro de que estos días se están diciendo incoherencias bastante graves. Pero al menos se reabre la puerta a una manera de entender la realidad política mundial que nunca debió cerrarse por un prejuicio ideológico. Por justificado que estuviese, que no lo estaba.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 11 de marzo de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/discipulos-frustrados-maquiavelo-hijos-espureos-haushofer-134180.html