Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de marzo de 2014.
Los protagonistas de 11-M, de la Transición o de nuestro pasado siguen contándose a sí mismos según conviene. Es el precio que la historia paga a las libertades de prensa y de expresión.
Jaime Ignacio del Burgo. 11-M. El atentado que cambió la historia de España. Introducción del autor. La Esfera de los Libros, Madrid, 2014. 432 p.. 20,00 €.
Pedro Crespo de Lara. Triunfó la libertad de prensa. 1977-2000. La transición sin ira del periodismo en España. Prólogo de Rafael de Mendizábal Allende. La Esfera de los Libros, Madrid, 2014. 376 p.. 21,90 €.
Decir bronca es decir muy poco. El 11 M, que quedará en nuestros libros de historia, aún da para vender mucha prensa además de libros de ficción, de deseo, de consolación o de autodefensa. Y para volver a explicar quiénes somos y de dónde venimos. De todo, vaya.
Nos decía el otro día en esta misma casa Manuel Ortega cómo Casimiro García Abadillo y Pedrojota Ramírez, ahora, «se han colocado frente a frente por el tema del 11-M«. El Mundo ha cambiado de línea, y no es el único: ahora lo cómodo y práctico es aceptar la verdad oficial y «mirar al futuro». Y ahí tuvimos, entrevistas al fiscal Javier Zaragoza y al juez Javier Gómez Bermúdez y venga autocrítica.
Pero de la autocrítica del nuevo El Mundo a negar haber dicho, escrito y pensado lo que uno dijo, escribió y pensó hay un trecho. Sería como si El Mundo negase hoy haber publicado en 2004 el artículo de Fernando Múgica, Los agujeros negros del 11-M, o García Abadillo negase haber publicado 11-M. La venganza.
Por ejemplo Federico Quevedo sí escribió algo que hoy niega, que «tengo la convicción moral de que los atentados del 11 de marzo de 2004 fueron el producto de una conspiración para echar al PP del poder. A quienes me preguntan, y son muchos los que lo hacen, si creo a la izquierda española capaz de semejante barbaridad les contesto, sin dudarlo, que sí».
Pero los tiempos han cambiado, y negar la verdad oficial, que antes era lo normal en el PP y en los medios de comunicación centristas, hoy es condenarse. Convicciones aparte, por conveniencia ahora es normal que haya muchos arrepentidos de lo dicho y escrito. Otros perseveran en la duda.
Lógicamente, a 10 años de lo que otros llamaban pero ya no llaman e incluso niegan haber llamado «golpe de Estado», Federico Jiménez Losantos no está contento. Sigue creyendo, como muchos ciudadanos pero como casi ningún comunicador y casi ningún político profesional, que «la versión oficial de la masacre era una patraña».
La sentencia oficial es débil de argumentación, porque se basa en pruebas destruidas o débiles –la mochila no explotada, el piso de Leganés, la casa de Morata, el robo de Asturias- y en aspectos cuando menos pintorescos -los terroristas suicidas con varias capas de calzoncillos, la «goma 2 ECO y vale ya», los variables orígenes políticos «institucionales» del crimen que va ofreciendo Fernando Reinares. Pero Losantos y quien no sea sumiso con la versión oficial queda automáticamente clasificado en la llamada «teoría de la conspiración».
La Esfera de los Libros publica en este aniversario un libro, en parte sobe el 11-M y en parte sobre su entorno político en sentido amplio, que no es el primero de Jaime Ignacio del Burgo sobre la materia. A este 11-M. El atentado que cambió la historia de España de 2014 precedió, entre otros, su 11-M. Demasiadas preguntas sin respuesta.
Del Burgo defiende argumentadamente, y con toda la información de quien antes, entonces y después estaba y quería estar en primera fila de la política, que «se trató de un atentado provocado para cambiar el Gobierno. Y fue, precisamente, ese cambio de gobierno el que ha hecho cambiar la historia de España, porque no estaba en el guión». Aunque ahora con matices, subrayando varias veces que pese a sus dudas razonables de ayer y de hoy que «eso no significa que ETA hubiera tenido participación en la gran masacre». Porque lo peor que a uno le pueden llamar es «conspiranoico», si quiere seguir en el candelero.
Miembro de la comisión de investigación creada en 2004 en el Congreso, Del Burgo expresó allí y entonces las dudas y opiniones de, entonces, el Partido Popular. Los responsables de la Seguridad del Estado apuntaron primero a ETA como autora. El Gobierno saliente no supo luego gestionar en los medios, una vez más, la situación.
El PSOE, sus medios afines y sus colaboradores dentro de la Administración crearon la idea en gran parte de los españoles de un vínculo entre la masacre y haber secundado a Estados Unidos en la invasión de Irak. Consecuencia, victoria de Zapatero y derrota del entonces PP de Rajoy.
Curioso es que Rajoy sí prologó en 2007 el Navarra, el precio de la traición, y no lo hace en cambio en éste de 2014. Lo que Del Burgo dijo entonces y repite ahora es que, por una parte, nos faltan cosas por saber, y por otra que es un hecho que el atentado cambió la historia de España y parece improbable que no se hiciese para ello. Y la constancia en esos dos puntos hace el nuevo libro útil e interesante, en medio de un océano nacional de insultos y retractaciones.
Del Burgo coincide con Federico Jiménez Losantos en que «la crisis terminal que vive España arranca el 11-M y sigue desde entonces una línea perfectamente clara… quisieron cambiar radicalmente el rumbo de nuestra nación hace diez años». La diferencia es que el periodista cree que hasta hoy han ganado los terroristas y sus mandantes, fuesen quienes fuesen, y que se pueden ver con claridad los beneficiarios, mientras que el ex político matiza ampliamente sus opiniones de los años de la primera legislatura de Zapatero (los del primer Rajoy en la oposición), se muestra optimista sobre el PP y las instituciones.
Del Burgo no habla ahora de ley del silencio referida a los políticos, y Losantos sí. El libro de Del Burgo es bueno por la pasión que muestra y los datos que aporta, casi más novedosos y reveladores los referidos a otros asuntos y más en especial a su quehacer político y a su provincia de origen. Siempre que tengamos en mente que es una revelación y una opinión de parte, y que como tal debe leerse. Mejor, desde luego, si se lee junto a otros escritos de otros protagonistas y los de él mismo en otros momentos.
Quizá la nota distintiva de Del Burgo entre los escépticos que quedan sobre el 11 M (y él es ahora uno muy matizado) es que el libro está lleno de esperanza, que nace de que el cambio zapateril puede ser invertido aún en 2014 por Rajoy, y de su convicción de que el atentado fue contra la libertad supuestamente nacida de la Constitución y contra el llamado «espíritu de la Transición». Muchas otras personas creen que el 11 M aceleró un ataque contra España que ni la Transición ni la Constitución detuvieron. El debate seguirá, y seguiremos leyendo. Supongo que el tiempo irá trayendo nuevas versiones y matices, incluso retrospectivos, según soplen los vientos.
La Transición contada para creyentes
¿Es esto la «italianización» de la política española? Ojalá. Porque si es verdad que gracias a la inestimable colaboración de la izquierda y los democristianos (oh) seguimos sin saber quién puso la bomba de Bolonia de agosto de 1980, allí son libres de saber lo que algunos dijeron desde el principio: que los culpables oficiales eran inocentes y que hay otros. Un poquito más de libertad de pensamiento y de prensa, es curioso. Alfredo Grimaldos ya nos ha contado, publicado por Península, la Transición para adultos. Y es que con el 11 M lo que hacemos es seguir en la oscuridad y en la falta de libertad de las que la reverenciada Transición, lejos de sacarnos, nos metió.
Pedro Crespo de Lara nos cuenta estos mismos días, en otra novedad publicada por la Esfera, cómo en esa titánica lucha entre el Bien y el Mal que fue la Transición los españoles ganamos una libertad de expresión y un derecho a informar y a ser informados que ahora tenemos y disfrutamos. Creo sinceramente que los mismos interesantes datos que Crespo de Lara nos da en Triunfó la libertad de prensa atestiguan cómo tal cosa no existió más que para una parte de las opiniones y de los grupos, y limitadamente, desde el inicio de la Transición. Un proceso además nunca acabado, que sus mismos Padres Fundadores dejaron abierto sin que nadie nunca haya demostrado la bondad de semejante situación para la nación española o para el pueblo español.
Que haya televisión privada, que se vendan o regalen los medios del Estado o que se cierren los medios molestos vivaz no son señal de verdadera libertad, sino de aparente libertad y control muy eficaz, con pocos matices, de lo deseable y de lo indeseado. El 11 M y los 10 años que han pasado demuestran bien cómo la libertad de prensa es un ideal no alcanzado. Sin duda hay libertad en las formas, en los cuerpos, en las palabras, pero la misma presión de estas últimas semanas demuestra que en las ideas cruciales no es el nuestro precisamente el país más libre del mundo.
Dos hombres que vivieron la Transición, que compartieron muchas de sus ilusiones y que no están del todo satisfechos con su resultado visto desde 2014, creen seguramente que no tenemos aún la solución de un 11-M que ha cambiado el rumbo de España, para mal, y que carecemos de la verdadera libertad de conciencia y de expresión que la Transición no nos dio nunca de verdad.
Uno es el cardenal-arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, que no se ha callado en el mismo aniversario, diciendo que «murieron, sufrieron y sufrimos porque hubo personas que, con una premeditación escalofriante, estaban dispuestas a matar inocentes a fin de conseguir oscuros objetivos de poder, porque hay individuos y grupos sin escrúpulo alguno, que desprecian el valor de la vida humana y su carácter inviolable, subordinándolo a la obtención de sus intereses económicos, sociales y políticos». Otro es Federico Jiménez Losantos, que dice con claridad que «la nación española entró en un colapso del que no se ha recuperado», y que «hasta 2004, España escribía la historia. Desde 2004, la archivó». No es pequeño cambio.
Muy distintos entre sí, Rouco y Losantos probablemente comparten opinión sobre el 11 M, sobre la libertad y sobre estos dos libros. Libros que habrán leído. Mucho de lo en ellos contado y opinado les habrá gustado; y otras cosas casi seguramente no. Porque no se puede servir a dos señores, sobre todo cuando uno de ellos es o frecuenta «personas con oscuros objetivos de poder».
Leer a Del Burgo y a Crespo de Lara ayuda y mucho a conocer el 11 M, sus secuelas hoy y la hoy divinizada Transición, por lo que dicen y por lo que hoy no dicen. Es lo bueno de los libros bien escritos, aunque uno no comparta lo que dicen: que ayudan a pensar, y a comprender quién, cómo y por qué nos gobierna hoy, aunque no tuviésemos ya antes del 11 M y menos después la verdadera libertad de prensa.
Mientras comprendemos qué tiempos de qué cambios afrontamos, convendrá que sigamos a Ignacio de Loyola en lo de «en tiempo de desolación nunca hacer mudanza». Hacerla, y que se note además que la hacemos según los vientos, no nos da libertad y sí dice mucho sobre la España que llevamos una década viviendo.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 14 de marzo de 2014, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/nuevo-libro-riza-rizo-teoria–134251.htm