Por Pascual Tamburri Bariain, 4 de abril de 2014.
Hija de Roma, los germanos y la Iglesia, sobrina díscola pero respetada de Bizancio, España es mucho más que milenaria. Aunque sea políticamente incorrecto en nuestra Universidad.
Santiago Cantera Montenegro OSB. Hispania Spania. El nacimiento de España. Conciencia hispana en el Reino Visigodo de Toledo. Prólogo de Miguel Ángel Ladero Quesada. Actas – Colección Pasado Remoto, Madrid, 2014. 563 p.. 34,00 €.
David Hernández de la Fuente. Breve historia de Bizancio. Alianza Editorial, Madrid, 2014. 336 p.. 10,80 €.
¿Nacen los países? ¿Mueren las naciones? Tal vez tengamos, para contestar, que reabrir un debate que en España nunca se ha cerrado: qué es un pueblo, qué es una nación, qué es un Estado. Pero el libro más reciente de dom Santiago Cantera Montenegro nos ahorra esa discusión eterna en la que nos metieron los primeros liberales y en la que nos mantienen encadenados nuestros nacionalistas: sean lo que sean esos conceptos, y se enmarque en el que sea, España es. Y ha sido durante muchos siglos. Y a la vez, el manual más joven de David Hernández de la Fuente nos ofrece el rostro y el nombre de uno de los progenitores más olvidados de esa España.
Que España exista ha llevado durante siglos a debatir desde cuándo es así (a veces como de anticipo de hasta cuándo lo será), y por qué. Santiago Cantera Montenegro, de modo muy atrevido, se adentra en el período menos conocido y más manipulado de nuestra vida en común. En ´Hispania Spania. El nacimiento de España. Conciencia hispana en el Reino Visigodo de Toledo´ no hay ningún miedo a entrar a valorar el periodo peor conocido -y en conjunto más manipulado y denostado- de nuestro pasado en común.
Sí, en común. Porque si algo parece hoy claro, no ya por tradición sino como resultado de la investigación, es precisamente esto. España fue hecha una por Roma –una sangre, suma de de muchas y de la romana; una voz; una cultura-, de los mares a las montañas. Con Augusto, una sola Hispania; con Caracalla, una sola ley y una ciudadanía; con Constantino, una sola fe. Invadida y dividida, pudo acabar allí esa historia, entre suevos, vándalos, alanos y visigodos, entre arrianos y católicos. Pero no fue así: los visigodos, en torno a Toledo, recuperaron la unidad de cuerpo y de espíritu. Como alguna vez he dicho y me alegro de ver retomada la idea aquí, «con Leovigildo, una monarquía; con Recaredo, una Iglesia; con Isidoro, una conciencia«.
Luego, «Julián y Oppas, eternos traidores, vendieron la independencia y la unidad a invasores siempre ajenos». Entrevistado recientemente por Carmelo López-Arias, Santiago Cantera Montenegro recuerda que, tras las Cortes de Burgos y de incorporado el Reino de Navarra a sus reinos españoles, en 1514 el propio Rey Fernando, satisfecho y orgulloso de su labor dijo, como balance de esta: «Ha más de setecientos años que nunca la Corona de España estuvo tan acrecentada ni tan grande como agora, así en Poniente como en Levante, y todo, después de Dios, por mi obra y trabajo«. Es decir, la Reconquista no pretendía ser algo nuevo, sino un retorno a una unidad física, humana y moral que ya había existido y que no había dejado de existir en las conciencias decisivas.
Por eso, lo que entendemos con más claridad en el libro de Cantera Montenegro es que España no es resultado de la Reconquista, ni de las distintas formas de organización jurídica (con o sin Estado, con o sin fueros, cono sin monarquía y ésta con diferentes poderes), ni por supuesto de la llegada de la dinastía o de la salida de un sistema político, sino una síntesis entre un territorio, una cultura, una fe y la fusión irreversible de unos pueblos ya emparentados. La Crónica mozárabe de 754, escrita por un anónimo monje de Córdoba o de Toledo en esa fecha, habla claramente de una «España perdida» y su recuperación será un objetivo completado en ocho siglos. Un magnífico libro de historia contando una verdad científicamente demostrable y actual como nunca.
El franquismo, plural en tantas cosas, se equivocó por supuesto al serlo en esto. Tenía razón José Antonio Maravall y a la vez la tenía don Claudio Sánchez Albornoz, rivales ayer a los que hoy descalificarían como «esencialistas». Al Andalus no es parte de la historia de España, sino una interrupción, una invasión, un posible final que no fue tal; sólo un mito, aunque gusta a José Antonio González Alcantud en su reciente libro en Almuzara; un libro y una idea -un relativismo respecto a la idea y la realidad de España- que gustaría a Américo Castro y gustará a las versiones más politizadas, y no por ello menos falsas, de hoy. Lo cierto es que Santiago Cantera Montenegro nos ofrece un sólido argumento en el debate sobre la realidad histórica de España, lleva éste hasta su raíz goda y, además, lo hace de modo agradable de leer. Lo que no es menos importante acierto para Actas.
Hijos de las dos Romas
La Breve historia de Bizancio que David Hernández de la Fuente nos ofrece en Alianza Editorial es seguramente más de lo que el autor y su editor pensaban en un principio. En sí misma, la empresa era atrevida y necesaria: ofrecer al lector español una síntesis válida y completa, con fundamento en la investigación más reciente, de la historia política, social y económica, pero también cultural, ideológica y artística del que nos empeñamos en llamar «imperio bizantino». Como síntesis, pero a otro nivel académico, ya Alianza nos había ofrecido la Constantinopla de Isaac Asimov, hace muchos años. Akal tradujo la impagable Historia del Estado Bizantino, de Georg Ostrogorsky, y hemos tenido acceso a estudios y monografías de Franco Cardini y de Steven Runciman, los dos siempre embriagadores, y con Ariel tuvimos ya hace mucho la Historia de Bizancio del profesor Emilio Cabrera. Pero no estábamos al día ni ese volumen de información llegaba a todos, y con Hernández de la Fuente esa carencia queda corregida.
Solo que hay más. Hay más porque no podemos olvidar que, en tiempo de Justiniano y de dificultades en el reino visigodo, un tercio de Hispania volvió a Roma. Ya que Constantinopla nunca dejó de considerarse Roma, y menos en aquel siglo. Los romanos sirvieron de catalizador para los visigodos, hasta la expulsión en tiempo de Suintila, y aportaron una revitalización tardía del modelo político, cultural y religioso romano para el reino de Toledo. Éste puede considerarse un reflejo occidental de la nueva Roma, un reflejo afortunado porque sobrevivió en la larga y difícil historia de la Reconquista. La historia de Bizancio, bien contada, no nos es ajena, sino que demuestra ser una parte de nuestra propia historia.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 4 de abril de 2014, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/espana-existe-antes-estados-naciones-molesta-134674.htm