Trivializar y modernizar el erotismo destruye el sexo y el amor

Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de mayo de 2014.

¿Libertad sexual? Hipersexualismo. Hedonismo superficial para individuos aislados, en el Occidente actual. ¿Qué espacio queda para el erotismo, lo exquisito, lo elevado, y el amor?

Byung-Chul An. La agonía del Eros. Traducción de Raúl Gabás. Herder, Barcelona, 2014. 80 p.. 12,50 €. Ebook 8,49 €.


Conde de Mirabeau [Gabriel Honoré Riquetti]. El libertino de calidad. Traducción del francés, prólogo y notas de Mauro Armiño. Siruela, Madrid, 2014 132 p.. 16,95 €. Ebook 9,99 €.

Coreano de cultura alemana, o alemán de origen coreano, lo cierto es que Byung-Chul An expresa para Herder una vertiente a menudo oculta de la crisis moral de nuestro tiempo. Hemos sido educados en la libertad, y se nos ha enseñado a identificar libertad con éxito, riqueza, placer y triunfo individuales. El egoísmo como valor primordial de la modernidad, un hecho apuntado desde antes de Max Weber y subrayado por Martin Heidegger. Lo que nos encontramos en La Agonía del Eros es una acusación contra la modernidad, no en nombre del puritanismo sino de la verdadera libertad humana.

La enfermedad del siglo y del milenio es la depresión, depresión de humanos que pueden tener todo materialmente, que pueden tener todo virtualmente, que pueden incluso tener casi todo en sexo carnal inmediato, pero que no tienen lo que da o daba el contacto entre humanos, entre sus cuerpos sus mentes y sus almas: humanos aislados, individuos solos, Narcisos autosatisfechos sin misterio, sin fantasía, sin amor, sin erotismo, sin libertad real excepto para ser piezas de una sociedad materialista de mercado en la que no cabe alternativa, ni comunidad, ni identidad, ni sutileza.

Medir todo en rentabilidad, rendimiento y eficiencia es discutible para una empresa, es una necedad ideologizada para un Instituto o una Universidad y es sencillamente suicida para un hombre o una mujer dignos de tal nombre. No quiere eso decir que hombres y mujeres deban renunciar a la libertad –que creen tener hoy porque se les ha enseñado que la abundancia material la da-; quiere en cambio decir que para ser verdaderamente nosotros y verdaderamente libres necesitamos al Otro, al referente de amor, de odio, de deseo, de plan de vida o de plan de aventura. Si nos sometemos a los prejuicios materiales de nuestro tiempo, sin alternativa, no sernos más libres, sino que reduciremos el amor, el sexo, el placer y la gloria a mera pornografía y además primitiva y materialista. Inhumano: y eso nos obliga a leer a Byung-Chul An para hacer examen de conciencia y saber en qué se está descomponiendo nuestro erotismo.

Sin erotismo verdaderamente libre somos menos libres. Primero vino a matarlo un puritanismo hipócrita, que aún agoniza; luego lo machacó la mercantilización, materialización e individualización del deseo, del placer y de la seducción. Este mes de abril nos recordaba Marco Toti en Area unas cuantas verdades de esas que hieren… como que el «humanismo» occidental se resuelve, paradójicamente, en la crisis del individuo… «la irrupción de las tecnologías de comunicación veloz en los últimos veinte años ha resquebrajado completamente nuestra capacidad de atención profunda«… «estamos atentos, sí, muy atentos, pero sólo a la superficie…» Falta de atención significa, al final, falta de amor. Sin amor no hay verdadero conocimiento. Y sin conocimiento de nosotros y de nuestra comunidad, sin unirnos a milenios de tradición amorosa, no pasaremos de ser esclavos, eso sí esclavos caros meramente onanistas con vidas sin sentido y deseos sin respuesta.

El eterno provocador, entre libertad y libertinaje

Aristócrata y revolucionario, conde y libertino, Mirabeau es desde siempre un nombre en nuestros libros de historia y poco más. Fue un rebelde contra las formas de vida de su tiempo y de su estamento, buscando más libertad donde no había más que más sumisión a esta nueva esclavitud moderna que nacía entonces. Aparte de sus vaivenes en la Francia de 1789, Mirabeau fue en su vida erótica la encarnación de casi todas las contradicciones: incapaz de negarse a ningún placer físico o moral, nunca fue un hombre satisfecho.

El libertino de calidad es una novela que Mirabeau escribió a modo de falsas novelas de su alter ego, y que Siruela vuelve a traducir y a explicar para un público español que hasta ahora las ha conocido sólo por referencia. El placer a cualquier precio que Mirabeau busca aquí, experimentos sin límites y exploración de todo lo teóricamente prohibido, no es más que un camino sin salida. Delicioso de leer como siempre el Tribuno de la Libertad, lo que enseña al lector de dos siglos después es que no se consigue más libertad rompiendo las formas. La exquisitez del placer, el deseo, la seducción y la sutileza de un erotismo jerarquizado podían tener sus límites y sus miserias, pero democratizar los placeres y romper barreras hasta que todo se considere un derecho universal ha demostrado ser aún peor.

Ni antes ni después de entrar en la prisión de Vincennes, Mirabeau quería que Europa llegase a la situación actual, donde el sexo se ha devaluado, la seducción no existe y únicamente nos enfrentamos a una masa de individuos que aúllan su supuesta igualdad y su supuesto derecho al placer… sin saber qué es éste, ni cómo debe ser un lujo diferenciado y no universalizado. Sin embargo, al romper los ritmos y jerarquías que iba a heredar y no lograr crear otros, es Mirabeau uno de los responsables de lo que vivimos. Sin que por eso su novela deje de ser divertida, estimulante y recomendable, aunque pueda herir a almas tiernas o pacatas.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 25 de mayo de 2014, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/trivializar-modernizar-erotismo-destruye-sexo-amor-135554.htm