Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de mayo de 2014.
Sorprende ver cómo auténticos iconos del arte moderno son despreciados por su soporte –la red o los cómics- mientras que se aplauden ejemplos patéticos de mera corrección política.
Sorprende ver cómo auténticos iconos del arte moderno son despreciados por su soporte –la red o los cómics- mientras que se aplauden ejemplos patéticos de mera corrección política.
Dan Mazur y Alexander Danne. Cómics. Una historia global, desde 1968 hasta hoy. Prefacio de los autores. Traducción de Antonio Díaz Pérez. Versión española de Llorenç Esteve de Udaeta. Blume, Barcelona,, 2014. 320 p.. 29,90 €.
Hace muy pocos días fue noticia y casi escándalo el récord mundial de venta de cómic en una subasta pública: un anónimo comprador estadounidense adquirió por 2,65 millones de euros una pieza original de Tintín dibujado por Hergé en 1937, subastada en París en la casa de subastas Artcurial. Era una doble página realizada en tinta china y destinada a las guardas de la colección en sus primeros álbumes, los publicados entre 1937 y 1958. Lo mismo podría haber pasado con originales de Goscinny y Uderzo para Astérix o de Lucky Luke, o quién sabe si del Jabato, del Capitán Trueno, de los Pitufos o hasta de Mortadelo y Filemón.
Tintín y Hergé, y su vitalidad actuales, son sólo una muestra de la importancia creciente y de la influencia del cómic, el noveno arte. Los norteamericanos Dan Mazur y Alexander Danne han hecho y Blume traducido (tarea difícil desde luego para Antonio Díaz Pérez, que lo supera con nota) el perfecto un contexto en el que entender esto, y cómo han cambiado las cosas en una generación. El Museo del Tebeo francés, en Angulema, reúne una muestra, pero por desgracia incompleta, de ese nuevo canal de expresión artística al que según los casos llamamos manga, bandes dessinées, fumetti, tebeos o historietas: «una parte esencial del deseo humano de contar historias con imágenes» .
Estamos ante un mundo que cambia y una nueva realidad, en la que el cómic, que nace para distracción de niños y jóvenes –uno de tantos hijos culturales de la Primera Guerra Mundial- que desde la revolución cultural de 1968 asume una posición diferente, que necesita ser explicada. Pasa a ser una obra de arte, asume una posición más activa en la transmisión de ideas, de valores y de modos de vida que en la de mensajes políticos, general a su alrededor una cultura alternativa que en esta historia conocemos mejor… y llega a convertirse en un objeto de inversión.
«Los precios registrados en el cómic empiezan a asemejarse a los del mercado tradicional de obras de arte«, aunque los autores de cómic no pensaron en sí mismos exactamente así, y por ejemplo Hergé «nunca pensó que sus dibujos para las guardas de sus álbumes fueran obras de arte», y «no tuvo ningún afán especulador». 1968 es un momento decisivo de la cultura occidental, porque muchas cosas cambiaron, y por cierto no todas para bien. Se mercantiliza la cultura, con el señuelo de popularizarla o de «democratizarla», y entre muchos efectos discutibles uno nuevo es éste: la consolidación del tebeo, novena arte de dimensiones mundiales. Y así ha llegado al mundo de internet, al que no es seguro que sobreviva o que lo haga sin cambios. Pero esa sería materia para otro libro, que esperemos tan atractivo como éste.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 30 de mayo de 2014, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/novena-arte-comic-tebeo-nuevo-camino-belleza-135694.htm