Republicanos contra Felipe VI, monárquicos contra España

Por Pascual Tamburri, 23 de junio de 2014.

Felipe VI, rey constitucional de España, reina pero no gobierna. Eso no quiere decir que pueda hacer lo que quiera, ni que pueda seguir el juancarlismo. En breve veremos por qué.

La España de 2014 es una nación diferente de la de 1975. Bastante bien reflejada en el primer discurso de la Corona, espera de su Rey un cambio. Juan Carlos I ha protagonizado errores que Felipe VI no puede repetir, y el país entero –más allá de una división bastante artificial entre monárquicos y republicanos- exige cambios a su nuevo Jefe del Estado. Y la alternativa no es la República, que podría no ser tan mala según y cómo, sino el desorden, el caos y la discordia, que se anuncian a la puerta y de los que la familia Borbón ya ha tenido seria responsabilidad en el pasado.

¿Será esta monarquía parlamentaria y constitucional? Felipe VI tiene que elegir, precisamente ahora. Juan Carlos I no respetó el marco institucional gracias al cual fue Rey; y en las décadas sucesivas en más de una ocasión ha prescindido de las Leyes y de las instituciones colocándose a su gusto por encima de unas y de otras. Podríamos discutir si ese sistema –juancarlista, y no exactamente parlamentario ni constitucional- ha sido bueno, malo o regular. Pero lo seguro es que ha sido y ya no puede ser. Felipe VI debe guiar la transición a un régimen realmente constitucional, en sus propias palabras «el reinado de un Rey Constitucional. Un Rey que accede a la primera magistratura del Estado de acuerdo con una Constitución que fue refrendada por el pueblo«. O aceptar que otro u otros guíen el cambio.

Juan Carlos I, como su padre mucho más pobremente, su abuelo con consecuencias sangrientas, su bisabuelo fugazmente y su simpática tatarabuela Isabel con mucha alegría y poco acierto, en su fuero interno se ha considerado elegido por Dios para dirigir su familia y con ella España. Un Rey patriota y constitucional coloca la Nación por encima de todo, tras ella la Constitución y las leyes y sólo al final la dinastía al servicio de la Nación y dentro del marco legal aceptado por el pueblo. Felipe VI tiene ahora que dar ejemplo de patriotismo, precisamente marcando las diferencias con una familia que demasiadas veces ha actuado como si el país estuviese a su servicio y no al revés.

¿Es necesaria una monarquía laica e incluso laicista? Símbolos aparte, es bastante absurdo quejarse a estas alturas de los detalles a-cristianos de la ceremonia de acceso a la Corona. España es un Estado religiosamente indiferente desde hace cuatro décadas, y lo es no sólo con el voto de la gente sino con el aplauso de los partidos… y de muchos clérigos, al menos del pasado. Esta no es una monarquía católica, y si ha conservado algunos gestos religiosos ha sido por costumbre o conveniencia. Felipe VI es jefe de un Estado tan ajeno a ser confesional como la República Francesa. No es antirreligioso, como sí lo fue la II República tan añorada por otros, pero un Te Deum el 19 de junio habría carecido por completo de sentido.

Decía sobre monarquía y república Juan Manuel de Prada «que los apologistas de la república suelen ser, por lo común, mucho más convincentes que los apologistas de la monarquía, por una sencilla razón: sus apologías republicanas son sinceras y coherentes, mientras que las apologías monárquicas resultan siempre utilitarias, inconsistentes y molestamente aderezadas con cuadros amedrentadores de épocas republicanas pretéritas«. Y esta es una verdad molesta. En España hay pocos monárquicos de convicción (y entre ellos me incluiría yo si pudiésemos restaurar a los Hohenstaufen en modo y manera), y los hay por temor, por adulación, por conveniencia… una pena que estos días hace llegar a menudo al vómito. Los republicanos suelen odiar no sólo la monarquía, sino el orden, pero al menos saben qué quieren y qué principios defienden; si van a poner una República como la de Rusia les aplaudo. Felipe VI merece ser mejor servido.

El juancarlismo es ya cosa del pasado. La adulación y la conveniencia deben serlo también, por el bien de España. De hecho, la palabra más importante del discurso real, una que demuestra que el muchacho sí fue bien educado y sabe qué debería ser una monarquía, es que tenemos un Jefe del Estado dispuesto a advertir a los políticos, y eso lo quiso decir él en su discurso de proclamación. Y así sea, caiga quien caiga y hable lo que hable.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 23 de junio de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/republicanos-contra-felipe-monarquicos-contra-espana-136155.html