La renovación de la «casta» política en San Fermín

Por Pascual Tamburri, 7 de julio de 2014.

Las fiestas han llegado. Navarra es portada en los medios, y sus problemas se olvidan. Pero tiene una hipoteca constitucional, una Hacienda que duda y una casta política que no funciona.

Vino y alegría aparte, el 6 de julio es en Pamplona, si pensamos en la vida pública, el día de los horteras. Dicho sea sin ningún matiz hiriente, las cosas eran así cuando Pamplona era ella misma, una ciudad pequeña de guarnición y mercadeo, inventora de su pasado e inmune a lo verdaderamente nuevo. Y así fue también en los actos del 6 en 2014.

Un hortera era un mancebo de comercio antes de que las grandes superficies machacasen el sector. Es hoy, por extensión, el tipo de persona que por una u otra razón desempeña una tarea o tiene una posición menos humilde de aquellas que por sus méritos le habrían correspondido.

También pasa en la política foral, en medio de estas fiestas y de esta nueva oleada de neoforalismo. Nada grave que un par de generaciones respirando aire limpio y leyendo no puedan curar, y además estamos en una sociedad en la que el problema es general, así que es normal que los políticos y aspirantes se sientan a gusto en tan llamativo y popular hedor. Si M.K. Gandhi fuese de por aquí nos diría resignado que «ahora todos somos horteras», y no le faltaría razón.

Tiene una gran parte de razón Javier Ancín en Libertad Digital cuando dice que «durante el año, Pamplona es la ciudad más aburrida del mundo… esta ciudad podría desaparecer en su propio silencio, engullida por su languidez extrema». Quizá no tenga el título, pero según y cómo podría competir por él, y desde luego si hablamos de languidez intelectual, cultural, imaginativa y… engreída. Pobre. «Hasta que llega el día 6 de julio y vuelves a sacar la ropa blanca, la faja y el pañuelo rojo y descuelgas de la estantería el libro de Hemingway para volver a leer el arranque del capítulo 15: A las doce del mediodía explotó la fiesta».

El día de los horteras lo llamábamos aquí hace ya unos cuantos años, y la historia de esto de los Sanfermines es muy clara al respecto. Una fiesta de mercaderes, sin santo –lo que se celebra es la feria, porque el día del santo patrono de la diócesis es en septiembre-, y además con su centro en la vieja plaza del mercado, bueno, de la Fruta, la que ahora llaman del Ayuntamiento. Ya saben ustedes, donde el cohete de inicio de las fiestas, esa milenaria tradición renovada con su ikurriña en tono menor y todo el día 6. En Navarra casi todas las tradiciones milenarias tienen entre 10 y 100 años. En la Pamplona castiza a los horteras se los había llamado siempre macas, pero en cultura popular vamos a menos.

Lo que no va a menos es el drama de que supone sacar a alguien de su contexto y colocarlo en un nivel para el que, por alguna razón o de alguna manera, no está preparado. Hay personas de gran valía que rápidamente asumen el estilo, las formas y los modos de su nueva posición. Otras, por la razón que sea, permanecen para siempre acomplejadas, tratan de fingir lo que no son, lo pasan mal, hacen que los suyos lo pasen aún peor y proporcionan a los malvados ocasión para chanzas sin fin.

En los lugares y en las épocas en los que se ha producido un gran cambio social y político abundan los horteras descolocados o, peor todavía, que fuerzan sin éxito su adaptación. Y eso hace que Pablo Iglesias tenga razón en muchas de las cosas que dice de la «casta», aunque no en las que no dice de sí mismo..

Hay cosas que se aprenden sólo en un siglo o dos, otras en un par de generaciones. Esos asesores, esos cargos y precargos, esos candidatos y precandidatos, esas puñaladas internas y externas, esas conspiraciones tan primitivas y tan poco florentinas, quizá sean parte necesaria de la política, pero no creo que sea necesario hacerlo con tanta inelegancia.

Por no hablar de los restos del naufragio etarra. Quizá sea la falta de alternativas vitales de muchos, o la falta de fondo. Aunque no den la talla, ¿qué harían y dónde irían muchos sin el amparo de la sigla? En estas fiestas se ve aún más. Hay chicos que están bien para lo que están, para el chupinazo y para la noche. No más, y mucho menos demasiado arriba, como vamos viendo a veces.

Felices fiestas, a todo esto. Gracias a la falta de mayoría absoluta en Navarra, y a la huida del PSN-PSOE no se sabe hacia dónde, y a la dispersión personalista del centro (derecha no se vislumbra), y a la unión y desunión de los nacionalistas, y a los resultados de las europeas, y a las encuestas, a unos meses de las municipales y forales, con un Frente Popular sin respuesta que se entrevé, estamos con los cargos de libre designación en un sin vivir y las comisiones de servicio sin garantizar.

Y mientras Yolanda Barcina invocando un año más «el capotico de San Fermín» para que nos proteja. Quizá, además de una renovación en edad del personal dirigente, se necesite un personal con más enjundia académica, profesional y de todo tipo, siempre que le dejen acceder, claro está, y renazca una Pamplona pública menos casta, menos maca y de más nivel.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 7 de julio de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/renovacion-casta-politica-fermin-136412.html