Derecha-poder contra Derecha Social, o Rajoy contra los suyos

Por Pascual Tamburri, 11 de julio de 2014.

Hay muchas Izquierdas, desde PSOE a Bildu pasando por Podemos, dispuestas a actuar juntas. También hay varias Derechas, además del Centro, pero las ideas dan miedo a los intereses.

A veces la gente defiende principios y no intereses. Cuando Zapatero cambió la Ley de Educación, por ejemplo, Madrid fue invadido por una multitud alegre y ordenada de familias, de niños, de jóvenes y de profesores: españoles unidos contra una Ley injusta. A favor de una educación en libertad salieron muchos, muy diferentes entre sí, agregados contra Zapatero, pero con muchas más cosas en común. Y Rajoy les debió mucho en aquellos años.

La izquierda fue la subversión durante ese siglo XX sangriento que Zapatero añoraba y que la izquierda plural renacida gracias a la crisis y al economicismo del PP tras 2011 quiere restaurar. Subversión, es decir destrucción de los principios imperantes (o permanentes, según gustos). Hoy la subversión está en la calle y el Gobierno no defiende ni valores, ni principios, ni ideas, porque algunos creen que basta defender negocios e intereses, y no queda ya casi nada que subvertir. Zapatero esperaba una derecha dividida, acobardada, reaccionaria, que pensase en el mal menor y que se limitase a pedir unas migajas y un aplazamiento. Por un momento, se topó con una derecha social movilizada con millones de personas en la calle. Pero luego el Centro volvió al Poder, y al inmovilismo, la Derecha social fue devuelta a patadas a casa o a la marginalidad y la calle volvió a ser de la izquierda. Y las ideas también.

Hay una derecha social, que poco tiene que ver con la España del dinero –si hay una «derecha económica», votaba a Zapatero, está a gusto con Rajoy y Mas y desayuna en el Ritz con Pablo Iglesias-. Ajena al centro conformista y aterrorizado por las encuestas, hay una derecha que transgrede y que sorprende, que tiene en su seno todo y lo contrario de todo; que es capaz de ser feminista y sobre todo femenina, que es a la vez religiosa y laica, tradicional y revolucionaria; capaz de ganar en Chueca y en los conventos de clausura. Un magma revolucionario en política, en sociedad, en cultura y en economía, que cuando sale de casa y se une da más miedo a cierto PP que al PSOE; quizá por eso hay quien prefiera perder las elecciones que aceptar una derecha de principios.

Decía hace poco José Javier Esparza que «sigue habiendo una derecha social, la de verdad, la que está en la calle, con un acentuado sentido de la independencia que, por supuesto, no ahorra las críticas a la derecha oficial, es decir, al PP… toda esa gente que ha creído y aún cree en la unidad nacional de España, en la libertad personal, en la familia, en la propiedad, en el derecho a la vida y en la vigencia de la civilización cristiana. Porque eso es lo que está pasando. Hace sólo seis años, España era un hervidero de inquietud social en el ámbito de la derecha. Las víctimas del terrorismo enarbolaban la dignidad nacional. En Cataluña, Galicia, las Baleares, Valencia y el País Vasco surgían movimientos cívicos que defendían la libertad lingüística… aparecían plataformas que reivindicaban el derecho a la vida… la libertad de enseñanza y la objeción de conciencia a la «Educación para la Ciudadanía» zapateriana, o que defendían la unidad de la nación española. Hoy es fácil decir que eran «cuatro gatos». Podrá desmentirlo cualquier que haya estado en las numerosas manifestaciones de aquellos años».

«Hace seis años pareció, en definitiva, que en España podía nacer una derecha de principios e ideas, una derecha digna de ese nombre. Hoy, seis años después, de todo aquello apenas queda nada… Y lo más importante de todo: quien ha sepultado la efervescencia de la derecha social no ha sido la sectaria izquierda de otrora, sino la derecha política de ahora; un partido, el PP, que fue llevado literalmente en volandas al poder por esa derecha social hoy quebrantada. El desmantelamiento de la derecha mediática sólo es una parte, y quizá no la más importante, de un proceso mayor: el desmantelamiento de la derecha social. Estamos asistiendo a una operación de domesticación sociopolítica que parece concebida para frustrar cualquier rectificación de la deriva que España arrastra desde hace más de treinta años».

Sigue habiendo una España inasequible a la domesticación. «Sigue habiendo una derecha social –y muy extensa- que mantiene sus principios pese a la deserción del partido que mayoritariamente la representa. Pero en un sistema partitocrático, como es el nuestro, la orfandad institucional es un trago muy duro. Es muy difícil sobrevivir. Ahora hay dos opciones. Una, que la derecha social despierte en torno a las nuevas alternativas políticas que se van formando, fruto de la traición del PP a sus votantes (que es esa síntesis de la que ya habló Pedro Laín Entralgo, «en la que convivan amistosamente Cajal y Juan Belmonte, la herencia de San Ignacio y la estimación de Unamuno, el pensamiento de Santo Tomás y el de Ortega, la teología del padre Arintero y la poesía de Antonio Machado«). La otra, que el sistema triture, digiera y recicle cualquier disidencia convirtiéndola en detritus marginal. Si prevalece esta última alternativa, podremos ir olvidándonos de la supervivencia de España como agente histórico relevante». Se trata de dejar que venzan los principios y el programa de la progresía, y da lo mismo si viene etiquetada como izquierda, extrema izquierda o centroderecha, o de luchar contra ellos en su terreno, el de las ideas, no el del mercadeo, los cargos y los negocios. «Todo lo demás se queda en mera reacción estéril».

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 11 de julio de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/derechapoder-contra-derecha-social-rajoy-contra-suyos-136417.html