Una casta a la carta, o cómo la derecha busca la derrota y el suicidio

Por Pascual Tamburri, 28 de julio de 2014.

Frente al resto del PSOE, al separatismo y al auge de Podemos, la resistencia no pueden dirigirla ‘advenedizos y cobardes, oportunistas y políticamente correctos’. Porque perderá.

Alguna vez tendremos que dar por acabada la Transición. Llevamos 39 años «transitando», y con un nuevo Rey deberíamos haber llegado a alguna parte. Por el camino se nos han quedado tres generaciones enteras de políticos, la de los protagonistas –Suárez-, la de sus sucesores –Aznar– y la de los que en 2015 se habrán eclipsado –Rubalcaba, y quizá no sólo él-. No se trata de que hayan muerto, sino de que por necesidad tiene lugar una nueva «transición» generacional. Y hay que ver con qué rumbo. Entre ambiciosos y «trepas», otros vienen detrás pisando fuerte.

«Generación Rajoy»: ¿carga o cargo?

Los dirigentes veteranos se inquietan al echar una ojeada a sus juventudes: abundan los jóvenes a los que no sobran las convicciones, pero para los que la vida pública es un buen acomodo. Los trepas han existido siempre y supongo que siempre existirán. Lo importante es que no den el tono de la organización a la que pertenecen y a la que en el futuro representarán. Y que no sean los únicos y no ahoguen a los idealistas y desinteresados que siempre existirán. Porque los cargos comportan cargas.

La derecha española –por comodidad, llamémosla así- necesita representantes, a todos los niveles, representantes capaces de convertir sus principios –permanentes, quiera o no Arriola– en acción eficaz a corto y largo plazo, aquí y ahora, desde la realidad de nuestro siglo. Tampoco sirve importar ideas prefabricadas, como ya se vio con Francis Fukuyama que se equivocó al proclamar el «fin de la historia», y también después con Samuel Huntington hablando del «choque de civilizaciones». Hay que pensar. El «trepa» y el perezoso se limitarán a tácticas al estilo de Pedro Arriola. Pero no hay que despegarse de la base militante, que muy a menudo encarna las esencias y los principios.

Lo hemos visto con los impuestos. Con el problema territorial. Con la agonía del PP navarro, al borde de su enésimo abismo. Y ahora con la Ley que, estrictamente, debemos llamar del Aborto Renovado. Ya en 2006 sólo un diputado «popular», Eugenio Nasarre, rechazó el conjunto de la Ley de Reproducción Humana Asistida de Zapatero. Sólo una voz llamó en público «advenedizos y cobardes, oportunistas y políticamente correctos» a quienes, desde la derecha, no votaron contra aquella Ley. Cristina López Schlichting tenía razón, aunque a muchos molestase. Sigue siendo verdad.

¿Qué lección se da a los jóvenes que entran en política? Que todo vale; y sobre todo que los principios deben subordinarse a la táctica, y que ésta ha de supeditarse a lo que el enemigo defina cada vez como «carca» o «inaceptable». Un pretendido pragmatismo de pretendido origen anglosajón, dirían los de la NDE que tanto gustó en su tiempo a Jorge Verstrynge y al mismo Mariano Rajoy; una simple renuncia a todo a cambio del beneficio, dirían otros. ¿Está contenta la base de afiliados y votantes del PP con este tipo de pasos? No. ¿Realmente es necesario hacer estas concesiones? No. ¿Se prepara así un futuro político brillante? No. Unas juventudes que entrasen en política abandonando principios esenciales y negando la lealtad a las personas que los llevaron allí serían un problema.

Qué principios para no ser de la casta

No es una cuestión de rigidez ideológica, ni mucho menos de puritanismo confesional. España necesita una Derecha plural. Se trata de dar soluciones concretas desde principios sencillos, no de rarezas exóticas. Hasta Alain de Benoist ha dicho varias veces que actualmente los partidos políticos constituyen un ámbito particularmente poco propicio para el desarrollo y la actuación de ideas. Pero una juventud que quiera heredar el legado de la Derecha –y sin él no hay PP ni Vox ni UPN que valgan, véase si no la situación agónica según en qué región- no puede evitar la lealtad a la comunidad nacional española, el respeto por la fe histórica de nuestro pueblo y la defensa de los intereses inviolables de la persona.

Comentando el libro de Tomislav Sunic sobre la que hace décadas se llamó Nueva Derecha Europea (pero ahora es confuso llamar así por la misma pluralidad de derechas, que aceptan o rechazan serlo), De Benoist ha explicado que la oposición activa y no meramente mercantil al marxismo y sus derivados no tiene por qué pasar necesariamente por «el fundamentalismo religioso, el atlantismo occidental, la defensa del capitalismo y el apoyo a la ideología de mercado», ni por «una mezcla de nacionalismo y xenofobia», ni por la «ideología de la igualdad», ni por el universalismo, ni por el progresismo, ni por la simple democracia formal. El hecho que no todos ven, pero que todos padecemos, es que «el mundo que ha prevalecido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha terminado…. estamos asistiendo al fin de un gran ciclo histórico de la modernidad. Hemos entrado en la era de la postmodernidad«. Una era de cambios que hay que saber afrontar. Si no queremos que casta y PP se identifiquen (una vez muerto el PSOE), no puede dejarse que frente a las ideologías de la izquierda haya sólo la rutina, la propaganda del miedo, los negocios, los dedazos y la imposición como modelo del Homo oeconomicus. No basta la pretendida eficacia cortoplacista: si no hay reflexión, y reflexión con enjundia, lejos de papeletas y de pavores, no hay nada que hacer, sea cual sea la sigla PP o no, que se proponga a la España que está cansada.

¿Es Podemos el modelo? En muchas cosas puede que sí. Antes de un Stalin hace falta un Lenin, antes de un Lenin un Marx, antes de un Marx un Hegel, y en medio todo un Antonio Gramsci que lo entienda todo, lo sistematice y le dé forma. La izquierda lo hace. Si la derecha española se niega a hacerlo, será aplastada o, peor aún, vivirá sólo su carcasa institucional vacía de contenido… dispuesta, contra su propia raíz, a ser antiecologista, aumentadora de impuestos, enemiga de las identidades regionales y locales, progresista, anti imperial, materialista, cortoplacista, economicista. Sería a la vez un error, una derrota y dar la razón al simbólico profe trostkista, Pablo Iglesias, que los mismos medios del Gobierno han querido elevar y manipular.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 28 de julio de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/casta-carta-como-derecha-busca-derrota-136764.html