Por Pascual Tamburri, 1 de agosto de 2014.
Hace un siglo se consumó el suicidio de Europa. Pese a Versalles, la culpa no fue sólo de Guillermo II, ni de Nicolás II, ni de Jorge V. Todos perdieron y Europa se mutiló a sí misma.
El imprudente Juan Manuel de Prada se ha ganado unos cuantos enemigos de peso en estas semanas opinando libremente sobre qué funciona mal en el siglo XXI, como consecuencia del anterior. Valiente, o iluso. En estos cien años han cambiado muchas cosas. La Europa y el mundo de 1914 no eran ningún alarde de perfección, pero todo lo que ha pasado desde que empezó la Primera Guerra Mundial (mi abuela aún decía «la Gran Guerra») ha sentado las bases de nuestra ruina, derrota, miseria y subordinación…. Por lo menos. No se trata de ser nostálgico de la Europa de las monarquías liberales-ma-non-troppo… basta compararla con el mundo de la globalización y la democracia universal.
Había llegado el capitalismo, pero conservaba ciertas ataduras, escritas o no; había un cierto equilibrio en la política, débil en unos casos y absurdo en otros, pero incomparable con lo que han vivido las cuatro últimas generaciones. No había comunismo ni podía haberlo. Las grandes migraciones eran de europeos a europeizar el mundo, y no a la inversa. ¿Era una España pobre y rural? Sí, sí; pero algunas cosillas de esas que nos importan al encanecer seguramente eran más sanas. Aún no vivía todo el continente bajo la pirámide que José Javier Esparza nos describió en El Dolor.
Había miedo al socialismo, o ilusión por él, pero en ambos casos sin conocerlo en serio. El marxismo era sólo una idea manipulada para las masas descontentas con la industrialización capitalista… pero su crueldad sólo se intuía. Tampoco iba a hacer falta el comunismo para destruir el Orden: tras 1918 el capitalismo, hermano de principios del marxismo, derrotó a los fascismos y se bastó él solo para cambiar el mundo en sentido materialista. «Chesterton avisaba a sus lectores contra quienes les metían miedo con las calamidades que acarrearía un hipotético triunfo del comunismo, a la vez que introducían de matute esas mismas calamidades mediante el consumado triunfo del capitalismo… Pero lo cierto es que el comunismo no podrá hacernos estas fechorías, por la sencilla razón de que ya nos las hizo el capitalismo: … vació las iglesias y llenó los centros comerciales; mandó a los viejos a residencias para que no dieran la murga en casa; enfrentó a las generaciones, destruyendo el respeto reverencial que los hijos deben a los padres; instigó la competencia entre los sexos, convirtiendo los hogares en campos de Agramante; obligó a nuestros ancestros a abandonar la tierra donde habían erigido su morada (que el capitalismo se encargó después de convertir en campo de golf o urbanización de adosados) y los enviaron a un suburbio fabril a mil leguas de distancia (para que finalmente, después de malvivir durante décadas en un piso angosto, sus nietos pudieran comprarse un adosado en la urbanización que el capitalismo construyó sobre la tierra que sus abuelos tuvieron que abandonar). No dudo que el comunismo, si hubiese tenido ocasión, habría hecho lo mismo; pero lo cierto es que lo hizo el capitalismo» .
La vida, «uniformizada, animalizada, impersonal y monótona … huérfana de amores duraderos, aliviada tan solo por desahogos sórdidos y solitarios» es precisamente la forma de vida comunista, y … no nos la trajo el comunismo, sino el capitalismo. Y mientras tanto, también en nombre de las bondades universales de la democracia occidental y el capitalismo, los cristianos de Oriente están siendo exterminados sin que nadie haga nada ni lo llame genocidio. «Los cristianos palestinos saben perfectamente que las iglesias que han sido destruidas en Gaza no lo han sido por Hamás, sino por Israel. También los cristianos sirios saben quiénes han financiado y asesorado a la chusma que martiriza a sus hermanos. Y los cristianos iraquíes saben quiénes han sido los causantes de la feroz persecución y éxodo que padecen en estos días«. Todo eso no es consecuencia del comunismo, ni culpa de los amigos de Podemos (que bastante tienen con las suyas) sino consecuencia de 1914-1918 y del siglo que ha seguido. Un siglo de masoquismo europeo.
Los jefes de Estado conmemoran en Lieja el centenario de la guerra. No hay que buscar culpas en 1914, pues todos tuvieron alguna y ninguno todas –quizá una dosis extra de torpeza los Habsburgo y una adicional de candor los Romanov, sin contar el mandil del rencor francés, la prepotencia Hohenzollern o el orgullo Battenberg-Windsor, pero poco importa ya-. La cuestión es que un siglo después Europa es una piltrafa, no domina el mundo, ha asumido ideales y valores ajenos a ella misma, su base demográfica se eclipsa, su sociedad se masifica, y todo es odio o codicia desde la pequeñez y la marginalidad. No tenemos nada que celebrar. Sí mucho que deshacer si queremos que dentro de cien años alguien entienda esto. Y sí, he llamado imprudente a De Prada. Pero nos hacen falta imprudentes, mientras esperamos a los sildavos.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 1 de agosto de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/europa-cien-anos-masoquismo-comunismo-capitalismo-136824.html