La imaginación llevada a la historia, un género que se impone

Por Pascual Tamburri Bariain, 2 de agosto de 2014.

Nuestra historia es sólo una de las posibilidades. Pensar cómo pudo haber sido el pasado o cómo puede variar el futuro es más que literatura: es una reflexión que se impone.

Juan Miguel Aguilera, Elia Barceló, Emilio Bueso, Laura Gallego, Rodolfo Martínez, José María Merino, Rosa Montero, Juan Jacint Muñoz Rengel, Javier Negrete, Félix J. Palma, Marc Pastor, Susana Vallejo. Mañana todavía. Doce distopías para el siglo XXI. Presentación y edición a cargo de Ricard Ruiz Garzón. RHM Fantascy, Barcelona, 2014. 496 p.. 17,90 €. Ebook 8,99 €.


Philip Roth. La conjura contra América. Traducción de Jordi Fibla Feito. RHM DeBolsillo, Barcelona, 2012 [2005]. 432 p.. Rústica 9,95 €. Cartoné 21,00 €. Ebook 6,99 €.

Durante las últimas décadas hemos vivido dos fenómenos literarios decisivos y paralelos. En general, la realidad virtual, los mundos alternativos, la dimensión utópica, distópica, ucrónica, con variantes históricas, mitológicas o científicas, ha triunfado, se ha desarrollado. Han aparecido nuevos mundos, se han recreado otras versiones del nuestro, y en esa nueva realidad se ha vivido y se ha muerto, se ha espiado y se ha amado, distintas historias han sucedido y han terminado, de manera que la ficción ha crecido, ha cambiado y ha ganado nuevos e inesperados públicos. Pero a la vez, particularmente en España, la crítica institucional ha mostrado su pudor su desdén, más que su desconfianza, hacia esa nueva literatura; parecía y a veces aún parece que se tratase de una especie de «género muy menor» .

Y estas dos realidades no dejan de ser sorprendentes en las décadas en las que la realidad virtual, lejos de ser el jueguecito que algunos esperaban, se ha convertido en una parte esencial de nuestras vidas, en la red, en los juegos, en nuevos mundos que –no escritos sino animados- han venido para quedarse, y para cambiar el estilo de vida. La realidad virtual llegó a la literatura a través de la imaginación de autores y lectores antes de existir internet. Era ya ridículo antes despreciar los libros de realidad imaginada, de cualquier tipo que fuesen, tratarlos como menores o infantiles. Pero desde luego ese menosprecio por el género –el literario o el electrónico- es bastante incomprensible en una Europa y una España donde, por ejemplo, el Mundo Pokémon, la región de Kanto o la de Sinoh son mucho más reales e importantes para la vida de millones de personas que algunos de los literatos más adulados y menos leídos de lo que va quedando vivo del siglo XX «oficial» .

Esa contradicción entre literatura oficial y realidad de la lectura convierte en un acierto y un éxito la iniciativa de Fantascy de publicar relatos distópicos de doce autores españoles (Juan Miguel Aguilera, Elia Barceló, Emilio Bueso, Laura Gallego, Rodolfo Martínez, José María Merino, Rosa Montero, Juan Jacinto Muñoz Rengel, Javier Negrete, Félix J. Palma, Marc Pastor, Susana Vallejo). Distópicos en el sentido de que se trata de no-utopías, de realidades imaginadas pero no precisamente ideales, con muy diferentes estilos y vertientes, pero una raíz común: imaginar un mundo distinto de éste, o una versión de éste modificada drásticamente en un punto, y colocar al lector en «cómo sería esto si…» hubiese habido una guerra, u otra, o cierta catástrofe natura, o cierta evolución política. No se trata de hacer política, ni de aleccionar al lector sobre futuros mejores o peores, sino de algo en realidad mucho más importante, como es enseñarnos que la historia como la conocemos ha sido sólo una de las posibilidades y la realidad de hoy y de mañana es sólo el producto de la libertad y del azar en el pasado.

La imaginación no es ni mala ni peligrosa. Imaginar otras realidades posibles, e incluso darles existencia virtual (algo que los humanos hacíamos ya en la literatura o en los juegos de simulación y de rol mucho antes de existir el inmenso mundo virtual de los juegos y de internet) amplía nuestra capacidad de crear con la pluma, con la tecla o con la mente. Y ayuda tanto a conocer el pasado como a disfrutar de este mundo o de cualquiera de sus versiones posibles, hacia adelante o hacia atrás. Un género literario que triunfa, que puede ser la salvación de la literatura tradicional en un mundo real en el que el libro en papel reduce su peso. Y pensar en mundos inquietantes, aunque puede asustar, también atrae y ayuda a imaginar. Que es un bien en sí mismo.

Un pasado posible que no fue, un mundo distinto que pudo haber sido

Pudo haber sido, pero no fue. El juego literario de la ficción, la distopía y la ucronía, sin necesidad de entrar en las posibilidades de la ciencia ficción, puede quedar más o menos cerca de lo que la historia fue, o dejó de ser, o podría haber sido. Y lo que Philip Roth hizo, entrando en uno de los temas preferidos de realidad secundaria –un supuesto triunfo de Hitler y el mundo derivado de él-, fue imaginar un mundo sin las cuatro presidencias consecutivas de Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos. Pero no de cualquier manera.

En La conjura contra América, Philip Roth parte de un hecho imaginado, una derrota de Roosevelt en sus terceras presidenciales y una victoria y presidencia del aislacionista héroe de la aviación Charles Lindbergh. Contra lo que habrían hecho muchos autores europeos, Roth no cuenta a partir de ahí la historia de los imaginados triunfos nazis, sino que se centra en los imaginados cambios en los mismos Estados Unidos, apasionados con su presidente y con la paz, preocupados por salir de la aún amenazadora Gran Recesión y por las conspiraciones de los belicistas, mayormente judíos al servicio de sus intereses y de los ingleses más que de la misma América. Una realidad que no fue, pero que pudo haber sido.

Además de ver una novela bien escrita y muy bien documentada –pues para imaginar cambios en un mundo hay que conocer bien el que fue- Roth crea en esta ficción un instrumento para aprender historia, para enseñarla e incluso para reflexionar sobre ella. Porque efectivamente la intervención americana de 1941 era una posibilidad, pero no la única, y las causas y las consecuencias de una u otra opción son aún algo que merece cierto estudio. Aparte de ganar mucho con este éxito de la literatura neo-histórica.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 2 de agosto de 2014, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/imaginacion-llevada-historia-genero-impone-136811.htm