Si Hollande y Valls fuesen españoles, serían ultraderechistas

Por Pascual Tamburri, 11 de agosto de 2014.

Acabar con la organización anterior y construir 17 comunidades en un Estado federal-autonómico ha dado a España gasto sin beneficio y corrupción sin culpables.

El presidente francés François Hollande ha lanzado un modelo de reforma territorial que ha sorprendido, pero que es coherente tanto con su actual política de austeridad como con la tradición de esa República. A día de hoy, la Francia socialista camina en la dirección opuesta a la que España ha llevado durante cuatro décadas o más, gobernase quien gobernase. Lo que en Francia se puede reformar y se podría suprimir, en España es un dogma sagrado que todos los partidos reverencian y ordeñan. Porque se benefician de él tanto ellos como sus líderes, véase a Jordi Pujol. Pero no la gente de la calle.

La reforma territorial propuesta y encarrilada por el Presidente Hollande y el Gobierno de Manuel Valls hace pasar las regiones de la Francia metropolitana de 22 a 13. Sus objetivos son, ante todo, pasan por reducir el número de regiones aumentando sus atribuciones y reduciendo en general su coste. A continuación, será posible reducir el número de Ayuntamientos o agruparlos para desempeñar mejor y con menos gasto sus tareas, y en consecuencia después se podrán suprimir ya las comarcas, con los Consejos Generales vacíos de contenido.

Hay quien llama a este proceso una «centralización por partes». En el fondo, lo es: se suprimen o no se reconstruyen las comunidades tradicionales (sean las destruidas en 1789 sean las rehechas después), y el Estado centraliza sus funciones, con el triple objetivo de la eficacia, el ahorro y la igualdad de todos los franceses, vivan donde vivan, en derechos y deberes.

Ahora bien, eso en Francia no sorprende ni escandaliza, y lo hace la izquierda jacobina: por naturaleza, la izquierda siempre ha sido enemiga de las diferencias –que no sean las de dinero y poder, aquí y ahora- y no le resulta difícil vender estos cambios. Tampoco a la mayor parte de las derechas hoy. El único objetivo esencial, compartido por todos, es la «competitividad económica», y quizá riñan por un límite o un detalle a petición de sus vasallos locales de partido, pero no habrá marcha atrás. Y sí, en Francia puede haber democracia sin autonomías y sin descentralización. Pero no en España.

En España, señalar no ya la inutilidad sino los defectos del sistema autonómico, y de sus derivas, es un pecado de blasfemia. Que las autonomías son monstruosamente más caras, ineficaces y corruptas que el Estado, a igualdad de tareas, no puede decirse, escribirse o pensarse sin ser acusado de enemigo de la Constitución, la democracia y las libertades. Dirán ustedes, ¿de marxista? No, no: muchas vetas separatistas alimentadas de las autonomías, tienen una espina dorsal soviética, y antes destruirán las libertades que las comunidades, regiones o como quieran llamarse. Y en embargo, Francia no lo ve así. La Francia progresista, claro.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 11 de agosto de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/hollande-valls-fuesen-espanoles-serian-ultraderechistas-136925.html