Nuevo curso sin que Wert termine los problemas de Zapatero

Por Pascual Tamburri, 5 de septiembre de 2014.

Parte de la generación ESO es física, intelectual y moralmente más sana, generosa, patriótica y preclara que la de sus profesores a menudo progres, buenrrollistas, cobardes y adocenados.

En estos días de septiembre comienza el curso escolar, aunque la transferencia de las competencias educativas hace que cada Comunidad Autónoma actúe de una manera diferente. Son habituales todos los años las noticias sobre el precio de la vuelta a clase, el coste de los libros de texto y las reivindicaciones de los maestros y profesores. Trifulcas en general.

Aunque Zapatero abandonó el poder después de unas elecciones nos dejó unos cuantos regalos envenenados que por unas cosas o por otras ni Mariano Rajoy ha querido ni Ignacio Wert ha podido corregir desde 2011. Uno de ellos, en la enseñanza secundaria, es la llamada «Educación para la Ciudadanía», pero la lista de desarreglos es colosal, tiene piezas mucho más graves y empieza con Villar Palasí, sigue con Maravall (hijo) y no terminó con el PP cuando pudo pero prefirió beatificar a Marchesi. Ante todo, les anticipo mi opinión: la LODE-LOGSE-LOE fue un mal invento entre muchos, pero de peores necedades hemos salido adelante. Estamos entrando en otro año, y no debemos olvidar que estamos en las aulas para educar y ser educados.

Los verdaderos problemas, ni LOE ni LOMCE

Más que objetar y gimotear, resistan ustedes a las memeces que avanzan. Señores padres, señores alumnos, resistan ustedes por ejemplo a los suspensos por discriminación sexual, afectiva, racial o cultural, que sí parecen ser una realidad, que lanzaron los zapaterinos, mantuvieron sus sucesores y los de Podemos parecen aclamar. Resistan: será mucho más eficaz que cualquier manifiesto sobre las ideas radicales posiblemente contenidas en las leyes socialistas que no terminamos de ver derogar. Nos debemos a unos estudiantes a los que, sin que nadie lo discuta, el sistema forma cada vez peor.

Ustedes conocen a los profesores, y saben que con las leyes en vigor más de una vez nos vemos empujados, y algunos tentados, a aprobar a los tontos y suspender a veces a los mejores, como hay quien prefiere aprobar a un extranjero o a un discapacitado o a alguien que no alcanza un mínimo objetivo, por evitarse problemas. Impídanoslo, impidamos todos a partir de este septiembre que las notas, y por tanto los futuros de nuestra gente joven, se vean lastrados por el odio de los mediocres a la excelencia, por la desconfianza de los adocenados hacia la capacidad y por la rutina vulgar de la que la Ley saliente y los complejos de la entrante son sólo un síntoma.

Alumnos excelentes: despreciados y maltratados

A la convocatoria de septiembre, última de la LOGSE-LOE pero no del todo porque la LOMCE de Wert no hace tabla rasa del estercolero, hemos arrastrado a todos nuestros desechos de la ESO. ¿No hay esperanza para ellos? Yo creo que sí, tal vez porque lo deseo. No es que yo crea que debamos suspender menos, incluso al revés, pero sí que hemos de ser más exigentes, y más radicalmente justos, con nuestros suspensos. Al fin y al cabo, demasiadas veces terminamos recompensando un raquítico esfuerzo memorístico y despreciando una sólida capacidad sólo porque nos resulta incómoda de calificar o de poner en valor. Y no hablemos de los inconfesos vestigios semicalvinistas del culto al éxito aparente, qué escalofrío. Por ahí entreveo muy reales problemas de principios, en los que la Ley no va a entrar pero sus enemigos tampoco.

¿Qué es mejorar la educación? Con la Ley Orgánica de Educación, la exministra de Educación, Mercedes Cabrera, en nombre del Gobierno Zapatero, quiso mejorar la tasa de abandono escolar, y dijo que «el objetivo prioritario del Gobierno es garantizar la permanencia de los alumnos en el sistema educativo más allá de la etapa obligatoria».

En efecto, un tercio de los jóvenes españoles no cursa estudios después de la Secundaria Obligatoria. ¿Y cómo aumentar la proporción de buenos estudiantes de Bachillerato y FP? Sería posible aumentar la calidad de la enseñanza y por consiguiente sus atractivos, o en cambio disminuir el nivel de exigencia para aumentar el número y porcentaje de aprobados. A pocos sorprende ya que los de Zapatero eligiesen la segunda opción; pero su mentalidad, la ficción resultadista, sigue imperando.

Docentes vana o sindicalmente ensalzados

Resulta vergonzoso de confesar, queridos clientes, pero a veces sospecho que los profesores somos una estafa en mayor medida que el más vago de los alumnos y que la más vomitiva de las leyes progres o acomplejadas. Tenemos entre manos un sistema de enseñanza que, además de no poder reemplazar lo que las familias hacen y no hacen, no sirve ni para formar hombres y mujeres libres, ni españoles del siglo XXI, profesionales ni mucho menos para acceder en condiciones a una Universidad que ya no es lo que fue. En suma: no hay rumbo, y las viejas certezas de nada valen.

Y por terminar con un rayo de luz, no se crean ustedes casi nada de lo que oigan. Al final, el profesor y los alumnos pesan más que cualquier ley, buena como otras o lamentable como ésta. Lo grave, aquello contra lo que debemos hacer frente común todos, es que alumnos de excelentes potencias se califiquen a sí mismos como maleantes e indeseables, renuncien a liderar el sistema, lo dejen en manos de los mediocres y aúpen al liderazgo y hasta la popularidad en los Centros a meros portadores de tizas que se adocenan y someten por comodidad y medro a la dictadura de lo mezquino.

Cada día que doy clase trato de pensar en qué haría y no haría mi mejor maestro, don Ángel Martín Duque, y qué vergüenzas nos sacaría, sin necesidad de decir nada, a quienes hoy enseñamos sin recordar siempre las exigencias del oficio. Porque es esa renuncia la que envenena nuestra enseñanza, el verdadero mal, mucho más que la mísera alternancia de leyes.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 5 de septiembre de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/nuevo-curso-wert-termine-problemas-zapatero-137253.html