Por Pascual Tamburri, 16 de septiembre de 2014.
La derecha española necesita convertir sus principios –permanentes, quiera o no Arriola- en acción eficaz a corto y largo plazo. No en interés del PP sino de España.
Hoy tendríamos que hablar y escribir de lo que importa de verdad a algunos navarros, que es el arruinado Osasuna. Pero como no van a faltar ocasiones de pensar sobre la corrupción, la politización y la mediocridad acobardada de muchos dirigentes de nuestra pequeña sociedad, es mejor no dejar que se quede sin su minuto de gloria el hombre que perdió las elecciones de 2004 y ganó las de 2011, Mariano Rajoy. Porque él se lo ha ganado.
Tras una legislatura en la que el PP ha incumplido su programa explícito, ha desdeñado su programa profundo y algunos de sus dirigentes (por ejemplo, Celia Villalobos Talero y los que como ella y su sufrido marido piensan o fingen hacerlo) se han mofado de sus votantes más leales y abnegados, y a la vez no ha logrado convencer a los españoles de a pie ni de que la economía sea lo más importante ni de que la esté logrando gestionar bien para ellos, todas las encuestas coinciden: no habrá una segunda mayoría absoluta del PP.
Durante todo el régimen de 1978 esto no ha sido un problema: siempre había un tercer bloque político dispuesto a apoyar al partido nacional en minoría mayoritaria. Ese bloque era el nacionalismo al que se insiste en llamar moderado, que pagaba con sus votos en Madrid prebendas, privilegios y regalos que especialmente CiU y PNV han conseguido de PP y PSOE sin tasa ni medida. Pero la situación catalana y el ascenso real de ERC y el relativo de Bildu anulan esa posibilidad. De manera que Mariano Rajoy, renunciando a ganar cumpliendo con los suyos, se lo está jugando ahora mismo todo a una carta: a la posibilidad de una «gran coalición» con «sentido de Estado» a la que acceda el PSOE de Pedro Sánchez. Y eso es jugar a la ruleta rusa.
La aritmética electoral es sencilla: con el PNV pequeñito y los Mas-Pujol entre el monte y la cárcel, al sistema del 78 sólo le queda la Gran Coalición PP-PSOE. No implicaría un gran cambio político a corto plazo, porque el PP ha hecho una política real socialista y no ha derogado ninguna ley esencial de manipulación social de las legadas por González y Zapatero. Es más, hemos avanzado en ellas; que sería excusable sin minoría pero es imperdonable en mayoría absoluta. Que es lo que habría hecho el Arriola de 1996, pero no el Rajoy de 2006… o eso decía. Pero a medio y largo plazo supondrá dos cosas sin retorno. Una, dejar el poder real en manos de un PSOE en agonía y descomposición y un PP que ya veremos cómo sale de mayo de 2015, y otra dejar a Podemos como única fuerza política de oposición, siendo además el segundo, tercer (o quizás primer) partido de España. ¿Se imagina ustedes a Pablo Iglesias no ya como único portavoz de muchas inquietudes sino como único rostro contra los poderosos e incapaces?
Seguramente por eso, de repente, la posible y razonable fusión o alianza de Ciudadanos y UPyD está recibiendo apoyos y estímulos desde ciertos ambientes poderosos de la sociedad y las finanzas. El sistema de 1978 no puede seguir, si PP y PSOE se tambalean y aunque se unan, sin una tercera fuerza no rupturista. Así que o domestican a Podemos (y lo intentarán, y no será la primera vez que se consigue algo así) o forman un tercer bloque socialdemócrata constitucionalista que reciba descontentos de PSOE y PP y se preste a sostener el tinglado. No digo yo que sea mala la cercanía entre Rosa Díez y Albert Rivera. Pero sí es malo, porque es una tremenda estafa –otra más- que se canalicen hacia otro partido distinto de los anteriores sólo en matices y dispuesto a mantener lo ya fracasado, los votos y esperanzas de la derecha social, nacional y popular que el PP de Mariano Rajoy ha recibido haciendo luego escarnio de ellos.
Que el PP se confíe con Pedro Sánchez es arriesgado. Puede ser una maniobra lucrativa para los partidos respectivos, pero pésima para España. Que se estimule un cuarto partido «del régimen» para sostener éste, y hacerlo otra vez engañando a esas personas que aún no han escuchado a Rajoy pedir perdón por estos tres años de insultos, es la ruleta rusa para todos. Para eso, votamos directamente a Podemos. Y no es broma del todo.
Una vez más, les diré por qué este suicidio es vomitivo con palabras de José Javier Esparza. ¿El aborto? ¿A quién quieren engañar? Usted sabe la respuesta: quieren engañarse a sí mismos. Porque la verdad es, simplemente, que el PP, y muy en particular el círculo Rajoy-Soraya-Cospedal, tiene pavor a que la prensa progre les llame «fachas». No hay más. Y antes de que el progre les llame «fachas», prefieren que el votante del PP les llame mentirosos. Al fin y al cabo –piensan-, si no les votan a ellos ¿a quién van a votar? Sabemos que bajo nuestras calles están las tumbas de los que nos precedieron, de quienes heredamos una tradición que hoy peligra. ¡Esparza, queremos ser sildavos!
Pascual Tamburri
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 16 de septiembre de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/ruleta-rusa-mariano-rajoy-pedro-arriola–137421.html