Cataluña, un modo de irse, mil modos de quedarse (y no romperse)

Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de octubre de 2014.

El nacionalismo ha planteado un plebiscito por la independencia. El PSOE ofrece un vago federalismo. El PP habla de un ‘Estado de Derecho’ que no explica. ¿Qué opciones hay ahora?

Juan Arza y Joaquim Coll, dirs.. Cataluña. El mito de la secesión. Desmontando las falacias del soberanismo. Presentación de los autores. Prólogo de Manuel Cruz. Almuzara, Córdoba, 2014. 304 p.. 17,95 €.


José Antonio Piqueras. El federalismo. La libertad protegida, la convivencia pactada. Cátedra, Madrid, 2014. 472 p.. 14,30 €. Ebook 12,98 €.

Hay un solo nacionalismo, como nos han demostrado los cuarenta años de Transición frustrada y frustrante, y cualquiera de sus caras, moderadas, radicales o violentas, es en el fondo igualmente rupturista de la nación española. Mas y Junqueras nos lo acaban de demostrar a todos. Sin embargo, en el debate catalán que Artur Mas quiso y Mariano Rajoy ha permitido se ha sentido la ausencia, o mejor dicho el mal uso, de argumentos racionales en ambos sentidos. Es comprensible que faltasen a los secesionistas razones para la secesión, ya que no las tiene, pero es cuando menos vergonzoso que la defensa de la identidad y unidad nacional española se haya confiado a miedos miopes e intereses de faltriquera.

Juan Arza y Joaquim Coll han conseguido coordinar un grupo muy variado y cualificado de intelectuales movilizados para explicar –racionalmente- por qué el soberanismo catalán no tiene un fundamento lógico. Es decir, por qué ni Cataluña es una nación, ni nunca la región fue soberana fuera de España, ni es un pueblo necesitado de liberación. Una gran tarea que Manuel Cruz, Pau Mari-Klose, Pablo Nuevo, Susana Beltrán, Fernando Sánchez-Costa, Miquel Porta Perales, Clemente Polo, Ángel de la Fuente, Mercè Vilarrubias, Alejandro Tercero, Sonia Sierra y Félix Ovejero han asumido, cada uno en su campo, junto a los directores de la obra, para dar argumentos de todo tipo a los defensores de la única Cataluña verdaderamente catalana, una que sea verdaderamente española.

En todo esto no cabe más que aplaudir la iniciativa editorial de Almuzara, que lanza este mensaje justo cuando encarrilamos el otoño más difícil para la unidad española quizás desde la crisis de 1640. Hombres y mujeres de variados orígenes e ideas políticas, usando sus saberes como economistas, periodistas, escritores, profesores, lingüistas, historiadores o sociólogos, defienden lo que su editor llama la «convivencia constitucional», preocupados todos desde distintos puntos de vista no sólo por la apertura de un debate innecesario sino también por el peso del populismo, del sentimiento, de la propaganda a corto plazo y del adoctrinamiento a largo plazo en un debate que está teniendo poco de racional, y nada de hecho en el argumentario catalanista.

No obstante, como el mismo Miquel Porta dice, «Cataluña es una nación imaginada», imaginada por el nacionalismo catalán. El nacionalismo ha seleccionado como símbolos aquellos elementos susceptibles de crear una identidad, han inventado los que han hecho falta, han tergiversado otros, y directamente han olvidado y hecho olvidar la mayoría, desde la tradición a la historia, desde el origen a las artes. La imaginación y el sentimiento definen la nación de los nacionalistas, la nación sentida e indiscutible, la nación que nuestros demócratas celtíberos han estado tan contentos durante décadas de dejar que se impusiese como doctrina en las escuelas y medios de comunicación catalanes (y vascos, y gallegos, por cierto). Ahora toca pagar el precio.

El nacionalismo catalán, desdeñadas sus escasas pretensiones científicas, es populista. En este libro se ofrecen argumentos racionales sólidos y bien trazados, la verdad objetiva frente a la propaganda nacionalista. Bien; pero ¿estamos seguros de que a un sentimiento se pueda responder eficazmente con consideraciones académicas? El nacionalismo cree que no, y por eso ha buscado ser como es, y se alegra no sólo de que no se le responda sino de que se le conteste esgrimiendo razones y economías frente a sentimientos. Por mucho que es seguro que Henry Kamen tiene razón al hablar de 1640 y de 1714, los medios y las escuelas catalanes difunden la visión del pasado nacionalista.

Naturalmente, lo que necesita la defensa de la españolidad de Cataluña es, por un lado, que frente a una identidad sentida se construya o reconstruya otra más atractiva; y por otro, que el Estado no renuncie a usar todos sus medios, no sólo los físicos y administrativos contra un referéndum o una secesión, sino antes y más los educativos y mediáticos, y fiscales, para invertir la tendencia que los catalanistas consiguieron crear desde Jordi Pujol y Adolfo Suárez, esos dos geniales creadores de la España del 78 que ahora disfrutamos y este curso nos hará vivir nuevos momentos de dudosa gloria.

La ilusión de Pedro Sánchez y las mentiras del nacionalismo

El PSOE de Pedro Sánchez, con su propuesta de reforma constitucional en sentido federalista, ha pretendido ganar todos los puntos pedidos por el socialismo español en la cuestión catalana. Sin embargo, todo hace pensar que el nuevo líder no ha medido sus palabras, o que no sabe qué significa exactamente federalismo, o peor aún que juega con una deliberada ambigüedad muy cercana a un intento de estafa al pueblo español.

En ese sentido, es el momento de la monografía que sobre el federalismo publica Cátedra a José Antonio Piqueras. La Ilustración rescató, y vertió en contenedores en parte masónicos, la idea de «federación» como una clave de su pensamiento político, la expresión política del individualismo y de la superioridad absoluta de los derechos individuales. El federalismo surge como modelo político para unir cosas diversas, no para alejar cosas unidas, o partes de una misma cosa.

Gracias a la praxis parlamentaria inglesa y luego a la Revolución americana, llegó a la vida política occidental la idea de federalismo, que Piqueras explica en todos sus extremos y en muchos de sus ejemplos. Es probable que cuando Alexis de Tocqueville habló del federalismo como del «gran descubrimiento de la ciencia política de nuestros días» se refiriese más bien a un mecanismo de garantía de la libertad individual frente a gobiernos tiránicos… pero hoy por hoy el individualismo se ha extendido a los grupos humanos, y se asumen derechos colectivos junto a las identidades colectivas. Y el relativismo por supuesto impide discernir cuáles de esas identidades no tienen fundamentos objetivos pasados o presentes, sino simples elucubraciones de minorías secesionistas.

¿Qué implica esto? Que el federalismo del PSOE en 2014 es usado como una vía para separarse de la defensa de la unidad de España pidiendo una reforma constitucional. Reforma no para unir, o «federar», sino para abrir puertas a la desunión, o «confederación», lo que implica un derecho colectivo y permanente a la secesión. ¿Qué modelo federal prefieren ustedes, Yugoslavia o la Unión Soviética? Si algo aprendemos en el libro de Piqueras, además de mucha historia, es que pedro Sánchez no sabe lo que dice, o lo sabe demasiado bien.

Un Estado, pero antes una nación, un pueblo, una realidad

Un grupo de juristas (Elisa de la Nuez, Fernando Gomá Lanzón, Ignacio Gomá Lanzón, Fernando Rodríguez Prieto y Rodrigo Tena Arregui) mantienen hace tiempo el blog «¿Hay derecho?» de crítica a la deriva institucional de España. Península publica ahora un libro de ellos cinco, con el mismo título y el nombre del bachiller Sansón Carrasco como autor. Y su objetivo es el mismo: denunciar la degeneración de nuestros Estado y sus instituciones recientemente en particular y desde 1978 en general. Son en el fondo optimistas bien informados, ya que creen que la crisis vertebral que vive España no deja de ser temporal y pasajera, al menos si las cosas se hacen como es debido.

Hay un problema radical en todo esto, al menos si la idea de «Estado de Derecho» ha de usarse para argumentar la necesaria unidad de España. Antes que un Estado, y mucho antes que esta actual forma constitucional, España es una nación; y antes de ser nación fue una comunidad histórica, realidad que viene de milenios. Tratar de usar sólo una constitución reciente, deficitaria y débil, y un Estado de Derecho derivado de ella, como escudos en la defensa de una realidad mucho más grande y antigua –España- no deja de ser un riesgo y un error. Lo cierto es que España es. Quizá lo que nos falte sean políticos capaces de recordarlo en vez de esperar reformas, componendas o milagros.

DERECHO… ¿A QUÉ? [Sansón Carrasco]. ¿Hay derecho? La quiebra del Estado de derecho y de las instituciones en España. Península, Barcelona, 2014. 304 p.. 15,90 €. Ebook 11,99 €

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 3 de octubre de 2014, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/cataluna-modo-irse-modos-quedarse-romperse-137761.htm