Investigar asesinatos, sorprendernos con los culpables

Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de octubre de 2014.

Desde el clásico Philip Marlowe a las aventuras literarias más modernas, la ficción policiaca no caduca. Además, en tiempos de crisis sirve para contar cosas difíciles de decir.

Cay Rademacher, El asesino entre los escombros. Traducción de Laura Manero Jiménez. Maeva EmBolsillo, Madrid, 2014. 368 p.. 9,50 €.


Raymond Chandler, La dama del lago. Traducción de Juan Manuel Ibeas Delgado. Encuentro – Colección Atamán, Madrid, 2014. 512 p.. 11,95 €. E-Book 7,99 €.

Hamburgo, en 1947, era una ciudad hundida en todos los sentidos. Durante la Segunda Guerra Mundial fue destruida por los Aliados más allá de cualquier necesidad militar y con más decenas de miles de muertos civiles de lo que nunca vio la misma Inglaterra. Tras la victoria aliada, Hamburgo perdió su hinterland económico y tuvo que pagar el precio de su supuesta responsabilidad moral en lo sucedido. Una ciudad que empezaba a recuperarse en lo económico, pero que tenía muchos secretos que callar… y que aún los tiene.

De hecho, una de las razones por las que en tiempos difíciles o recordándolos triunfan novelas como la de Cay Rademacher, El asesino entre los escombros, es que en ficción o supuesta tal estamos dispuestos a escribir, a leer, y a publicar (que no es lo de menos bajo censura) lo que de otro modo nunca diríamos. Seguramente el autor Cay Rademacher, un hombre de nuestro tiempo que vive en el mismo Hamburgo, no es como su protagonista el inspector jefe Frank Stave. Y su tarea no es de las más fáciles: ser policía en una ciudad alemana bajo ocupación inglesa, colaborar con las fuerzas de ocupación en su tarea por el bien de su gente, callar sobre el pasado cercano de la ciudad –incluyendo los crímenes y violaciones de los soldados victoriosos sobre la población civil- y tener que enfrentarse en medio de todo esto a una serie de asesinatos sin (casi) un aparente nexo común.

Pero en El asesino entre los escombros, además de una historia policíaca que nos presenta retratados a todos sus protagonistas, tenemos la oportunidad de conocer una época, un país y unas circunstancias sobre las que de otro modo hay muchos tabúes. No es un relato de buenos y de malos aunque lo parezca, sino a la vez una buena novela que engancha y una elegante denuncia de muchos crímenes y errores sin solucionar y probablemente sin verdadera solución posible. Es normal, muy normal que en tiempos duros las novelas de intriga triunfen, porque tienen la flexibilidad que otros géneros no pueden tener y dan al autor una herramienta para trabajar la conciencia del público justo cuando la crisis invita más a la huida y a lo fácil. Y por eso aquellos son tiempos perfectos para ambientar la ficción (si uno sabe hacerlo como Cay Rademacher) y éstos son tiempos perfectos para que un libro así triunfe.

Un clásico de amor, pasión, celos… y muerte, y del detective Philip Marlowe

Porque no hemos de olvidar que hay otro gran, enorme filón que hace triunfar a la ficción policiaca. Cierto es que la novela puede servir para contarnos épocas y para denunciarnos hechos o posibilidades; pero no es menos cierto que una gran parte de la novela negra, también ahora, se escribe y se lee como literatura de evasión.

Decir «literatura de evasión» no supone decir nada en sí mismo malo. Lo que hace Raymond Chandler escribiendo sus novelas con el detective Philip Marlowe como protagonista y héroe no es precisamente literatura de baja calidad sino, por el contrario, auténticas obras de arte que han sobrevivido, por calidad literaria y no sólo por su cómoda lectura, a su época y a su autor. Y bien, es verdad, en 1940 los británicos necesitaban evadirse de una realidad poco esperanzadora, como el tiempo habría de demostrar pese a su aparente victoria de 1945; Raymond Chandler creó el personaje de Marlowe para llenar no sólo esas noches sin luz y sin horizonte, sino para reemplazar la ilusión que los tiempos se habían llevado.

Con Marlowe en La dama del lago, Chandler no trataba de denunciar nada ni de recordar nada, sino de escribir con estilo lo que el público culto de su tiempo necesitaba. Consiguió más: creó un personaje de esos que perduran en la literatura y que se convierten en símbolos de su género. Podríamos decir, si fuesen comparables, que las metas históricas y sociales de Rademacher hoy son más ambiciosas, pero –a la espera del juicio de las décadas- Chandler ha logrado un retrato aún más cuidado de aquel mundo, que por su misma inmediatez no podía tratar en ninguna profundidad social o moral… salvo que uno sepa valorar delicados alfilerazos que con su pluma Chandler deja caer hacia aquellos años críticos.

¿Y hoy? El lector de ficción, y más aún el español, se ha vuelto con intensidad a las novelas policiacas. Unos por ver las denuncias allí posibles; otros por evadirse de este tiempo miserable; todos, eso sí, buscando leer con serenidad y calidad relatos que completen nuestras vidas y las hagan más llenas y felices. Y éstas, sin duda, lo logran. Es su momento, en calidad y en cantidad.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 24 de octubre de 2014, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/investigar-asesinatos-sorprendernos-culpables-138197.htm