Por Pascual Tamburri, 14 de noviembre de 2014.
El mayo electoral promete grandes desafíos desde las encuestas. Difícil para Rajoy y Sánchez. En Navarra la cosa puede ser folklórica tras la retirada de Barcina.
Encuestas hay para todos los gustos. Pero casi nunca como en este otoño se habían convertido en centro de la atención política. Por variadas que sean, todas anuncian para las elecciones municipales, autonómicas y generales de 2015 un terremoto nacional acompañado de una conmoción aún más complicada en Navarra. Grandes cambios deben ser, cuando Yolanda Barcina, siendo presidenta y candidata del partido que previsiblemente ganará, ha cambiado de opinión entre agosto y noviembre y ha dicho lo contrario de lo que dijo: no será la candidata de UPN en mayo.
Afrontamos, sin Barcina pero con las siglas de siempre y algún escándalo de más (conocido o por re-conocer), cambios como no se veían desde el principio de esta democracia y de esta autonomía, y que pueden suponer, entre otras cosas, el final de una y de otra tal y como las conocemos. Además del eclipse de los partidos tradicionales (que tan tradicionales, con sólo 40 años de vida real, no son) .
Dejando a un lado los resultados de Madrid, conviene que todos tengamos presentes las opciones de Navarra, más o menos similares en todas las previsiones. Considerando los múltiples ejes de la política foral (izquierda-derecha, nacionalista-españolista, y otros) la combinación que se adivina puede ser insólita. Y además hay que entender cómo afectará eso a los grandes y pequeños temas hoy debatidos.
El centro podría quedarse con menos de 15 diputados de los 50 del Parlamento navarro, mientras que la izquierda en todos sus matices podría llegar a 37 o 38 de los mismos. Esto implica un doble castigo a las políticas centristas de UPN en Pamplona y del PP en Madrid, y se basa en una abstención creciente de sus votantes naturales; hay, por varias razones, un voto social de derecha que no se identifica con las políticas reales (no las promesas) de los actuales gobernantes.
Un caos previsible de partidos imprevistos
Aun considerando a Geroa Bai una izquierda moderada (lo que sólo es en parte) y al PSOE una izquierda institucional (lo que a veces se obstina en no parecer), el resto de la izquierda (Bildu-Batasuna, Podemos, IU) se define como una izquierda extrema y puede tener casi la mitad de los parlamentarios. Es curioso ver que una provincia con marcadores sociológicos muy conservadores, y una historia que lo es aún más, tras décadas de gobierno de centroderecha parece abocada a una mayoría parlamentaria ultraizquierdista que con los votos no se ha conseguido ni en la Rusia de los Soviets. Alguien ha hecho algo mal.
Objetivamente mal se han hecho las cosas en UPN. Siendo todos partidarios de intentar una «gran coalición» con el PSOE y con el PP, se han dejado llevar por las diferentes preferencias al respecto, han hecho públicas sus divisiones y no dan la sensación de seguridad que tantas veces les ha salvado en las urnas. Desde antes de la escisión de 2008 algo no funciona, y un resultado en torno a los 15 escaños no es bueno sea quien sea el líder y candidato. Yolanda Barcina se ha hecho a un lado, pese a sus intenciones y a no tener sucesor claro, porque difícilmente renovaría la presidencia. Y Miguel Sanz no puede esperar volver en caso de derrota, aunque quizá sí algún otro amigo de nuestro nuevo Petronio provinciano, Antonio Catalán. ¿Alberto? ¿Un tafallés? ¿Algún experimento juvenil? Hay que añadir, ya que son tan partidarios de la memoria histórica, que gracias a su reforma el Amejoramiento ya no prevé la presidencia automática para el partido más votado en caso de bloqueo institucional. ¿Un error o un resultado buscado?
Porque mientras UPN puede prever una mayoría relativa y quizá insuficiente, el PSOE navarro se hunde y se eclipsa, pasando a ser sólo un partido de 5 ó 6 diputados en una izquierda que no lidera ya. La retirada de Barcina les da pie a volver a co-gobernar… pero es que sus escaños serían insuficientes para gobernar con UPN. Y peor aún: serían escaños que la ultraizquierda no necesitaría salvo para darse respetabilidad, y aun esto más que dudoso considerando los casos de corrupción y demás. A escala, el mismo problema lo tiene IU en Navarra, que pierde representación y deja de ser decisiva en casi todos los escenarios.
De todos modos, al PP navarro bien le gustaría tener ese problema que tienen los socialistas y comunistas, porque todas las esperanzas e ilusiones de renovación patriótica en Navarra se han reducido a la nada en seis años. Nada, y sin necesidad de mentar al Sunday Times. Y así como de la situación general en España pueden tener la culpa las políticas, el cambio y la parálisis de Mariano Rajoy, de lo que le ha pasado al PP en Navarra han sido y son responsables sus líderes y sus candidatos forales, que avisados estaban de qué sucedería si hacían lo que han hecho. Ahora están al borde de ser extraparlamentarios, y su única remota salvación sería hacer, decir y pensar todo lo que han evitado en estos años. A UPN le importa poco; al PSOE y a IU nada; a los que fueron o pudieron ser sus votantes, mucho más.
En cambio, si Podemos se presenta a las elecciones forales triunfará, será tercera fuerza por delante de socialistas, comunistas y populares y tendrá en sus manos la gobernabilidad de Navarra con una decena de escaños. De los de Pablo Iglesias dependerá si dar el poder a Bildu o no y en qué condiciones; y es que puede hasta ser posible un gobierno de izquierdas sin el PSOE (en una opción) o sin Bildu (en otra), pero no sin Podemos. La campaña nacional del PP de «que viene Podemos» no está sirviendo para movilizar a sus votantes decepcionados, y sí como propaganda adicional de los de Iglesias.
Lo mismo puede decirse en Navarra de Bildu. La campaña indirecta de UPN a base de «que vienen los batasunos», lejos de funcionar ha fidelizado aún más el voto de Bildu, ha evitado una sangría en dirección a Podemos y deja a los de Adolfo Araiz (que no es precisamente un moderado ni un pacifista) como previsible segunda fuerza de Navarra. Geroa Bai, pese a la buena imagen relativa de Uxue Barkos, no termina de despegar, no puede hacer nada sin Bildu y conoce perfectamente el precio de ese camino. El escenario postelectoral, con estos datos, se prevé complicado.
¿Vienen los «malos»?
¿Vienen los «malos»? Bien, parece más que probable una mayoría parlamentaria y electoral, que no social, de izquierda y/o abertzale. Como esto es una democracia inorgánica, puede que hasta lleguen a gobernar. ¿Y entonces? ¿Hay que tener miedo?
Si lo peor que van a hacer es subir los impuestos (IRPF, IVA, Patrimonio, Sucesiones y especiales); gastar el dinero de Hacienda en obras públicas para satisfacción de la masa y de las grandes empresas amigas (pabellones, trenes, circuitos); subvencionar iniciativas no por su interés sino por su titularidad; violar la Ley en lo que se refiere al IVA de Volkswagen; colocar a dedo y no por capacidad a amigos y allegados; cobrar dietas de consejos públicos y semipúblicos; subvencionar y extender el euskera donde antes no lo había, y asociarlo a las ideas abertzales; regalar dinero público a Osasuna por una simple cuestión populista; construirle a la Universidad amiga (la que sea) una pasarela de uso privado con dinero público; tolerar, consolidar y extender el aborto sin luchar contra él; reír con gesto tolerante las gracias nacionalistas en Vitoria y en Barcelona; si esto y cosas parecidas son lo peor que pueden hacer, no hay que temer: ya nos lo estaban haciendo los «buenos» .
Que a nadie extrañe que las capas medias de la sociedad, hartas de verse manipuladas y defraudadas, pasen a no votar o incluso voten a partidos nuevos. Que a nadie extrañe que esas clases medias, empobrecidas, humilladas y cercadas por el paro, se vean a gusto en estas nuevas compañías. Les han empujado a ello, o casi.
Pascual Tamburri
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 14 de noviembre de 2014, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/vienen-malos-vascos-barcina–138640.html