El Rey prefiere lo privado a lo público, en Navarra

Por Pascual Tamburri, 20 de enero de 2015.

Felipe VI visita Navarra. ¿Por la unidad nacional? ¿En homenaje a víctimas de ETA, como el inspector Imaz, Jesús Alcocer o el general Juan Atarés? No, en tributo a una institución privada.

El jueves 22 de enero tendrá lugar un hecho poco habitual: don Felipe de Borbón Grecia, Felipe VI de España, y su consorte Letizia Ortiz, visitarán Pamplona. Motivos los hay, y más ahora. Navarra vive una crisis más moral, social y cultural que política o sólo económica. Puede parecer que los herederos de ETA vayan a alcanzar sus metas, y que los que defendieron España queden ignorados, como el inspector Imaz, Jesús Alcocer o el general Juan Atarés, muertos por una Patria que parece olvidarlos. Pero el Rey no viene a eso: viene a inaugurar una institución privada de la Universidad de Navarra, no exenta además de polémica y dudas. ¿Es lo adecuado?

Una historia extraña y no demasiado clara

A comienzos del siglo XXI se firmó un acuerdo entre el Gobierno de Navarra, Ayuntamiento de Pamplona y Fundación Beaumont para impulsar un centro de arte contemporáneo que recibiese el legado de la colección de arte de María Josefa Huarte Beaumont. Una institución pública y no una Universidad privada habría gestionado las obras de arte (o presuntas tales) compradas por Félix Huarte y su hija en el siglo XX. No funcionó, por un problema de gestión y de relaciones personales. El centro Huarte, en su versión pública, se quiso construir en la Ciudadela de Pamplona, derribando o modificando parte de la histórica fortificación. Aquel proyecto generó muchos sinsabores y enemistades al entonces consejero de Cultura y Turismo, Juan Ramón Corpas, y en definitiva fue impedido por el Ministerio de Cultura que rechazó una obra de ese tipo.

Al no aceptarse la exigencia sobre el lugar, en 2008 la Universidad de Navarra recibió la donación y el encargo Huarte. Se trata de obras pictóricas y escultóricas de artistas y presuntos tales como Chillida, Oteiza, Tàpies, Palazuelo, Picasso o Rothko, adquiridas por el constructor, especulador, empresario y político Félix Huarte y sus herederos. El arquitecto Rafael Moneo ha construido un centro de arte contemporáneo en el campus pamplonés de la Universidad del Opus Dei. Ya en 1998 un convenio entre la Fundación Beaumont, la Unav y la Fundación Universitaria de Navarra creó en esa Universidad la Cátedra Félix Huarte de Estética y Arte Contemporáneo, iniciando un giro radical en las preferencias de docencia e investigación en humanidades de la Universidad institucionalmente católica. Un giro por lo demás muy explicable y bien financiado.

La Universidad de Navarra y sus propietarios corporativos saben, como ya decíamos en 2008, hacerse con legados que en cualquier otro momento podrían haber terminado en archivos, museos y bibliotecas públicos. Los ejemplos son muchos, desde la colección de Ciencias Naturales del Colegio de Lecároz de los capuchinos hasta los archivos privados que la Unav custodia y recibe ante la pasividad de otros, pasando por el legado fotográfico Ortiz Echagüe. El Gobierno se ha quedado en cambio sólo con el enfangado y poco atractivo (para mi gusto) legado de Jorge Oteiza.

Cómo y por qué la Unav se adelantó al Gobierno sigue siendo materia poco clara, y en parte no publicada ni publicable. Mientras en la bonanza el Gobierno regional gastaba en subvencionar todo lo que fuese en euskera, en el museo de los Sanfermines, el del carlismo con su seleccionado personal, sendaviva, circuito de Los Arcos, cómic, brujería, payasadas sin fin, Film Comission, pinchos por el mundo, Universidad en Milagro y Semana Blanca, Azul y Verde, la Unav se hizo con el legado Huarte mediante los buenos oficios de alguna buena y excelente persona, patrono y socio, amigo y jurista. Pero además eran años en los que sucedían cosas como que Jaime Ignacio del Burgo diese una conferencia para el Ateneo navarro sobre «Política y corrupción» diciendo que «aquí no hay corrupción. Nadie malversa fondos, ni lleva a cabo actuaciones prevaricadoras, ni ejerce tráfico de influencias, ni utiliza información privilegiada, ni mueve los resortes políticos y económicos del poder para favorecer a sus amigos… Ningún responsable público acepta regalos… Ninguno de nuestros políticos frecuenta cacerías ni acude a selectos saraos… Es un insidioso quien diga que entre nosotros se ha instalado un régimen clientelar«. ¿Navarra, clientelar? Qué escándalo, qué novedad, qué sorpresa…

Una amistad que no es de hoy, y que tiene muchas lecturas

Hay historias ya bastante lejanas que aúnan a los Huarte, la Diputación Foral, el Opus Dei y hasta a alguno de los políticos citados. «Juan Vilá fue un ingeniero industrial brillante, uno de esos catalanes que, con o sin «seny», sirvieron como vanguardia empresarial de España junto a algunas sagas bilbaínas. Formado en España y en Francia, Vilá consiguió para su empresa familiar una patente absolutamente innovadora de telares sin lanzadera. Gracias a su grupo de empresas, de las que Matesa (Maquinaria Textil del Norte de España) fue la principal, España se colocó en ese sector en una discreta posición tecnológica, con capacidad, incluso, de exportar productos industriales» .

«Hija del franquismo, Matesa instaló su domicilio legal y su fábrica en Pamplona, y no por casualidad: Navarra disfrutaba de una casi total autonomía tributaria, y Juan Vilá fue socio de Félix Huarte, que construyó a la vez su propio grupo de empresas, desde la nada, y protagonizó al frente de la Diputación navarra la modernización de la provincia. En la España de Franco no había casualidades, sino relaciones, y Juan Vilá tenía las mejores» .

«A finales de la década de 1960 Juan Vilá Reyes era considerado el hombre del futuro. Miles de españoles trabajaban para él; aparecía en los medios de comunicación como ejemplo del porvenir que el régimen desarrollista quería para el país, crecimiento económico con muy limitada libertad; sus acciones de beneficencia llegaban a todos, y especialmente en Pamplona. Su doble condición de gran empresario y de persona cercana al Opus Dei –precisamente en la ciudad que en aquellos años acogía la Universidad de Navarra, fundada por voluntad de san Josemaría Escrivá de Balaguer a través de Ismael Sánchez Bella— hacía saber o sospechar el destino de otra parte de sus obras de caridad» .

«De todos modos en 1969 ser afín a la Obra no era ningún escándalo; por aquellas fechas media docena de ministros de Franco, aunque nunca se supo exactamente cuáles, cuántos ni cómo, eran hijos espirituales de Escrivá. Nunca secretos, pero siempre discretos, los hombres públicos del desarrollismo fueron en gran parte lectores de Camino. Por eso la crisis empresarial de Vilá degeneró en una inesperada crisis política» .

«En 1969 la Dirección General de Aduanas denunció a Matesa y a Juan Vilá Reyes por una estafa al Estado: el Banco de Crédito Industrial –público– había concedido a la empresa del catalán créditos por 9.978 millones de pesetas -de las de entonces-, para fomentar unas exportaciones que nunca tuvieron lugar salvo sobre el papel. Juan Vilá ingresó en la Cárcel Modelo de Barcelona, de donde fue trasladado después a Madrid. Pero la verdadera batalla tuvo lugar en el Consejo de Ministros…. El arquitecto de la LOE, Laureano López Rodó, miembro numerario del Opus Dei, era el verdadero hombre fuerte del momento, y estaba siendo protagonista de la proclamación de don Juan Carlos como Príncipe de España y sucesor de Franco, el 22 de julio de 1969, ante las Cortes» .

«Los Tribunales aplicaron las leyes y condenaron a Vilá a 1000 años de cárcel en 1971 y, pese a los indultos que le beneficiaron en noviembre de 1975, el 7 de mayo de ese año el empresario había sido definitivamente condenado a 223 años de prisión y a una multa de casi 9.500 millones de pesetas. Fue declarado insolvente y embargado, pero en ninguno de sus juicios ni en ningún momento de su encarcelamiento quiso contar lo que sabía. Vilá nunca dijo quién conocía y apoyaba desde las alturas del franquismo sus peligrosas maniobras, y nunca explicó dónde fueron a parar los miles de millones defraudados». Sin duda, un hijo fiel, un buen socio, un hombre de palabra.

El legado Huarte no es tan maravilloso

Es llamativo que la izquierda y los abertzales se hayan alzado en 2014 contra la concesión a Félix Huarte y a Miguel Javier Urmeneta de la Medalla de Oro de Navarra… ¿qué sentido tiene haber aclamado a Urmeneta y/o a Huarte en 1966 o 1978, cuando eran innovadores, industrializadores, promotores de ikastolas y de clases de la Obra al alimón con dinero público…y ahora negarles póstumamente el pan y la sal? Al fin y al cabo consiguieron que la ciudad pasase de ser modesta, trabajadora y con su minoría hortera a ser engreída, trepa y con su gran minoría cursi: dos caras distintas de la burguesía, la tradicional y la progre.

Tenemos aquí… «una demasiado larga tradición de explicar Navarra sólo en términos de riqueza y bienestar, (y) no cabe duda de que no estamos ante el futuro más risueño». La discusión sobre si modernizar Navarra y cómo hacerlo ya se dio en los años 60, y a largo plazo tenía razón Amadeo Marco aunque parecen brillar los desarrollistas Huarte o Urmeneta. De Matesa a Fasa, de Authi a Volkswagen y del Banco de Navarra a la CAN, el desarrollismo de Navarra ha tenido y tiene sus zonas negras, y casi todas ellas tienen algo que ver con el creador del legado Huarte y sus amigos. Por cierto que ese desarrollismo incluyó muy generoso tratamiento fiscal, urbanístico y administrativo a la instalación de la Universidad de Navarra, por Ayuntamiento y Diputación, que no creo se hubiese dado en ningún otro lugar ni circunstancia. O sí.

Yo, personalmente, creo que el escepticismo de don Amadeo Marco frente al desarrollismo franquista en Navarra, con prisas, con renuncias culturales abismales y con un cambio social acelerado y sin mesura que aún estamos pagando, tenía sus razones, ya que al final lo que crece y permanece aquí es lo sólido y no lo hecho para salir en la prensa y seguir modas y modernidades ajenas. O sea, lo que ya teníamos y hasta ahora menos hemos cuidado. Por eso mismo y como gesto, creo que acertó el Consejo Navarro de Cultura al dar a Alfredo Landa el Premio Príncipe de Viana 2008. Estuvo propuesto también, cómo no, el empresario Juan Huarte Beaumont, pero por una vez perdió. Los Huarte, ansiosos de cambio y ascenso social (con o sin bodega farandulera, ansias de exquisitez, pero frustrados –ellos, que no otros- sin titulillo), han tenido muchos sucesores y muchos más aduladores e imitadores. Se les ha reído la gracia durante cuatro generaciones y la Unav sigue haciéndolo si toca. Que les vaya bien, pero en este caso lo más grave para mi es que el Rey venga a esto y no a cumplir sus deberes.

Sinceramente, no me duele nada que las obras de Oteiza, Tàpies o Rothko no nos cuesten más dinero público. Todo para ellos, y que la Unav pague la construcción, el personal y la propaganda que viene a ser lo esencial. No sé si el humanismo cristiano de la Unav en su nueva lectura sintoniza bien con ellas, pregúntese en Bruno Buozzi, pero estaré muy contento de que el numerario Ángel José Gómez Montoro, presidente del Patronato de Promotores del Museo, se lo explique a la vez al también numerario Rafa Larreina, representante de Bildu – Batasuna, y a Su Majestad Católica. Ante las cámaras, mejor. Siempre que don Felipe no olvide la Bandera y deberes que él tiene y que una Universidad privada en principio no (aunque haya muchos bienintencionados que aún creen en sus virtudes patrióticas, demostradamente inexistentes).

Pascual Tamburri

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 20 de enero de 2015, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/prefiere-privado-publico-navarra-139789.html